Capítulo 15

1 0 0
                                    

AMAYA

"Haces que mi corazón sonría."

Genial, volvemos a empezar con el desfile de policías por mi vida, a estas alturas siento que los juzgo por su participación en algún concurso de belleza más que por sus actos para mi bienestar o protección, he visto tantos de ellos que podría reconocer el cuerpo al completo, al menos en la comisaria numero dos de Hortaleza.

Cuando Rodrigo asiente confirmo que no me queda más remedio que enfrentarme a esto, ojalá hubiese dicho que no, pero sé que él no es un jefe capaz de hacer algo como eso. Debería estar más que acostumbrada a esta situación, pero, joder, la verdad es que sigue consiguiendo ponerme nerviosa, es algo en mi interior, algo intrínseco que me obliga a desconfiar, a ir con cautela después de todas las veces en las que me he sentido decepcionada con está institución.

Empiezo a quitarme el delantal y entro tras la barra para colocarlo, Rodrigo se acerca y siento que su presencia llena todo el espacio, que estamos solo nosotros en el bar y que estamos protegidos detrás de esta barra, como si fuese un escudo ante cualquier mal. Quiero abrazarlo, quiero que me envuelva en sus brazos, me acaricie el pelo y me diga que todo va a estar bien, pero eso no va a pasar, no debería de pasar. No tardo mucho tiempo en liberarme de las garras de esa ensoñación, de ese galimatías, sé reconocerlos y no permito que me envuelvan por demasiado tiempo con sus engaños. Ya no soy de esas chicas que alientan las falsas esperanzas. Rodrigo me mira expectante y, a pesar de que estoy nerviosa, le ofrezco una tímida sonrisa, una con la que intento convencernos a ambos de que todo estará bien.

—¿Puedo acompañarte? No tienes porque pasar por esto sola, Amaya.

Tardo unos segundos en asimilar lo que acaba de decir, parpadeo en múltiples ocasiones y me siento confusa. Estoy acostumbrada a pasar por esto sola, a resolver todo sola, a escuchar las malas noticias sola y a llorar en soledad. Nunca he necesitado espectadores para mi desgracia, de hecho, no es algo que me gustaría, pero, en este momento, me sorprende lo mucho que me agrada la idea de que Rodrigo me acompañe. Sé, en lo más profundo de mi interior que él quiere apoyarme genuinamente, no porque tenga segundas intenciones conmigo, no porque disfrute viendo el caos a mi alrededor o porque mi personalidad lo deslumbre, sino porque, por alguna razón que aun no logro comprender, se preocupa por mí, así como se preocupa por todos. Aún así niego con la cabeza y susurro un lo siento después de una larga pausa, él me contesta con una sonrisa y me dice que está ahí para mí si lo necesito.

Una vez fuera, el bullicio de la gente y la frialdad del aire me resultan agobiantes. Las miradas de reojo de los policías y su incomodidad a la hora de empezar a hablar me confirman de antemano cualquiera de mis sospechas. Sé lo que van a decirme, así que no lo retraso más para que podamos acabar cuanto antes.

—¿Podemos subir a mi apartamento? —pregunto, pero utilizo la determinación suficiente como para que entiendan que no es una pregunta. Las miradas recelosas de los viandantes posadas en nosotros están consiguiendo ponerme de los nervios y, como he dicho antes, mi desgracia no necesita espectadores.

—Claro, donde se sienta usted más cómoda.

Los guió hasta la puerta del apartamento y, al llegar, no consigo meter las llaves en el pomo debido a lo mucho que me tiemblan las manos. ¡Joder! Estoy de los nervios. Quiero mostrar determinación, no debilidad, no es la primera vez que paso por esto, pero no puedo evitar que siga haciendo en mí el mismo maldito efecto. La mujer policía se acerca y, posa sus manos sobre las mías antes de pedirme, con un gesto, que la deje ayudar, se lo permito.

Una vez en el apartamento les ofrezco que tomen asiento así como algo de beber, pero rechazan mi ofrecimiento, muy bien, sé como va esto, no es una reunión social, ellos solo cumplen con su trabajo y no pretenden ser mis amigos.

Hasta que la mafia nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora