La tarde caía suavemente sobre el jardín, teñendo el paisaje de tonos dorados y rosados. Penelope Featherington caminaba entre las rosas, perdida en sus pensamientos, cuando escuchó unos pasos detrás de ella. Se volvió y vio a Alexander Westwood acercarse con una expresión solemne en el rostro.
"Penelope", la llamó con voz suave, deteniéndola en seco. "Hay algo que debo decirte."
Penelope lo miró con curiosidad, percibiendo una seriedad inusual en la mirada de Alexander. Se detuvo frente a ella, sosteniendo su mirada con determinación.
"Desde el momento en que te vi, supe que eras especial", comenzó Alexander, su voz cargada de emoción. "Tu inteligencia, tu bondad, tu belleza... todo en ti me ha cautivado de una manera única."
Penelope no pudo contener la sorpresa que se reflejaba en sus ojos. Las palabras de Alexander la llenaban de emoción y nerviosismo a partes iguales.
"Penelope Featherington, ¿me honrarías aceptando ser mi esposa?" preguntó Alexander, arrodillándose frente a ella y sacando un pequeño estuche de terciopelo que revelaba un anillo de diamantes deslumbrante.
Las lágrimas asomaron a los ojos de Penelope mientras observaba a Alexander con una mezcla de asombro y felicidad. Tomó su mano temblorosa y le respondió con voz temblorosa pero firme: "Sí, Alexander, sí acepto ser tu esposa."
Alexander se puso de pie y la abrazó con ternura, sintiendo el latido acelerado de sus corazones en perfecta armonía. Juntos contemplaron el atardecer, sabiendo que su amor había encontrado finalmente su destino en un compromiso que sellaba su unión para toda la eternidad.
El sol se ocultó en el horizonte, bañando el jardín en sombras doradas y rosadas, mientras Penelope y Alexander se perdían en un abrazo lleno de promesas y amor eterno.
Esta es una imagen de la apariencia de Alexander
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