Capítulo 7: Adicción

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Ya había comenzado a nevar. Todo el campus de Oxford se encontraba cubierto de blanco, nieve.

El desconocido de los mensajes raros no había contactado de nuevo conmigo. Ni una sola señal de vida.

Era domingo y me dispuse a estudiar para los parciales que se desarrollarían dentro de unas semanas. Ya llevaba  unas cuantas horas haciéndolo cuando mi móvil vibró sobre la madera del escritorio. Lo levanté y observé las palabras que estaban en la pantalla iluminada.

Amanda: April, no volveré hasta tarde. Así que no me esperes para la cena.

Bien, perfecto.

Observé la hora en la barra superior de la pantalla.

4: 06 p.m.

Pues, ya fue suficiente del maldito estudio. Me levanto de la silla y miro a través de la ventana.

¿Qué hago? Afuera está helado.

¿Desde cuándo te importa el clima? Al contrario, siempre te ha encantado el frío y la nieve.

Cierto.

☆☆☆

Y aquí me tenéis: April Walker delante de la puerta de los Wallace.

Bien, ¿qué hago aquí? Ni idea.

Mi mano estaba a centímetros de la madera, sólo un poco más y...

No, mejor no.

Mi mano quedó suspendida en el aire. Al pasar unos segundos sin moverme, me giré sobre mí propio eje para seguir con mi "marcha de despeje mental" pero...

Ay, no puede ser. Mierda.

Exacto, mierda.

Actualmente estás jodida. Con todas las letras.

Oh, gracias por recordármelo.

Él se quedó a unos metros de mí con cara de confusión total. Estaba vistiendo una sudadera de un tono azul oscuro y pantalones deportivos. En sus manos llevaba unas bolsas con... ¿comida?

—¿Qué haces aquí?— preguntó aún estupefacto.

—Oh, Dante... este mmh... yo... — mi voz fue interrumpida por el sonido de la puerta de a mis espaldas abriéndose.

Joder.

J-O-D-E-R.

¿Hay alguna manera de estar tan jodida?

Me volteé y pude ver el rostro de Dalek, mucho más aturdido que el de nosotros dos. Intercambió una mirada de qué pasa con su hermano y este arqueó sus cejas y frunció sus labios en su dirección. Luego alternó su vista entre ambos.

—Yo ya me iba— dije evitando la mirada de ambos.

—Ey, no no no. Usted se queda, señorita— pronunció Dalek y agarró mi brazo llevándome al interior del apartamento, no opuse resistencia— De paso puedes cenar con nosotros.

Dante entró y colocó las bolsas sobre una encimera. Comenzó a sacar algunas verduras y yo lo observé con cautela, algo no cuadraba.

Protagonistas de nuestro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora