EL SOMBRERERO LOCO. parte 5

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Años después de la caída de la barrera, el País de las Maravillas había cambiado considerablemente. La paz y la prosperidad reinaban bajo el liderazgo de Red y el Sombrerero. La Reina Blanca, quien no tenía intención de tener hijos, había pasado la corona a su sobrina, nombrando a Red, reina del País de las Maravillas.

En un hermoso día, en el corazón del reino, Tarrant Hightopp, conocido como el Sombrerero, caminaba por los jardines del castillo, llevando en sus brazos a su pequeño hijo. El bebé, con cabellos rojizos y ojos brillantes, reía y jugaba con los botones del chaleco de su padre.

 El bebé, con cabellos rojizos y ojos brillantes, reía y jugaba con los botones del chaleco de su padre

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—¿Te gusta jugar con los botones de papá, pequeño? —dijo Tarrant, sonriendo con ternura.

El bebé respondió con una risa encantadora, y Tarrant no pudo evitar reír también. En ese momento, Red apareció en el jardín, llevando un hermoso vestido rojo, sus ojos brillando con amor y felicidad.

—Ahí están mis dos hombres favoritos —dijo Red, acercándose a ellos.

Tarrant sonrió y se inclinó para besar a su esposa. Era un beso lleno de amor y gratitud, un símbolo de todo lo que habían superado juntos.

—Hola, mi amor —dijo Tarrant suavemente—. ¿Cómo está mi reina hoy?

Red sonrió, mirando a su hijo y a su esposo con orgullo.

—Feliz, muy feliz. No podría pedir nada más.

El Sombrerero le entregó el bebé a Red, quien lo tomó en sus brazos con cariño. Juntos, comenzaron a caminar por los jardines, disfrutando de la belleza del día y de la compañía mutua.

—Recuerdo los días en la Isla de los Perdidos —dijo Red, pensativa—. Jamás imaginé que la vida podría ser tan perfecta.

Tarrant la miró con amor y seriedad.

—Fue un camino difícil, pero valió la pena cada paso, cada obstáculo. Ahora estamos aquí, juntos, y eso es todo lo que importa.

El bebé balbuceó felizmente, mirando a sus padres con curiosidad.

—Y ahora tenemos a este pequeño milagro —añadió Red, acariciando la mejilla de su hijo—. Él es la prueba de que el amor siempre encuentra una manera.

La Reina Blanca observaba desde una distancia, sonriendo con satisfacción. Sabía que había tomado la decisión correcta al entregarle la corona a su sobrina. El País de las Maravillas estaba en buenas manos, y el amor que Red y Tarrant compartían había traído una nueva era de paz y felicidad al reino.

—¿Y ahora, qué sigue? —preguntó Tarrant, con un toque de diversión en su voz—. ¿Qué aventuras nos esperan, mi reina?

Red rió suavemente, mirando hacia el horizonte.

—Lo que sea que venga, lo enfrentaremos juntos. Con nuestro amor y nuestra familia, podemos superar cualquier cosa.

Juntos, Tarrant, Red y su bebé caminaron hacia el futuro, sabiendo que el País de las Maravillas estaba en un momento de renovación y esperanza. Y mientras el sol se ponía sobre el reino, su amor brillaba más fuerte que nunca, iluminando el camino para todos aquellos que buscaban redención y felicidad en un mundo maravilloso.

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