Capítulo 17: "Me gustas"

627 36 10
                                    

Nos marchamos de allí con el capitán al mando de la situación. Él era el único de los tres que poseía una ínfima idea del camino que debíamos tomar; aunque el navío no era su barco pirata, conocía en general los manuales de estas estructuras.
Con mi brújula como ayuda, fuimos encontrando distintas situaciones que lograron esquilmarnos una buena porción de tiempo. Los pasajes, atajos y caminos se aparecían, al tiempo que nuestras opiniones discernían sobre la ubicación.

-Es a la izquierda, tenemos que avanzar- me quejé con ánimos de armar una discusión.

-Conozco estos subsuelos, es a la derecha- replicó Gangplank.

-Yo diría que nos quedemos aquí y esperemos a algún pirata para quitarle información- agregó Nami, reflexionando en nuestras futuras respuestas.

Me senté en el suelo, sin necesidad de explicarme. Acomodé la pequeña cantimplora a mi lado y lo observé con un irritante exceso de tranquilidad.

-Está decidido. Esperaremos aquí, sólo encárguense de vigilar ambos pasillos- coloqué mis manos debajo de la cabeza-. Me recostaré un rato.

Con una mirada colmada de frustración por tener un equipo demasiado receloso, me miró sin proliferar una palabra.

-Los piratas nunca bajan aquí, colorada- dijo, colocándome un nuevo apodo-. Tenlo en cuenta.

-Entonces avancemos. Recorrimos demasiado, posiblemente quede poco camino- protestó Nami.

Me limité a seguirlos junto a un histérico disgusto de mi lado. Los pasillos se asemejaban entre sí: todos sumergidos en una infinita penumbra, y asociados a un húmedo clima proveniente de las aguas frías donde el barco navegaba. El constante silencio me traía escalofríos, éramos los únicos allí abajo.
Finalmente, la salida se avecinó con la aparición de un guardián que dormitaba sobre una incómoda banqueta con una botella de ron entre sus dedos. Se alumbraba con un pequeño farol apoyado en el suelo, y su propósito original era corroborar la puerta de hierro detrás suyo, que nos observaba con tentación. Sin embargo, era un pirata, de modo que poseía el pensamiento mediocre y perezoso de un típico holgazán.

-¿Lo despertamos o le disparamos?¿Qué opinas?- masculló Gangplank a mi oído.

-Pensé que tenías todas las respuestas, capitán- respondí en un tono bajo-. Yo diría que lo obliguemos a que nos lleve con su jefe, o confiscarle sus armas.

Él ancló su mirada en el ocioso hombre que emitía unos estruendosos ronquidos, y una pronunciada respiración. Analizó cada detalle de la vulgar armadura que vestía, y la contextura física del individuo: no sería difícil de vencer.

-Mira- dijo con una sonrisa burlona-, tiene tus pistolas en uno de sus estuches. Estoy seguro que si utilizas tu hermoso escote, te las entregará- Me guiñó el ojo.

Puse los ojos en blanco, y luego asentí con una mueca de disgusto. Ambos se escondieron detrás de una columna, aguardando que actuara como una estúpida y atractiva mujer dispuesta a ofrecer su cuerpo para abastecer necesidades sexuales. Pensarlo resultaba exasperante y asqueroso.

-Disculpe, joven hombre- comenté arrodillándome al lado de la banqueta y observándolo desde abajo, haciendo notar mis senos-. Estoy perdida y no encuentro una salida, quisiera saber si usted... podría ubicarme- expresé con un tono sensual, al tiempo que lentamente rozaba mi mano por su rodilla hasta llegar a su muslo.

El pirata despertó sorprendido al oírme, sin embargo, cuando me divisó, supuso que era una de las muchas prostitutas que compraban con unas insignificantes monedas de oro. Tomó la mano que tocaba su pierna y la enredó en la suya, mientras que yo me enderezaba hacia él.

-Hola, hermosa. Permíteme ubicarte, ¿quieres?- dijo tomando mi cintura.

Le sonreí, imitando ser lo que él creía que era: una ramera. Me coloqué encima de él, sentándome con las piernas rodeando su cadera. El asqueroso holgazán comenzó a besuquear mi cuello mientras me acariciaba la espalda. Fue repugnante tener que disimular agrado y éxtasis, moviendo mis caderas suavemente.
Deslicé mi mano hasta llegar a donde mis armas se hallaban; las tanteé y, después de reconocer dónde se encontraba el gatillo y sosegarlo lo suficiente como para que no se diera cuenta, desvainé las pistolas y le apunté.

-Lo siento, maldito baboso. Lo dejaremos aquí- dije y le coloqué un fuerte golpe con la culata del arma en la nuca. Él terminó desmayado.

Me corrí de encima suyo y me refregué frenéticamente el cuello, en un intento de quitarme sus asquerosos besos. Las armas en mis dos manos, las hice bailar entre mis dedos hasta aterrizar en sus respectivos estuches. Con mi semblante de expresión verde de náuseas, dirigí los pies hacia donde mis aliados se hallaban ocultos. Me sentía nerviosa, enojada, sucia y sobre todos los sentimientos anteriores: avergonzada.

-Espero que estas ideas no se repitan muy a menudo, capitán- le dije refiriéndome a lo recién ocurrido-. Fue... completamente repugnante.

Esbozó una sonrisa, sin embargo, al notar mi aspecto irritado por su reacción, intentó esconderla. Se acercó a mí insinuante, no obstante, ni me inmuté y me mantuve firme con mi atmósfera colmada de rojo furia.

-De todas maneras nuestro plan funcionó, ¿verdad, Nami?- comentó.

Ella asintió asustada de mi aspecto símil al de un gato enojado: el pelaje erizado, la espalda arqueada y dispuesto a atacar. Mi aura era maligna y apuntaba sólo a Gangplank, como un sinfín de girasoles observando al Sol.

-Para la próxima, serás tú el que seduzca al enemigo, capitán- dije entre dientes.

Se acercó de nuevo, en busca de tranquilizar mis sentidos con su sencilla presencia.

-¿Qué te hizo?- preguntó tomándome de la cintura, y acercando su rostro al mío-. ¿Esto?

-¡No es momento, imbécil!- exclamé. Lo empujé hacia atrás, separando nuestros cuerpos del mismo modo en que las hojas se separan de las ramas en otoño. Con mis mejillas ruborizadas, me di la vuelta y respiré hondo: no era capaz de verlo a los ojos, esos del color marrón de la experiencia, que enloquecían hasta el más pequeño de mis huesos-. No soy un objeto, ni una llave. Acabo de hacer algo repugnante con un pirata, ¡Un maldito pirata! Es humillante-agregué con un exagerado gesto de desagrado.

Cada palabra afectó al capitán como si un hacha le hubiera caído sobre la cabeza, degollándolo. Miré sobre mi hombro: se hallaba apoyado en la misma columna donde se había ocultado, junto a una mirada pensativa e intranquila con un dejo de perplejidad. Remojó sus labios, me observó reacio a contestar, y dirigió su mirada al suelo.

-Perfecto, justo lo que necesitaba- exclamó con hiriente sarcasmo.

Me dolió haberlo herido. No me había detenido a pensar en mis palabras, que actuaron como cientos de espadas sobre su orgullo. Él también era un pirata, uno de los más crueles y respetados en todo Aguas Turbias. Había atacado el pasado intacto que flotaban en su historia, había golpeado en su punto más característico.

-No me refería a ti, tú eres diferente- expliqué intentando remediar mi error.

-Sí, estoy seguro. Maté a mi padre, me adueñé de su fortuna, me proclamé capitán y conseguí respeto asesinando gente inocente- replicó con un notable nudo en la garganta-. Sara, te mereces un mejor compañero de viaje, ¿sabes?

Sentí una flecha atravesar mi pecho, perforando mi alma y dejándola agonizar, hasta asesinarla al volver a reflexionar en la última oración. Con el corazón pinchado, dejé escapar todos mis sentimientos por mi boca.

-No, no digas eso. Tú eres... indispensable- no me bastó el adjetivo, lo volví a intentar-. Quiero decir, admirable y tierno- Esbozó un gesto de confusión, me sentí nerviosa-. Al diablo, me gustas.

Me detuve en ese instante cuando su semblante cambió. Finalmente lo había dicho, simplificándolo todo en dos sencillas palabras cargadas de demasiada presión: me gustas.

De holgazán a rebelde (Miss Fortune x Gangplank) League of LegendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora