4. Una Oportunidad

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Jennie entra en el vestuario, arrastrando los pies con fatiga. Contempla su taquilla con los ojos entrecerrados por el cansancio. Inhalando profundamente, saca las llaves para abrir la puerta y guarda sus pertenencias con gesto mecánico. Cerrando la taquilla, sabe que su breve respiro ha terminado; debe regresar. Lleva dos días inmersa en ese lugar y siente que apenas puede sostenerse en pie. Afortunadamente, su turno terminará al mediodía.

— Buenas — saluda la rubia al entrar. Jennie la mira y, con sorpresa, exclama — ¡Dios mío!, estás horrenda ¿Una mala noche? — Jennie asiente.

— Estuve limpiando, atendiendo, limpiando, diagnosticando, limpiando, mediando peleas, limpiando, ¡y hasta encontré un juguete perdido en el estómago de un niño! — Rosé sonríe.

— ¡Yo lo saqué! ¡Era un Lego de Batman! — exclama emocionada. Jennie la mira y sonríe exageradamente.

— ¡Bien, regálamelo! Podría añadirlo a mi colección — dice mientras se dirige hacia la silla y se acomoda — normalmente, son veinticuatro horas, por lo que sumarían cuarenta horas a la semana. Estoy aquí desde... — mira su reloj y comienza a hacer cálculos — cuarenta y tres horas — Jennie la mira — el arte de la medicina — Rosé suelta una risita y se sienta a su lado.

— Es mientras las cosas vuelvan a calmarse. Escuché que suelen hacer eso al principio de año, pero luego regresamos a horarios normales. El año pasado me pasó lo mismo. Llegué a considerar ahorcarme con el cordón umbilical de aquella embarazada — Jennie suelta una carcajada, contagiando a Rosé — vamos, falta poco — Jennie suspira.

— Solo cinco horas — dice animándose.

— Será dos días de descanso — Jennie sonríe.

— Dos días — susurra.

— Mientras que yo, tengo que regresar mañana — frunce el ceño, la morena.

— ¿Por qué? — la mira Rosé.

— Mi compañera llega un poco tarde, solo serán unas horas — asiente — salimos a la misma hora. ¿Qué tal si salimos las tres para que se conozcan, o ya lo hiciste? — se acerca a Jennie. Esta suelta una risita.

— Sí... sí, ya la conozco — admite Jennie. Rosé hace un puchero.

— Yo quería presentártela — sonríe Jennie con ternura.

— Hazlo. Lo único que hice con ella fue ayudarla con un caso. Lamentablemente, el paciente no lo logró — recuerda, con tristeza.

— ¡Ay, no! Pobre Lisa, no quiero imaginar lo mal que la pasó — comenta Rosé Lisa es muy entregada a sus pacientes. Cuando no lo logra, se deprime tanto que se encierra en la ducha a llorar — Jennie ríe, por la exageración de la rubia, pero se detiene al notar que Rosé lo dice en serio.

— Oh... No pensé que fuera tan sentimental — Rosé asiente.

— Tú la ves con esa carita seria, pero por dentro se quiebra al ver gatitos maullar — ambas ríen — Lisa es asombrosa, lo juro. Es un ser hermoso, valioso. La amo — Jennie sonríe.

— ¿Vives con ella? — niega. Detiene los movimientos de su cabeza y luego comienza a asentir. Jennie frunce el ceño — ¿sí o no? — pregunta confundida.

— No, ella vive sola, pero casi siempre se la pasa viviendo en mi apartamento — sonríe.

— ¿Lisa tiene pareja? — Rosé deja de sonreír. No, ella vive sola, pero casi siempre se la pasa viviendo en mi apartamento — lo siento — se disculpa rápidamente.

— No, no pasa nada. Es solo que... — se queda pensando en que decir — esta soltera, ella está soltera — concluye. Jennie asiente levemente. Rosé vuelve a sonreír, solo que esta vez es una sonrisa picarona — ¿te gusta? — Jennie abre los ojos.

Enferma De Amor (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora