MIKE MONTGOMERY

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Rosewood era una ciudad donde los secretos corrían tan profundos como sus raíces históricas. En esta atmósfera de misterio y desconfianza, dos jóvenes almas se encontraban atrapadas en la maraña de intrigas que envolvía a sus familias y amigos.

Mike Montgomery caminaba por las tranquilas calles, buscando un momento de paz lejos de las constantes tensiones que acosaban a su hermana Aria y a sus amigas. Mientras recorría el sendero del parque, sus pensamientos se interrumpieron al ver a una figura familiar sentada en un banco, bajo la luz tenue de un farol.

Elizabeth DiLaurentis, la hermana menor de Alison y Jason, parecía perdida en sus propios pensamientos. Sus ojos brillaban con una mezcla de tristeza y determinación, una combinación que Mike reconoció de inmediato. Sin pensarlo dos veces, se acercó a ella.

—Liz? —Mike la llamó suavemente, intentando no sobresaltarla.

Elizabeth levantó la vista, su expresión pasando de sorpresa a una leve sonrisa al reconocerlo.

—Mike, ¿qué haces aquí? —preguntó ella, con un toque de curiosidad en su voz.

—Solo necesitaba escapar de todo por un rato —respondió Mike, sentándose junto a ella—. ¿Y tú? ¿Qué te trae por aquí?

Elizabeth suspiró, mirando sus manos entrelazadas. —Es complicado. Con todo lo que está pasando con Alison y nuestra familia... A veces siento que estoy atrapada en una telaraña de secretos.

Mike asintió, entendiendo perfectamente lo que ella sentía. —Sí, lo sé. Aria y sus amigas están pasando por lo mismo. Es difícil encontrar algo de normalidad en medio de todo esto.

Se quedaron en silencio por unos momentos, disfrutando de la compañía mutua y del raro momento de tranquilidad. Poco a poco, la conversación fluyó, y comenzaron a compartir sus miedos y esperanzas, sus sueños y las cargas que llevaban.

—¿Sabes? —dijo Elizabeth, mirando a Mike con una chispa en sus ojos—. A veces pienso que somos las sombras de nuestras familias, viviendo a la sombra de nuestros hermanos y hermanas.

Mike la miró, sintiendo una conexión profunda con sus palabras. —Sí, pero tal vez no sea tan malo. A veces, las sombras pueden esconder la verdad y protegernos de la oscuridad exterior.

Elizabeth sonrió ante la idea, asintiendo lentamente. —Tal vez tengas razón. Pero también creo que es hora de que hagamos algo por nosotros mismos, lejos de los secretos y las mentiras.

Mike sintió una ola de admiración por la determinación de Elizabeth. —¿Y qué propones?

Elizabeth se puso de pie, extendiendo su mano hacia él. —Propongo que dejemos de ser sombras y encontremos nuestra propia luz. Aunque sea solo por esta noche.

Tomando su mano, Mike se levantó y juntos comenzaron a caminar por el parque, sintiendo una libertad que no habían experimentado en mucho tiempo. Pasearon por las calles iluminadas por las farolas, hablando y riendo, dejando que el peso de sus problemas se desvaneciera temporalmente.

Mientras la noche avanzaba, Mike y Elizabeth encontraron un pequeño café abierto, donde se sentaron a disfrutar de un par de tazas de chocolate caliente. Allí, en ese pequeño rincón de Rosewood, hicieron un pacto: no dejarían que los secretos y las sombras definieran sus vidas. Decidieron apoyarse mutuamente, encontrar momentos de felicidad y luchar por su propia verdad.

Cuando la noche llegó a su fin y se despidieron, ambos sabían que algo había cambiado. En medio del caos y la incertidumbre de Rosewood, habían encontrado una chispa de esperanza y una promesa de amistad y apoyo.

Y aunque sus caminos podrían ser difíciles, Mike Montgomery y Elizabeth DiLaurentis estaban decididos a enfrentarlos juntos, dejando que sus propias luces brillaran en la oscuridad.

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