AHÍ

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Seonghwa despertó con los suaves golpeteos en el piso de abajo. Todos los demás deberían de estar dormidos, o eso pensó al ver la hora; 8:30 del día, en un domingo. Suspiró con fuerza sentándose sobre la cama, mirando directo al rincón de su habitación y pensando seriamente en si ponerse de pie o volver a dormir, y así pasó tres minutos hasta que dio un salto lejos del colchón, dando cuatro torpes pasos hacia la puerta.

Bostezó sosteniéndose del marco, dando una furtiva mirada al solitario pasillo, todas las puertas cerradas, la de Hyunjin dando pequeños azotones gracias al viento. Limpió su rostro y caminó perezosamente hasta las escaleras, dejando caer su pie derecho, estando descalzo y en pijama no se sentía con tantos ánimos de estar fuera de la cama, hacia un poco de frío, de hecho, hacía mucho frío.

Llegó hasta la cocina, abriendo un cajón y buscando una taza, concentrándose aun en esos pequeños ruidos que no provenían ni de sala ni de la cocina, tampoco de aquel pequeño espacio de la puerta principal, mucho menos de afuera. Por un momento se detuvo en seco, quedándose estático frente a la mesa. Su oído se agudiza, intentando descifrar los pequeños golpeteos y hasta risas y murmullos, se volvieron tan fuertes que era imposible pensar que lo estuviera imaginando y nada de ellos se escuchaba como Hyunjin o Chan, o San y Yeosang. Respiró profundo con el corazón vuelto un puño y caminó despacio hasta salir de la cocina.

Los ruidos lo guiaron por el pasillo, hasta aquella puerta entreabierta que llevaba a escaleras descendentes. Se detuvo frente a ella, mirándola de arriba abajo con cierto rechazo, una vieja herida aún abierta. Se mordió los labios con el corazón vuelto loco, palpitando mil veces por segundo. Empujó la vieja madera, encontrándose con ese camino que lo incitaba a bajar hasta la segunda puerta, el foco encendido con luz amarilla iluminando apenas la entrada.

Suspiró largamente, torciendo los labios decidiendo por fin bajar, convenciéndose de que ya no había nada a que temerle, que ya todo estaba resulto y solo quedaban malas situaciones del pasado.

"Cálmate Seonghwa." Se dijo a sí mismo en cada escalón. "Ya no hay nada."

Abrió la segunda puerta con cuidado, observando ese pequeño pasillo con puertas alrededor, los sonidos siendo más fuertes en la habitación de Minho. Se detuvo frente a la madera vieja, dándoles un pequeño vistazo a las demás, especialmente a la que estaba al final del pasillo, cerrada. Esperó de pie, intentando convencerse de que solo lo estaba imaginando.

Escuchó una clara risa en la habitación y no esperó más.

Casi da un salto y grita cuando encuentra una pequeña junta en la habitación, chicos jóvenes que jamás había visto antes se levantan disparados y sueltan un grito de sorpresa. Seonghwa bloquea la puerta por mero instinto. O quizás porque se quedó congelado al ver las velas y el aparente ritual que estaban llevando a cabo con una rata en el centro, sobre lo que parece ser un tablero Ouija. Los pasos por las escaletas se escuchan fuertes, varios bajando con prisa e incluso llegando hasta el sótano.

-¡¿Quién demonios son?! -Grita sin pensarlo bien, pateando a uno quien intentaba escabullirse a su lado, mandándolo de regreso a donde estaba. - ¿Qué hacen aquí? ¿Quién los dejó entrar? ¿Cómo entraron? ¿De dónde sacaron la rata?

-Nosotros... -Uno de ellos tartamudeó.

-¿Por qué gritas tanto? -Hyunjin llegó justo detrás de Seonghwa, deteniéndose de inmediato al ver a los cuatro chicos en el cuarto. - ¿Qué haces secuestrando chicos en la habitación de Minho?

-¿No los conoces? ¿No son amigos tuyos?

-No, se ven muy estúpidos como para ser amigos míos.

-Oh, deben ser amigos de Chan. -Dijo Seonghwa girando de inmediato hacia la pareja de su hermano, sonriendo como un niño que ha cometido una travesura.

𝐄𝐋𝐋𝐎𝐒 [𝐀𝐃𝐀𝐏𝐓𝐀𝐂𝐈Ó𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora