PRÓLOGO

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  Bienvenidos a la apasionante historia de Amaya y Rodrigo.

¡¡¡¡Advertencias!!! 

-Personaje masculino de moralidad gris.

-Escenas sexuales explicitas

-Lenguaje que puede resultar ofensivo

                                                                                               

Amaya:

     Un castillo de verdades hecho de cristal, mentiras hechas de piedra.

Corro alrededor de las vías mientras me abrazo con toda la fuerza que soy capaz de reunir en el vientre. Esta vez la he cagado, la he cagado mucho. El viento gélido y la lluvia fría no son los únicos que me hacen tiritar en estos momentos, porque es más predominante la fuerza del pánico y del terror que me invaden por completo.

Tengo miedo.

Mi embarazo de treinta y seis semanas se siente más pesado que nunca y la velocidad a la que me desplazo me hace temer por su seguridad. Los pongo en peligro y me siento fatal por ello.

No me lo puedo creer. De nuevo he acabado en la misma situación, huyendo de una mentira y, a su vez, de una dolorosa verdad. Creí que la burbuja de cristal en la que había logrado encerrarme jamás reventaría, pero lo ha hecho y, esta vez, no solo tengo el corazón roto, sino que me siento un ser errante, un cuerpo sin alma que avanza sin mucho sentido en su andar, solo por la inercia del movimiento y el instinto de supervivencia.

¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora?

¿Cómo no he podido verlo antes? Estaba tan cegada por la perfección qué él me ofrecía, tan enamorada de la idea del amor y de la utopía en la que se ha convertido mi vida a su lado durante más de dos años, que he olvidado que solo estaba vivía una ilusión, un sinsentido, un galimatías. Me he creído merecedora de aquello que la vida se ha empeñado en gritarme, una y otra vez, que no es para mí, y me he aferrado a él como si se tratase de un príncipe encantador, una resurrección, una oportunidad de ser feliz. Lo ha sido, pero ha llegado a su fin. Mi chico perfecto es una mentira. La persona que logró que volviese a creer en algo, que soñase con tener mi propia familia, con forjar una conexión real, se ha convertido, de repente, en mi verdugo, en alguien de quien tengo que escapar, huir y esconderme. Creí que nunca volvería a sentirme de una forma similar a esta, pero es peor. Esto es, con diferencia, lo más cruel que me ha pasado jamás, y me rompe de una manera tan fuerte que me hace dudar de mi capacidad para reconstruirme.

Me detengo entre la maleza y dirijo la vista a la ciudad, ellos estaban muy cerca y aún no entiendo cómo he logrado perderlos de vista, pero lo conseguí, les he sacado ventaja suficiente como para darme un momento de descanso y analizar la situación.

El pánico me corroe a pesar de que intento sosegarlo y las imágenes que me asaltan la mente no me ayudan en absoluto, tengo que mirar, una y otra vez, en todas las direcciones para comprobar que no son reales y que no me sigue ninguna multitud de gente con antorchas en las manos al grito de «bruja», con la voz llena de rabia y los ojos rebosantes de odio. Que no disfrutan sin remordimientos mientras me condenan a pasar horas de agonía mientras me quemo viva en una hoguera, no estoy en Salem y esto no es 1692, a mí no me acusan por practicar la brujería, sino por enamorarme de una mentira. Los tiempos han cambiado desde ese entonces y, a pesar de que siento el mismo calor de las brasas que me arden en la piel, me recuerdo a mí misma que, en este siglo, no es necesario el fuego para quemar en vida a una persona.

Distingo los destellos lejanos de las linternas de los móviles, las voces de los farsantes mientras gritan mi nombre y los chapoteos de los pasos entre los charcos que empapan el prado debido a la lluvia. Bien, me reconforta ver que nadie me ha creído tan arriesgada como para meterme entre las vías de tren en medio de una noche llena de niebla; por suerte, ninguno de ellos me conoce, nunca he sido sensata a la hora de tomar decisiones de vida o muerte. No puedo ver a más de diez metros de distancia y es frustrante, pero eso no me va a detener. Es verdad, no quiero estar aquí ni pasar por todo esto y, en cierto modo, sé que no me servirá de nada esconderme, todo el maldito pueblo me busca, porque todo el maldito pueblo les pertenece a ellos, pero no me rendiré sin luchar y no voy a entregarles mi cabeza servida en bandeja de plata para que se regodeen en mi debilidad. La forma en la que he vivido engañada durante casi tres años me dice que ya lo han hecho suficiente.

Hasta que la mafia nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora