Protagonistas de nuestro amor

Capítulo 11: Una lenta tortura

A ver, un dato interesante: este cap tiene escena de sexo entre los protagonistas, si no lo quieres leer, no hay problema.

A leer, pequeños y pequeñas pervertidxs

<3

Aquel día que fuimos a patinar nos lo pasamos genial. No me había sentido así de feliz en mucho tiempo. Me había sentido como si de verdad fuera yo. Estar con Alan, Amanda y Dalek en una pista de hielo y con patines fue una experiencia que nunca olvidaría —especialmente la parte de ver a Mandy cayendo de culo—, por más que pasaran los años no lo haría.

Volviendo a la realidad, estaba en la biblioteca ojeando un libro de historia del arte a ver si encontraba algo interesante para el proyecto que tenía que entregar esta semana, sí, lo sé muy finalista pero siempre lograba terminar mis cosas a tiempo. Pero capté un movimiento cerca y levanté la mirada para encontrarme con una chica pelirroja que conocía de una de mis clases.

¿Cómo se llamaba...? ¿Marie? Mhm... Creo que sí.

—Eres April Walker, ¿verdad?— dijo tras sentarse delante de mí en una silla.

Yo coloqué el libro en la mesa para prestarle toda mi atención.

—Así es— dije— ¿Qué pasa?

Ella enrojeció un poco y se puso a juguetear con los dedos.

—Mira— empezó— Soy Marie, no se si te acuerdas de mí, pero compartimos clase d...

—Sé quién eres— la interrumpí cuando empezaba a divagar.

Carraspeó empezando a jugar con un mechón de cabello rojo. Me miró, está vez más segura de sí.

—Mira te tengo una propuesta— la observé con más interés en cuanto dijo eso—, mi padre dirige una empresa que está llevando a cabo un proyecto con jóvenes. Ya sabes, para darles una gran oportunidad. Y justamente les falta un diseñador gráfico— me sonrió ampliamente. Yo estaba tratando de asimilar información— Bueno... ejem... Yo pensé que quizá querrías hacerlo, como es de lo que estudias y me han dicho que eres muy buena en lo que haces.

Bajé mi mirada hasta la madera de la mesa, pensativa, pero la devolví a su lugar anterior cuando Marie habló otra vez.

—Sé que quizá tienes que pensarlo unos días antes de darme una respuesta definitiva— escribió un número, que supuse que sería el suyo, en un trozo de papel. Se levantó de la silla y al pasar por mi lado apretó mi hombro— Llámame cuando estés lista.

Fruncí el ceño al papel como si tuviera la culpa de todos mis problemas.

A ver, es verdad, me estaban ofreciendo un sueño en bandeja de plata. Pero igual tendría que pensármelo unos días, tal y como había dicho ella.

Recogí mis cosas —y el trozo de papel—, marchandome de la biblioteca con rumbo a mi piso. Ya era de tarde, pero ese día ya no tendría más clases. Por mala suerte, Amanda sí que las tendría, así que me esperaba una hermosa y solitaria tarde.

En cuanto llegué metí el cerrojo en la cerradura y abrí como siempre pero está vez me encontré con algo distinto al llegar a mi habitación. Y es que había una nota.

Por favor, ya basta de notitas y papelitos. ¡Que estamos en el siglo XXI!

Negué y tomé el papel en mis manos para leerlo.

Vas por mal camino. Crees que descubrirás mucho cuando en realidad no descubrirás nada más que una pequeña mentira: tu madre no se suicidó. ¿Por qué pensaste eso en primer lugar? No tenía motivos para hacerlo. Sino que yo, este humilde hombre que te escribe la mató.