🚘4 horas de Viaje, 12 horas para el Concierto - 10 horas para la Reunión

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– ¡Listo! – dijo Mario cuando estuvo a nuestro lado –

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– ¡Listo! – dijo Mario cuando estuvo a nuestro lado –. Ahora, a ver esas olas.

– ¿Vamos a ver el mar? – pregunté entusiasmado.

– Bájale 2 rayitas, mira que está que llueve y es peligroso – me dijo el Simpático –. No podrás mojarte.

– ¿Quién dice que no? – desafié –. Si hay agua, nada me lo impide.

Marta nos miraba y se reía, de verdad éramos como unos niños pequeños.

Nos volvimos a subir al coche y Mario contaba anécdotas de sus viajes cuando pasaban por aquí.

– Siempre nos quedábamos una noche en esta bella ciudad, pero como debemos llegar hoy a Roma, hemos hecho el recorrido más rápido – dijo él.

– Lo agradecemos enormemente, pero si se les hace más grato, déjennos aquí, desde aquí podemos tomar cualquier autobús a Roma – dijo Jeremy.

– ¡Que va!, dijimos que iríamos con ustedes y nos vamos con ustedes, que es eso de medio día, habiendo días enteros – interrumpió Marta.

– Estaremos siempre agradecidos – dije.

Seguimos escuchando las historias, hasta que Mario estacionó en la costa.

Nos bajamos para acercarnos al agua.

– Será mejor colocarnos una chaqueta, cariño – dijo Mario –. Ya comenzaron a caer gotas.

Comenzó a caer una pequeña llovizna, miré a Jeremy que seguía con su abrigo.

– ¿No trajiste otra cosa? Eso quedará empapado – le dije, él solo se encogió de hombros.

– Toma querido, que lo que menos queremos es que te enfermes para tu gran reunión de hoy.

– Siempre preparados – dijo Mario.

Jeremy abrió el paraguas que le habían pasado en ese momento y se posicionó bajo él. Así pudimos caminar sobre la arena y poder ver el mar más de cerca.

– Es maravilloso pensar que tienen el placer de pasar por este lugar cada vez que van a ver a su hija – dijo el rubio –. ¿Ella ya sabe que están por llegar?

– Debe saberlo – contestó Marta con nostalgia, se aferraba más a Floky que tenía en sus brazos.

– ¿Han hablado con ella? – pregunté.

– No podemos hacer eso – contestó Mario.

Con Jeremy nos miramos, entendimos que la historia que creíamos, no era como la pensábamos.

– ¿Como así? – se adelantó –. Si es que se puede saber, claro.

– Queridos, claro que pueden – agregó la anciana, dedicándonos una sonrisa.

Tiempo de ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora