Capítulo 26

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RODRIGO.

"Quiero estar contigo aunque eso signifique que el mundo arda."

Acabo de despedirme de Hanna y verla cruzar la pasarela del control de seguridad, joder, como me cuestan las despedidas y como la voy a echar de menos, más ahora, que he tirado a la mierda mi felicidad al lado de Amaya por culpa de mi padre y mi familia.

En cuanto me acerco al coche escucho el sonido del móvil, cuando lo cojo en manos deja de sonar. ¡¿Qué?! dieciséis llamadas perdidas de Albert, pero, ¿que? ¿Acaso está ardiendo la cafetería? Antes de procesar mis pensamientos vuelve a sonar en mi mano y contesto enseguida.

—¡Joder! ¡Te he llamado veinte veces tío!

—Oye, ¿Qué pasa? —El miedo se instala en mi pecho al escuchar lo alterado que suena, Albert nunca se altera.

—Tienes que venir aquí cagando leches, ese tío, el ex de Amaya...

No. Me imagino todos los escenarios en los que puede terminar esa frase y ninguno de ellos es bueno. El miedo me paraliza.

—Ha secuestrado a su amiga y Amaya piensa largarse, tío, está recogiendo sus cosas ahora mismo. Os dije que no era buena idea tomarle el pelo a un puto psicopata, pero os pusisteis en plan, "somos novios y nos lo montamos en tu cara" —dice en tono infantil antes de volver a ponerse serio — y ahora el tío ese está cabreado de cojones.

—Intenta detener a Amaya, estaré allí enseguida.

Mierda. Esto es malo. Esto es muy malo, peor de lo que me he podido imaginar. La he liado, he sido un imbécil y un egoísta. Me he puesto sobreprotector con ella para después dejarla tirada y ahora ella vuelve a sentirse abandonada, expuesta, en peligro y sin nadie en quien confiar o a quien recurrir.

Los neumáticos chirrían cuando acelero a fondo en la autovía.

—Siri, llama a Gerlof. —Ger contesta en el tercer toque.

Ro...

He cambiado de opinión. —lo interrumpo. —No voy a renunciar a Amaya, me dan igual los métodos, pero la quiero en mi vida.

No lo sé...

Quiero un certificado de defunción de Erika Garrido, Ger, y lo quiero para ya.

Esto va a explotarte en la cara más pronto que tarde, zopenco.

Cuando Ger corta la llamada me siento vacío. Sé que tiene razón, que son demasiados contras y que no puedo construir una relación en una base de mentiras, pero ¿qué más puedo hacer? ¿Perderla sin más? Quiero a esa mujer y buscaré la manera de arreglar todo por ella, de mantener a mi familia alejada de nosotros aunque, ahora mismo, no me quede más remedio que involucrarla.

—Siri llama a mi padre.

—Hijo. —contesta enseguida.

—Dos hombres, en Madrid, listos para recibir instrucciones. No puedo darte detalles padre, pero si me ayudas con esto, perdonaré la falta de Fenna y Hans.

—Hecho.

Mi maldita suerte está echada y no puedo hacer más que mirar la ruleta esperando que deje de girar.

***

En cuanto aparco frente a la cafetería vislumbro la escena, y una vez salgo del coche logro escuchar el bullicio. Amaya, abrigada y con una mochila a la espalda, discute con Albert, Sofía y Yolanda para que la dejen marchar.

—Lo que me faltaba —bufa al verme aparecer.

—¿Te has vuelto loca? —Mi instinto protector es superior a mí y mi primer reflejo es cogerla del brazo y enfrentarla —¿Acaso te has cansado de la vida y quieres morir?

—¿A tí que más te da?

—No voy a dejar que lo hagas.

—Os recuerdo que soy una mujer adulta.

—Llamaremos a la policía —concluye Yolanda con voz preocupada.

—Nada de policías — sentencio en tono contundente. —Iré contigo a Madrid, lo resolveremos juntos.

—Y una mierda. ¡Aléjate de mí!

—No es una puta pregunta, si quieres ser un ser irracional tú no puedes ser la única y si quieres irte de aquí sin que se involucre la policía, entonces me dejaras intervenir.

—Tienes un trastorno de la personalidad preocupante, Rodrigo, si yo fuera tú me lo haría mirar por alguien que no fuese mi prima.

Amaya resopla molesta y avanza con grandes zancadas hasta meterse en el asiento del copiloto de mi coche. Vale, está cabreada de cojones, pero ha cedido y eso es un comienzo.

—Dios mío, tened mucho cuidado —llora Yolanda.

—Por favor mantenednos informados —súplica Sofía.

—Rodrigo —el tono serio de Albert logra detenerme el corazón. —dile la verdad y tráela de vuelta, tío.

—Lo haré. No pienso perderla. 

Hasta que la mafia nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora