EL SOMBRERERO LOCO. parte 2

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Los hijos de los villanos, Mal, Evie, Carlos y Jay, siempre habían tenido una relación especial con Red. Aunque sus propios padres eran difíciles de tratar, Red siempre los había cuidado como si fueran suyos. Era una figura maternal para ellos, alguien en quien podían confiar y a quien podían acudir en busca de consuelo.

A menudo, encontraban a Red mirando hacia Auradon desde una ventana en la torre, su mirada perdida y melancólica. Sabían que ella estaba pensando en el Sombrerero, su amor perdido. Aunque trataba de ocultarlo, los chicos sabían que su corazón siempre estaba con él.

 Aunque trataba de ocultarlo, los chicos sabían que su corazón siempre estaba con él

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Una tarde, se sentaron juntos en el pequeño salón de la torre, con Red bordando en su silla favorita. Los chicos estaban curiosos sobre su historia y decidieron preguntar.

-Red, ¿puedes contarnos tu historia con el Sombrerero? -preguntó Evie suavemente.

Red levantó la vista de la tela, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y amor.

-Claro, mis niños. Es una historia que siempre llevo en mi corazón.

Tomó una respiración profunda y comenzó a narrar:

-El Sombrerero y yo nos conocimos cuando él era un prisionero de mi madre. A pesar de las circunstancias, él siempre encontraba la manera de hacerme sonreír. Sus coqueteos y su espíritu libre eran un contraste tan grande con la vida que llevaba bajo el control de mi madre.

Los chicos escuchaban atentamente, absorbidos por la historia.

-Sabía que estaba enamorada de él, pero no podía hacer nada para liberarlo. Mi madre lo mantenía en la torre, obligándolo a hacer sombreros día y noche. Pero cada vez que lo visitaba, él me hacía sentir especial, como si todo fuera posible.

Red hizo una pausa, mirando por la ventana hacia Auradon.

-Cuando la barrera nos separó, sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos. Siempre he deseado volver a verlo, abrazarlo, y decirle cuánto lo amo.

Mal, siempre directa, se acercó y tomó la mano de Red.

-Lo encontrarás, Red. Lo prometemos.

Red les sonrió, aunque sus ojos aún mostraban tristeza.

-Gracias, niños. Su apoyo significa mucho para mí.

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Una tarde, los chicos llegaron corriendo a la torre, sus rostros llenos de emoción.

-¡Mamá Red, mamá Red! -gritó Carlos-. ¡Nos eligieron para ir a Auradon!

Red los miró, su tristeza mezclándose con orgullo y felicidad.

-¿De verdad? -preguntó, sus ojos brillando-. ¡Eso es maravilloso!

-Sí -confirmó Jay, con una sonrisa-. Solo que lamentamos no poder llevarte, más, no descansaremos hasta que estés con el Sombrerero de nuevo.

Red los abrazó a todos, sus lágrimas de alegría corriendo por sus mejillas.

-Gracias, mis queridos. Tienen un gran corazón. Sé que harán cosas increíbles en Auradon.

Mientras se preparaban para partir, los chicos miraron a Red una vez más, prometiendo que volverían por ella cuando robaran la varita. Red los observó alejarse, su corazón lleno de amor, tristeza y esperanza. Extrañaria a sus niños, pero tambien sabía que, con su ayuda, pronto estaría reunida con su amado Sombrerero.

Y así, con la promesa de un futuro mejor, los pequeños villanos se embarcaron en su aventura hacia Auradon, llevando consigo no solo la esperanza de su propia redención, sino también la de aquellos a quienes amaban.

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