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PENELOPE FEATHERINGTON

El salón estaba colmado de elegancia y lujo, pero Penelope Featherington se sentía como una figura solitaria entre la multitud. Sus ojos recorrían la habitación en busca de algo que la distrajera de la presión abrumadora que sentía en su pecho. Fue entonces cuando sus ojos se encontraron con los de un hombre de mirada intensa y gesto sereno que parecía observarla desde un rincón oscuro.

Penelope sintió un escalofrío recorrer su espalda al notar la intensidad de la mirada del desconocido. Decidió acercarse, guiada por una fuerza magnética que la impulsaba hacia él. Cuando estuvo frente a él, el hombre le dedicó una sonrisa cálida que iluminó su rostro.

"Permítame presentarme, soy Alexander Westwood", se presentó con voz suave pero firme.

Penelope se sintió intrigada por la presencia de aquel hombre misterioso. Sus conversaciones fluían con naturalidad, como si se conocieran de toda la vida. Alexander compartió historias sobre sus viajes por el continente, mientras Penelope cautivaba con su inteligencia y perspicacia.

La noche transcurría entre risas y confidencias, creando un vínculo especial entre ambos. Mientras el resto de la fiesta se desvanecía en el fondo, Penelope y Alexander se sumergieron en su propio mundo de complicidad y entendimiento mutuo.

Al final de la velada, Alexander tomó la mano de Penelope con delicadeza y la miró a los ojos con una intensidad que la dejó sin aliento. En ese momento, Penelope supo que algo había cambiado en su vida, que había encontrado en él algo más que un simple desconocido en una fiesta de alta sociedad.

El destino había unido sus caminos en medio de la elegancia y el lujo, creando una conexión inesperada entre Penelope Featherington y Alexander Westwood, una historia de amor que prometía ser tan única y especial como ellos mismos.