Capítulo 19 - Cumpleaños (parte 2)

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—Useless. Como todos los hombres.

—¡Keeks!—reprendió Martin a la morena en un susurro que alcanzó los oídos de Juanjo, lo cual le arrancó una sonrisa. Incluso Denna, que estaba sumida en la seriedad del momento, moldeó sus labios suavemente, sucumbiendo a la gracia que le provocó escuchar el tono del vasco.

—¿Qué?—susurró esta vez Kiki—Did i lie?

Martin abrió los ojos como un búho y pasó una mano sobre la boca de su amiga, tratando de que las palabras de la menorquina no fueran escuchadas por el destinatario de estas. Chiara se revolvió bajo el agarre de su amigo.

Todos estaban quietos, esperando como estatuas a una distancia prudencial de Omar y Ruslana. El mayor había recibido una llamada justo en el momento en el que iban a subirse a los coches. Su rostro había palidecido de pronto ante lo que la persona que le hablaba al otro lado de la línea le contaba. Después de eso, había salido corriendo, seguido muy de cerca por su novia. En aquel momento, ambos llevaban algunos minutos alejados del grupo, el manchego con el teléfono pegado a la oreja y la pelirroja tratando de enterarse de lo que estaba pasando. Juanjo no perdía detalle de ninguno de los movimientos de ambos. No quería poner en palabras sus propios pensamientos, por suerte, su mente solía estar conectada con la de Álvaro. Y, en aquel momento, el sevillano demostró menos filtros mentales al hablar.

—Tiene pinta de que nos quedamos sin casa, no sé cómo lo estáis viendo—comentó Álvaro, tratando de quitarle hierro al asunto—A las muy malas, nos montamos un botellón en algún parking. Los coches los tenemos.

—¡Álvaro!

La madrileña lo habría fulminado con la mitad si dispusiera de ese poder. De hecho, no se pudo contener y atizó su brazo con la mano, en un intento de que Álvaro comprendiera que la situación podía parecer cómica pero si tenía razón con palabras, iba a afectar al corazón de pollito de Juanjo. El sevillano no se quedó quieto y respondió a la manotada propinándole otro golpe a Bea.

—Por favor, tengamos la fiesta en paz—comentó Alex en tono conciliador, interponiéndose entre ambos amigos, aunque en la voz se notaba un pico de decepción. La idea que había mencionado Álvaro era un pensamiento compartido por los presentes.

—¿Fiesta? ¿Qué fiesta? Si por culpa del bombero, Juanjo se va a quedar sin fiesta—se quejó Chiara, apoyándose sobre el capó del coche de Paul. Cruzó sus brazos bajo su pecho y adoptó un gesto infantil de enfado, con la bocha arrugada en un mohín. Juanjo no sabía si el resto de los allí presentes se había dado cuenta de que el enfado de Kiki estaba motivado por los celos que la consumían y que lo de su fiesta solo era la excusa perfecta para poder quejarse del manchego sin dar explicaciones de más.

—Kikita, baja un cambio—advirtió Lucas suavemente, acompañando sus palabras de una risita ligera para alivinar el ambiente. Se apoyó junto a ella en el coche y pasó su brazo tras los hombros de la chica, provocando que esta se acurrucara suavemente en él—No sabemos aún.

Como si las palabras del uruguayo lo hubieran invocado, la voz de Omar se alzó tras el cuerpo de Juanjo. Todos se volvieron hacia él.

—Chicos, lo siento un montón—las cejas del manchego se acercaron cuando frunció el ceño en un gesto apenado. Juanjo no pudo evitar que sus labios se unieran en un puchero infantil, Álvaro tenía razón—Mis padres dicen que al final van a pasar el finde en la casa de campo y no podemos ir—Naiara agarró el brazo del maño como si le estuvieran dando la peor noticia jamás contada, anticipándose a la tristeza de Juanjo. Omar se aclaró la garganta y continuó—Pero he pensado que podemos ir su piso, al de mis padres digo. Solo tenemos dos habitaciones y no podremos hacer mucho ruido, pero yo creo que nos podemos apañar. ¿Qué decis?

¿Quién es ese Juanjo? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora