Capítulo 8: "Sin palabras"

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La noche cayó sobre el cielo y la somnolencia comenzó a actuar en cada tripulante. Uno a uno terminaron dormidos, roncando con una botella vacía en sus manos. Tarde por la madrugada, decidí objetivar mi plan correctamente: ponerme límites para no sobrepasarme. El plan, sin modificaciones, consistía en recorrer un par de metros alrededor del navío para familiarizarme con el sitio y prevenir emboscadas piratas. Nuestra posición era débil ante nuevos enemigos, debíamos tener algún comodín que jugar cuando los problemas se presentasen. Ese era mi objetivo.

Me enfilé, cautelosa como un gato en sigilo, hacia la cubierta exterior. La noche me camuflaba y mis botas amortiguaban el sonido, era el escape perfecto. Bajé por el tablón, y antes de lo esperado ya estaba tocando tierra firme. Sonreí cuándo me percaté que lo había logrado.

Las islas en las que habíamos embarcado eran inertes, fúnebres y vacías. La tierra no era fértil, se asemejaba a fango pantanoso. Pude apreciar cómo la niebla cubría hasta los más altos yuyos que se cernían orgullosos entre piedras corrientes. Caminé sin rumbo un par de metros, esperando divisar alguna señal de peligro o alivio. Ya daba lo mismo. Necesitaba un índice que me apunte hacia el camino de los piratas y su núcleo.

Quise concentrar mi vista, pero todavía no me acostumbraba a la oscuridad del pantano. Con suerte divisaba algunos árboles encorvados en su propio tronco o pequeñas luciérnagas que resaltaban por su luz. No hallaba la dichosa señal que anhelaba obtener. Con mis cinco sentidos alerta, pude oír a lo lejos las mismas zancadas de la otra vez que se adaptaban al ambiente de una forma inquisitiva. Parecían escucharse apuradas por algo, o simplemente asustadas. Miré sobre mi hombro y pude notar nítidamente la figura de un hombre. Mi primer pensamiento fue que aquel era un pirata, de modo que desvainé mis armas y las apunté con rotunda seguridad.

-¿Quién eres? -pregunté con un tono mordaz-¿Qué haces aquí?- volví a intentarlo al no recibir respuesta.

Pude oír su respiración: era agitada, como si hubiera corrido varios metros hasta aquí. Su vestimenta se asemejaba a la de Gangplank, pero descarté la idea cuando recordé que estaba durmiendo en el barco.

-Soy yo- dijo por fin, cuando recuperó el aire-. Sabía que te escaparías, tenía una fuerte convicción de eso.

-¿Gangplank?- pregunté retóricamente, guardando de nuevo las armas-. Deja de meterte en mi vida, capitán. Hago lo que quiero con o sin tu consentimiento, ¿entiendes?

Se acercó a mí sin proliferar una palabra, apoyó su frente en mi hombro y sencillamente tomó un respiro. Largué un resoplido haciendo notar mi enfado, lo cual le arrancó una sonrisa.

-Estamos jodidos, ¿sabes? Me tienes que perdonar por lo que va a suceder porque no creo que pueda hacerlo por mí mismo- dijo levantando su cabeza de a poco hasta forjar su mirada junto a la mía.

-No entiendo de lo que hablas y tampoco logró entenderte a ti- mascullé en un tono bajo ya que nos encontrábamos demasiado cerca.

-Lo sé- volvió a decir con una sonrisa unilateral-, yo tampoco. Pero no quiero arrepentirme de este momento, creo que va a ser el único- terminó la frase con un dejo de angustia y unió nuestras existencias en una firme mirada que robó de mis ojos su brillantez para unirla con la suya.

No, no lo iba a permitir. No quería caer nuevamente en su juego de equilibrio entre la indiferencia y el afecto. Anhelaba nivelar su balanza de platillos con una voluminosa pesa del lado de la simpatía, sin embargo, deseaba hacerlo de una forma indirecta.

Sentí sus suaves labios sobre los míos. Pude probar su dulzor y satisfacer el capricho irremediable que padecía, como el de una niña obsesionada por algún juguete. No quise resguardar el momento en el tiempo y opté por detener el encuentro de nuestras bocas. Por lo menos, no quería volver a compartir un sentimiento de amor hacia él hasta que logré entender su forma de actuar.

-No, no, esto no es así- dije separando nuestros cuerpos con un suave empujón hacia atrás-. Nosotros no estamos hechos para esto.

-No se trata de eso, Sara- masculló en un tono tan dulce que recorrió mi cuello como una agradable descarga eléctrica-. Creo que me gustas y es grave.

Mi reciente rechazo se esfumó con la misma rapidez que un papel bajo el calor de una llama, y mis cenizas fueron nada más que pequeñas moléculas de confusión. Mi mirada alternaba entre sus ojos y su boca: deseaba besarlo, pero al mismo tiempo no lo quería.

-Perdón, no sé que debo contestar a esto -Sonó mucho mejor en mi cabeza-. Es decir, mi mente quedó en blanco -Tampoco terminaba de convencer-. Solamente me quedé sin palabras.

-Entonces cállate, nadie pidió que contestaras- respondió luego de fruncir el ceño.

Le dediqué una mirada de soslayo intentando disimular mis mejillas ruborizadas. Tampoco quería hablar, prefería mantener un silencio estable antes de platicar incómodamente sobre temas superficiales, de modo que hice lo que él indicó.

-¿Por qué comenzaste a hacerlo? ¿Por qué quisiste gustar de mí?- cuestioné después de unos segundos, cuando pude controlar el calor de mis cachetes.

Me miró desde arriba sonriente. La cabeza que me llevaba en altura lo hacía mucho más atractivo, no obstante, intenté contenerme.

-Eres una chica muy dulce... cuando no eres completamente exasperante e insoportable.

-Eres un chico muy exasperante... cuando no eres tierno por completo conmigo.

-Entonces somos la pareja perfecta.

Me arrancó una sonrisa de picardía que intenté ocultar llevando mi mirada hacia mis botas. Aguardaba con ansias el resultado de esa noche, esperaba una insólita charla sobre algún tema que nos involucre a ambos. Evalué con firmeza los sentimientos que rondaban en ese instante. Deseo. Ilusión. Esperanza.

Tomó mi mentón obligándome a unir la dirección de mis ojos a los suyos, lo cual logró que mis mejillas vuelvan a sonrojarse. Realmente me veía como salsa de tomate junto a mi pelo rojo. Se acercó inquisitivo, pidiendo permiso para una segunda oportunidad.

Cuando los labios del capitán tocaron los míos, todos los demás pensamientos se esfumaron. Su beso fue increíblemente suave y tierno. Un cosquilleo corrió desde mi boca y bajó por mi espalda, extendiéndose por cada centímetro de mi cuerpo. Los huesos parecieron derretirse y solo atiné a aferrarme a él con ese perfecto punto de contacto que nos unía. Alrededor de los tobillos, se arremolinó el hielo frío y seco. Los brazos tibios me envolvieron manteniéndome erguida. Una mano ladeó mi cabeza en la posición correcta para profundizar el beso mientras los labios exploraban y rozaban la curva de mi barbilla, la columna de mi cuello. Estaba tan fascinada que ni siquiera había escuchado unas fuertes pisadas pertenecientes a un grupo de personas. Gangplank levantó la cabeza; nos hallábamos acorralados en medio de una emboscada. El sonido del metal de las espadas rebotar al correr, me dieron la señal
de que se trataba de piratas.

-Lo siento. No quería que fuese así-dijo al verlos.

De holgazán a rebelde (Miss Fortune x Gangplank) League of LegendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora