EL SOMBRERERO LOCO. parte 4

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El día en que la hija de Cenicienta, Audrey, se convirtió en una villana, cambió el curso de la historia de Auradon. Su transformación hizo que el Rey Ben reflexionara profundamente sobre la justicia y la redención. Después de consultar con Mal y sus amigos, Ben tomó una decisión audaz: romper la barrera de la Isla de los Perdidos para darle a todos una segunda oportunidad.

El anuncio fue hecho en una reunión especial en el patio del castillo. Ben, Mal, Evie, Carlos y Jay estaban presentes, junto con otros miembros de la corte de Auradon.

—He decidido que es hora de romper la barrera —declaró Ben, con voz firme—. Todos merecen una segunda oportunidad, y no podemos seguir castigando a las generaciones futuras por los errores del pasado.

Los chicos de la isla no podían contener su emoción. Para ellos, esta era una oportunidad de oro para reunir a su mamá con su amado.

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El día que la barrera se rompió, la energía en el aire era palpable. La magia se desplegó, desintegrando la barrera que había mantenido a los villanos y a los hijos de estos prisioneros durante tanto tiempo. Inmediatamente después, los ciudadanos de Auradon y los habitantes de la Isla de los Perdidos comenzaron a cruzar la frontera, explorando el nuevo mundo que se les abría.

El Sombrerero, que había estado esperando ansiosamente este momento, fue uno de los primeros en cruzar. Sus pasos eran rápidos, su corazón palpitando con la esperanza de ver a Red nuevamente. Los chicos, acompañándolo, compartían su emoción y ansiedad.

—No puedo creer que finalmente vamos a verla —dijo Carlos, su voz llena de emoción.

—Mamá va a estar tan feliz de verte, Tarrant —añadió Evie, sonriendo.

El Sombrerero asintió, sus ojos brillando con anticipación. Mientras cruzaban hacia la isla, sus pensamientos volaron hacia Red y los momentos que habían compartido. Cada paso lo acercaba más a ella, y no podía esperar para tenerla nuevamente en sus brazos.

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Finalmente, llegaron a la torre donde Red había estado viviendo. Cuando ella vio a Tarrant a través de la ventana, su corazón casi se detuvo. Bajó corriendo las escaleras y salió corriendo al encuentro del Sombrerero.

 Bajó corriendo las escaleras y salió corriendo al encuentro del Sombrerero

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—¡Tarrant! —gritó, sus ojos llenos de lágrimas.

El Sombrerero abrió los brazos, y Red se lanzó hacia él, abrazándolo con todas sus fuerzas. Los dos se quedaron así durante lo que pareció una eternidad, ignorando todo lo que los rodeaba.

—Te extrañé tanto —dijo Red, entre sollozos.

—Y yo a ti, mi amor —respondió Tarrant, acariciando su cabello—. Pero ahora estamos juntos, y nunca más nos separaremos.

Los chicos, observando la escena, no pudieron evitar sonreír. Habían visto el amor y la devoción entre Red y el Sombrerero, y sabían que habían hecho lo correcto al ayudar a reunirlos.

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Esa noche, mientras celebraban la caída de la barrera y el nuevo comienzo para todos, Mal, Evie, Carlos y Jay se acercaron a Red y Tarrant.

—Estamos felices por ustedes dos —dijo Mal, sinceramente.

—Gracias, mis niños —respondió Red, sonriendo—. No habría sido posible sin ustedes.

—Siempre serás nuestra  madre Red—añadió Jay—. Y estamos emocionados de ver lo que les depara el futuro.

El Sombrerero asintió, sosteniendo la mano de Red.

—Y nosotros también. Gracias, chicos. Su bondad y coraje han hecho posible este milagro.

Mientras la celebración continuaba, los chicos se sintieron más unidos que nunca. Habían aprendido que el amor y la esperanza podían superar cualquier barrera, y estaban listos para enfrentar cualquier desafío que viniera con sus nuevas familias y amigos a su lado.

El futuro, sin duda, sería brillante.

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