19. La Mala Suerte No Existe

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Lisa se despierta una mañana con el sonido del despertador resonando en su habitación. Con un suspiro de pereza, se levanta lentamente de la cama, sintiendo el peso del sueño aun colgando sobre ella. Se dirige al baño, arrastrando los pies por el pasillo.

Una vez en el baño, Lisa abre el grifo y deja que el agua tibia corra sobre sus manos antes de mojarse la cara. Se cepilla los dientes con movimientos lentos y metódicos, mirando su reflejo en el espejo. Sus ojos, todavía medio cerrados por el sueño, notan su cabello largo y desordenado. Suspira de nuevo, sabiendo que necesita arreglarlo antes de ir al trabajo.

Decidida, Lisa saca unas tijeras del cajón. Se coloca frente al espejo, examinando su cabello y tratando de imaginar el mejor corte. Con cuidado, toma un mechón de cabello y empieza a cortarlo, cuando de repente, el espejo se tambalea y cae ruidosamente al suelo, rompiéndose en varios pedazos. Lisa da un salto hacia atrás, con el corazón acelerado por el susto.

Mirando los fragmentos de espejo en el suelo, siente una mezcla de frustración y resignación. A pesar del incidente, sabe que no tiene tiempo que perder. Con más determinación que antes, se apresura a limpiar el desorden y se prepara rápidamente para el día que tiene por delante.

— ¡Me cago en...! — manda su cabello hacia atrás.

Después del susto inicial y la frustración de recoger los pedazos del espejo roto, Lisa decide que no puede dejar su cabello a medio cortar. Se centra en su flequillo, tratando de arreglar el desastre que comenzó antes de que el espejo cayera. Con las tijeras en mano, se inclina sobre el lavabo para utilizar un pequeño espejo de mano que encontró en el cajón. Tras unos minutos de cuidadoso recorte, finalmente logra darle una forma aceptable a su flequillo.

Con el cabello más o menos arreglado, Lisa se siente un poco más lista para enfrentarse al día. Se dirige hacia su habitación para buscar sus lentes de contacto. Rebusca en su mesita de noche, en su bolso y hasta en los cajones del baño, pero no logra encontrarlos por ninguna parte. La desesperación empieza a crecer, ya que no le gusta usar gafas para el trabajo.

— No puede ser, yo juré que... — maldice.

Resignada, saca sus gafas del estuche que guarda en el cajón de su escritorio. Se las pone y se mira en el espejo pequeño, ajustándoselas en el puente de la nariz. Aunque preferiría usar lentes de contacto, sabe que no tiene más opción si quiere llegar a tiempo al trabajo.

Lisa toma un respiro profundo y se mira una última vez en el espejo. A pesar de los contratiempos, se siente lista para enfrentarse al día. Sale de su casa apresuradamente, esperando que el resto del día sea más tranquilo y menos caótico que su mañana.

 Sale de su casa apresuradamente, esperando que el resto del día sea más tranquilo y menos caótico que su mañana

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Jennie baja las escaleras hacia la cocina, donde el aroma a desayuno recién hecho la recibe con calidez. Al entrar, encuentra a su hermana Jisoo y a Rosé, la novia de Jisoo, sentadas en la mesa, charlando animadamente. Jennie sonríe y las saluda con entusiasmo.

Enferma De Amor (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora