seis. el príncipe y la orden de la reina

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Entre la organización de la presentación como promo en la exhibición de educación física en noviembre, los partidos del equipo de colegio en el torneo de la zona y el coordinar con la empresa de indumentaria el día para ir dejar las medidas de cada uno de los chicos, la mente de Agustín estaba en todos lados y a la vez en ninguno.

Bueno, si era sincero, entre toda esa caótica agenda un poco más concentrado estaba en Valentín que en sus otras responsabilidades. La razón principal: le preocupaba.

La cosa fue así, Agustín había dejado de ser la sombra de Valentín tal como lo pidió, durante las siguientes semanas se tuvo que contener a no intervenir o hacerse notar, al menos dentro del curso podía asegurarse que nadie molestara al pelirrojo -Eran las ventajas de ser el delegado y tener aliados entre los diferentes grupos para que todo se mantuviera bajo su control- En cambio, los recreos se escapaban de sus manos, no podía meterse ni saber si el pelirrojo sufría alguna provocación de sus compañeros. Con quienes, por cierto, estaba viviendo una relación incómoda. El grupo no se había roto, las cosas seguían como siempre entre la mayoría, su tema era con Ignacio con quien estaban en una especie de ley de silencio.

—Agus —Le llamó Mechi desde los asientos del fondo. —Después de misa vamos a la casa de Gise con los chicos.

Agustín dio un pequeño vistazo a su grupo y se detuvo en su compañero de equipo, poniendo una mueca inconscientemente. Mechi siguió con su mirada la dirección y suspiró pesadamente.

—Dale, vení. De paso se arreglan con Nacho —Pidió la chica poniendo un puchero en su cara.

—No sé, Mer —Apretó sus labios en una línea recta.

—Dale, Agus —Hizo un puchero con sus labios. —No nos gusta que estén peleados

A Agustín le gustaría que el rubio no sea un idiota, pero bueno. —Voy a estar ocupado.

La chica asintió derrotada y se acomodó sobre su asiento. —Está bien.

El chico de rulos se sentía un poco culpable por no poder (o querer) juntarse con los chicos como siempre solían hacer, sabía que para Mechi era muy importante que todos estén bien entre todos, ella se preocupaba mucho por la unidad del grupo que formaron cuando apenas ingresaron al colegio en primer año. Es por eso que era una lástima que él ya no tuviese las ganas de participar de esas juntadas desde hace meses cuando aceptó muchas cosas tanto sobre su identidad y sexualidad como la bastante obvia "opinión" sobre las personas de su colectivo de varios que él conocía. Quizá Mechi era diferente, pero lo último que había ocurrido con Ignacio fue la señal de que no quería seguir intentando llevarse con ellos.

El timbre sonó indicando que era hora para la dichosa misa y cada uno se levantó de sus asientos junto con sus mochilas para retirarse luego del culto. De modo que estaban haciendo fila en el pasillo que da a la capilla contigua al colegio para entrar luego que los demás cursos se acomoden.

—¿Vas a irte con el Colo? —preguntó Francisco, su compañero de banco, de pronto haciendo referencia a la invitación de Mechi. Ambos estaban al fondo, Agustín como delegado debía asegurarse que todos estén en la fila y el otro le hacía compañía.

—Quisiera —Sonrió Agustín mirando a uno de los cuadros con santos colgados en las paredes. —Nah, no creo que me deje.

—Vos también te vas a los extremos —Se rió el rubio. Se podía escuchar la música del órgano siendo tocado por una de las monjas, seguramente practicando para cuando empiece el culto. —Un día estás como garrapata y al otro ni se pueden ver.

puntillas de pie a tu corazón {gialen}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora