trece. aquella vez que los ojos del cisne empezaron a brillar

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Valentín no tenía planeado quedarse mucho tiempo en la casa de su compañero -Bueno, en realidad, no había planeado nada-, pero contra todas sus expectativas se quedó a merendar y luego a cenar.

La cosa fue así, pensaba irse rápido para que Agustín no note que le estaba pasando algo, hasta había pensado en la excusa perfecta para retirarse sin sonar muy brusco. Sin embargo, cuando estuvo a punto de decirla su estómago gruñó como si no hubiese comido en días y el mayor le ofreció de comer. Podría haberse negado, pero ya había comprobado que era débil a los ojos de perrito mojado de Agus. De ahí, le ofreció hacer juntos los trabajos prácticos que habían mandado ese día. Y, de nuevo, no pudo rechazar la oferta. Ni siquiera su mamá ofreció resistencia cuando la llamó para avisarle donde estaba.

Así que ahí estaban degustando las pizzas que también habían preparado juntos en detrimento del corazón de Valentín.

Para el colmo, como si no tuviera suficiente con esas actitudes lindas que lo ponían nervioso, la tarea de hacer la masa para la pizza fue como esas películas románticas tontas donde sus manos se rozaban y su estómago sufría de las malditas mariposas. ¡Incluso el desgraciado le había abrazado intentando enseñarle

Fue horrible la manera en que tuvo que controlar que sus cachetes se pongan colorados y tragarse su repentina timidez cuando Agustín se le cruzó a centímetros de su rostro al buscar la sal del otro extremo de la mesa.

Si no fuese que su compañero le había contado toda la anécdota del after ese, pensaría que también sentía lo mismo que él o que por lo menos estaban en una página similar.

Y lo que más estaba odiando de Agustín era que seguramente sea así con todo el mundo y no se daba cuenta de lo que causaba en él. Aunque un poco le jugaba a favor porque Valentín era capaz de morirse si es que todo salía a la luz y no era correspondido.

Odiaba sus rulos rebeldes que caían por su frente, sus ojos curiosos siempre atentos a él cada vez que quería comentar algo y detestaba el cariño en su tono de voz cuando...

—Comé que la pizza se enfría —Le indicó Agustín. —Y saca esa cara de orto que no hicimos las pizzas con odio.

Valentín bajó su mirada y de mala gana se llevó un trozo de pizza a su boca, debía pensar en cosas malas para bajar sus reacciones tontas. Él odiaba a Agustín, así iba a sobrevivir hasta que terminen las clases en unas cuantas semanas.

Sí, Agustín era un ser molesto que no sabía recibir un no como respuesta. Agustín lo había metido en todos los líos que ha atravesado desde que ingresó al turno ese.

—Che, ¿al final cómo te fue en tus funciones?

—Bien, salas llenas y mucha gente.

—Tu solo o variación, qué tal salió al final —El ojiverde se sirvió un poco de agua de la botella de vidrio en medio de la mesa.

—Pudo ser mejor, a pesar de que las cosas con Fede están medias incómodas... —Mierda, habló de más.

—¿Qué pasó con Fede?

Ah, se iba a poner insoportable porque había tenido razón con sus observaciones sobre los sentimientos de Fede.

—Nada —Comió otra porción de pizza.

—Valentín...

Sus ojos lo estaban escaneando como si pudiera leer más allá de lo que realmente quisiera mostrar. Se veía muy lindo el hijo de... incluso bebiendo un vaso con agua.

puntillas de pie a tu corazón {gialen}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora