CAPÍTULO 7

1 0 0
                                    

AMAYA.

"Aquellos que creen en la magia están destinados a encontrarla en cualquier situación."

He intentado evitar a Rodrigo desde que iniciamos nuestro turno, aún estoy un poco molesta con él por haber pagado la compra a pesar de que le dije que no y aún estoy más molesta conmigo misma por estar metida en esta situación, pero la verdad es que me estoy planteando perdonarle, no puedo parar de reirme cada vez que lo miro de reojo y veo sus gestos angustiados, agitados, nerviosos. He de decir en su defensa que, no solo se le ve muy intranquilo, tampoco ha parado de pedirme disculpas y hacer pucheros por haberme incomodado desde que entré por la puerta esta mañana, incluso me hizo un capuccino con un dibujo desastroso que pretendió hacer pasar por unas manos unidas en súplica.

Esta es la quinta vez que arruina el café de un cliente y decido intervenir cuando lo oigo maldecir en un idioma que no entiendo.

—Vale, me rindo, estás perdonado. —digo agitando un trapo de cocina de manera dramática.

—¿En serio, Madrid? —suspira aliviado. No puedo evitar reír, menudo dramas está hecho. —Borrón y cuenta nueva —sonrío —pero por favor céntrate ya o vas a agotar todas las reservas de café del local.

—Menos mal que cortas tu frialdad conmigo, estaba empezando a tener miedo de mí mismo y mi nivel de patosidad extrema ocasionada por la manera en la que me congelabas con tu mirada. La tensión es tal que casi puedo cortarla con las manos.

—Lo dejaré pasar si prometes no volver a hacerlo.

—Amaya —su semblante cambia al instante, se muestra serio y, entonces, veo en él a un hombre decidido y centrado en sus responsabilidades y negocios. —Solo me preocupo por las personas de mi programa. Nunca he pretendido incomodarte.

Mentalizo la veracidad en sus palabras y, de repente, me cortan como cuchillos, me resultan dolorosas y mi ánimo cae en picado, me siento estúpida e irracional, primero por haber montado una pataleta a un chico que solo cumple con la que cree que es su responsabilidad, y segundo por haber sentido que podía ser algo más allá de eso. Llevo tanto tiempo sola que a veces no asimilo lo difícil que se torna para mí recibir ayuda desinteresada de los demás.

Rodrigo sigue a mi lado, me mira con ojos suplicantes y, me doy cuenta de que debo relajar mi actitud y dejar de hacerme ideas raras. Rodrigo no es mi ex, no es mi amigo ni nadie a quien haya conocido antes, es solo una persona muy altruista e implicada que ofrece un programa de caridad a personas que, como yo, ven destruida su vida por múltiples razones, es alguien empático y un jefe increible, y yo me he puesto hecha una furia cuando él solo cumplía con su trabajo.

—Lamento mucho haber sido tan exagerada. —admito.

—Puedo entenderte —me sonríe y choca su hombro con el mío en señal de cordialidad —eres una chica acostumbrada a apañárselas por sí sola y fiel a sus valores, no debe resultarte facil necesitar o recibir ayuda. Aunque no lo creas, Amaya, ayer he aprendido algo sobre ti.

—¿Que soy muy obstinada y fácilmente irritable?

—Aparte de eso —sonríe —pero, por ahora, me lo guardaré para mí.

No me da lugar a réplicas, desaparece de mi vista y entra en la cocina.

***

Se acerca la hora de finalizar el turno y Albert canta a todo pulmón the lazy song de Bruno Mars mientras se debate a duelo con el sonido de la carne chisporroteando en la parrilla.

—Creo que hoy comeremos babas de un cantante frustrado —bromea Rodrigo.

—Oh, no por favor —no puedo evitar reírme ante su ocurrencia y también sentir unas cuantas náuseas al mismo tiempo.

Hasta que la mafia nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora