Capítulo 5: ¿Amor o deseo?

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Habían transcurrido dos días luego de zapar hacia el Mar del Guardián. Aquella noche era la última antes de llegar a destino, sin embargo, era una frígida y corrompida, llena de vacío. Se tornaba siniestro cuando las corrientes de viento chocaban contra los veleros, sacudiéndolos como cascabeles. Los flujos marítimos parecían desplegarse en contra del barco, partiéndose en el momento que lo tocaban. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando se oyó un ensordecedor trueno relampagueando entre las nubes: era una clara señal de una contigua tormenta. Tenía miedo y frío; el grueso edredón que me cubría en la cama no abastecía para calmar mis titubeos. Era la sensación de hielo derritiéndose sobre mi espalda.

Miré hacia la ventana: la luna lúgubre imitaba a un farol apagado, las nubes ganaban terreno sobre el cielo, como si de una guerra se tratase, trayendo de resultado a las pequeñas lágrimas de lluvia que comenzaban a brotar hasta caer y explotar sobre el vidrio. De repente, un humo gris comenzó a nublar la vista que se podía apreciar. Fruncí el ceño, ¿algo se estaría quemando? Sonaba descabellado, no obstante, preferí averiguarlo antes de que fuera muy tarde.

Tomé mi bata y me incorporé de la cama, para luego enfilarme hacia la cubierta exterior. Afuera, el frío devoró mi piel de un fugaz choque: el viento se hallaba furioso, y parecía que me volaría de un solo soplido. Abracé mi pecho con mis brazos, mientras buscaba con la mirada el origen del humo. Seguí su rastro hasta encontrarme con un tripulante que fumaba tabaco apoyado en la barandilla, cerca de la proa. Intenté reconocerlo, sin embargo, el hecho de que estaba de espaldas dificultaba el trabajo.

-Oye, tú- dije acercándome-. No puedes permanecer en toque de queda sin mi permiso. Soy tu capitana y este es mi barco, respétanos o te largas.

-¿No haces excepciones ni aunque fuera yo?- replicó, sin darse la vuelta.

-¿Quién crees que eres? Vuelve a dormir, es tarde y hace frío.

El hombre rió.

-Te pareces a mi madre- comentó, mirando sobre su hombro hasta encontrarse con mis ojos.

Era la misma mirada familiar que antes me había observado, esa vívida y chispeante. No podía creer que mi ignorancia se había resignado en verlo: era Gangplank, no un tripulante corriente. Quise golpearme la cabeza, pero me limité a hacerlo.

-¿Qué haces aquí? Pensé que dormías- repuso, dándole una calada a su cigarrillo torciendo el gesto.

-Debería preguntarlo yo- dije acercándome a su lado-. ¿Y bien?

-Nada importante. Ya sabes, reflexionar sobre estupideces- respondió seguido a un suspiro nasal.

Terminó de fumar su tabaco y arrojó la colilla al mar, que se la tragó como un perro hambriento.

-Entiendo, es normal. Mejor me marcho, seguro fastidio tus pensamientos- Atiné a dar pequeños pasos hacia atrás, mientras acompañaba cada palabra haciendo gestos improvisados con mis manos.

Se quedó en silencio, observando cómo los oleajes chocaban contra la madera del barco. Pensé que quizás se estaba arrepintiendo de aceptar nuestro trato, de enfrentarnos contra la concentración de piratería más grande de todo Valoran.

-¿Crees en lo normal?- interrumpió mi huida-. No existe.

-¿En qué te basas?- consulté, encontrándome de nuevo cerca de él.

-Lo que es normal para la araña, es un caos para la mosca. Eso decía mi padre.

-Puede que así sea- dije, apoyando mi brazo sobre la baranda, a su lado-. O tal vez cada uno vive con su propia mentira.

-O cada uno es dueño de su única realidad- refutó.

Sus ojos brillaban, me observaban como si fuera una nota aprobada: se volvían mucho más infinitos que el cielo de esa noche. No podía apartar mi mirada de la suya, era incandescente, una constante luz en lo nocturno.

Se acercó, me tocó la mejilla y por un momento corrió por mi mente el pensamiento que iba a besarme. Me estremecí y se dio cuenta, retirando la mano.

-La verdad, no lo sé- Acomodé un mechón detrás de mi oreja-. Es decir, no hay una única verdad en el mundo, pero están perdiendo terreno ante nuevas mentiras.

-¿Lo dices por experiencia?

-Algo así. No confío en las personas, menos en los piratas: son ratas sin moral, que apuñalan por la espalda.

Sonrió de costado.

-Sí, así son- afirmó pensativo, oxidando con vacío la chispeante llama de sus ojos.

Nació entre nosotros el desdichado silencio incómodo que había intentado evitar. Sin otro remedio, dirigí mi atención al ambiente; la brisa me sosegaba: aire fresco acariciando mi rostro con dedos de hielo. La lluvia se desató sobre nosotros cuando un relámpago bailó sobre las nubes asustándonos con su estruendoso sonido. Mi bata se empapó junto a mi cabello cuando el agua comenzó a precipitar. Gangplank también se vio afectado: su pelo mojado junto a su camisa blanca ceñida a su cuerpo, transparentando su trabajado pecho, fue como un adelanto de un caluroso futuro bajo las sábanas que nunca iba a suceder. Filtré de mi mente los pensamientos viciosos, eliminándolos mientras nos refugiábamos dentro del camarote. Suspiré preocupada: mi habitación se hallaba lejos de aquella entrada, de modo que mancharía todo el suelo con mis ropas empapadas.

-¿Qué pasa?- preguntó al oír mi resoplido.

-Qué porquería. Tendré que mojar la madera para llegar a mi habitación- contesté maldiciendo al clima.

-Mi cuarto está ahí- señaló una puerta adyacente a nosotros-. Pasa, cámbiate y luego te vas.

Asentí con la cabeza.

Nos adentramos hacia su dormitorio, apurados por el frío de la ropa húmeda sobre nuestra piel. Era una pieza acogedora, decorada con desorden y alboroto de ropa y hojas. Él se dirigió enfrente de su ropero, tomó una camisa y me la lanzó.

-Póntela, prometo no mirar- dijo, sonriendo en la última frase.

Torcí el gesto, no confiaba en esas palabras. Sin embargo, me dio la espalda esperando que lo hiciera.

-Si te das vuelta solo una vez, te golpearé tan fuerte que no recordarás lo que viste- amenacé al tiempo que desabrochaba mi bata.

Puso sus manos detrás de su nuca, mientras giraba su cabeza disimuladamente.

-¡Hey!- grité al notarlo.

-Fue un mal intento- declaró frunciendo su nariz.

Acabé cuanto antes, intentando cubrir mis piernas estirando la camisa.

-Ya puedes ver. Me marcho ahora, gracias.

-Eso va a funcionar mejor que el escote, ¿no crees?- comentó al verme.

-Tengo mis códigos, capitán. No te emociones- respondí cerrando la puerta detrás mío.

Me marché de allí con un sentimiento nuevo equilibrándose en la balanza de mi corazón: ¿sería amor o deseo?

De holgazán a rebelde (Miss Fortune x Gangplank) League of LegendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora