CAPÍTULO 2

2 0 0
                                    

¡¡¡¡¡Llego el tigre, mujeres!!!!!

Espero que os guste tanto como a mí. 


RODRIGO.

"Hay personas que llegan a tu vida para que no desaparezcas."

Coloco la tercera caja de café en grano bajo el mostrador cuando escucho el sonido reconocible de la campanilla, levanto la mirada y la veo. Está aquí y su presencia llena toda la estancia, me hace sentir atrapado y apenas ha dado dos pasos tímidos más allá de la puerta.

—Buenos días —dice despacio y sé al instante que está nerviosa, quizá se siente un poco desubicada, expectante ante lo que le traerá consigo esta nueva experiencia.

La chica que desde ayer me tiene intrigado está ahora a solas conmigo en está cafetería.

«Kalm», me repito, pero el corazón me late desbocado, el mismo corazón que no se ha acelerado por nadie en más de cinco años.

Confirmo en este momento que las sensaciones que experimenté ayer no fueron producto de mi imaginación, y eso me tranquiliza y me alarma a partes iguales, están de vuelta, son reales, tan reales como ella.

Es tan guapa que resulta doloroso mirarla fijamente, pero, por más que me reprimo a mí mismo, no soy capaz de controlarme y sigo, con el rabillo del ojo, cada uno de sus movimientos. Me siento patético, como un puto crío ante su primer cuelgue.

He visto muchas mujeres hermosas durante toda mi vida, despampanantes, y muchas más desde que pasó aquello, mujeres que, aún con todo tipo de métodos de seducción, no han conseguido hacer que ciertas partes de mí vuelvan a la vida en estos últimos años, ni que las imágenes del pasado dejen de atosigarme, ni que las llamas agradables de la atracción me ardan de nuevo en el pecho.

Las diapositivas de ese día no me abandonan la mente, no me dan un respiro y no dejan de martirizarme de manera contínua cada vez que veo a una mujer, pero ayer, cuando vi a Amaya, no vi a Fenna en su cara. Su rostro no se distorsionó hasta convertirse en el de alguien más; solo vi esa piel bronceada, esas pecas rojizas bajo su mirada, esos ojos amarillos, ese cabello cobrizo y esos labios gruesos. ¡Joder, menudos labios!

Un calor reconfortante vuelve a arder en mi interior y me deja perplejo, pero, a la vez, me recuerda la satisfacción que trae consigo el sentirse un hombre vivo.

La verdad es que estoy acojonado —nadie debe de saber nunca qué tengo la capacidad de sentir eso, pero lo siento—, me resulta inquietante el hecho de desconocer los detalles de este despertar espontáneo en mis emociones, después de tanto tiempo. ¿Por qué ahora? ¿Por qué con ella? No lo sé, pero pretendo averiguarlo. Me disgusta este tipo de espontaneidad, me aleja de mis rutinas cerradas y de mi autocontrol. Bien es cierto que anhelaba poder sentir de nuevo las chispas de la atracción y la emoción del deseo, pero, a la vez, me desconciertan en demasía estos nervios que se me instalan en el pecho en forma de nudo, el sentir que espero una sonrisa dulce y un par de pestañeos de alguien que nisiquiera conozco o me conoce a mí. Joder, si creo que babeo ahora mismo.

Poder sentir algo después de haber perdido la esperanza de que mi cuerpo perdonase el error que cometieron otros, de mucho tiempo en el que las mujeres solo han logrado producir decepción en mi entrepierna e ira en mis emociones, me resulta desconcertante. Creí que la sombra de ese vil engaño jamás se apartaría de mí. Pero, anoche, al fin he visto a una chica que me ha dejado cautivado, que me ha parado el corazón y la... Vale, tengo que parar. Ha sido muy fuerte, confuso, pero mágico a la vez. Un despertar, una esperanza para resurgir de mis propias cenizas.

Hasta que la mafia nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora