TOMMEN BARATHEON

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El sol comenzaba a descender sobre Desembarco del Rey, bañando la ciudad en una luz dorada que reflejaba la grandeza del castillo. En el jardín de la Fortaleza Roja, Tommen Baratheon, el joven rey, se encontraba sentado en un banco de piedra, su mirada perdida en el horizonte. A pesar de su corta edad, el peso de la corona ya empezaba a pesarle.

—¿Perdido en pensamientos, mi rey? —la voz suave de Maryan Lannister lo sacó de su ensimismamiento. Ella era la hermana menor de su madre, Cersei, y siempre había sido una figura que había iluminado sus días oscuros.

—Maryan —respondió Tommen, esbozando una sonrisa—. No esperaba verte aquí.

—Y yo no esperaba encontrar a un rey tan pensativo —dijo ella con una leve risa, acercándose a él—. ¿Qué te preocupa?

El joven rey suspiró, dejando que el peso de su realidad se deslizara de sus hombros. Había aprendido desde pequeño que ser rey no era solo un título; era un deber que le imponía su familia y su hogar.

—Es complicado —dijo finalmente—. Hay tantas cosas en juego… mi madre siempre está preocupada por los enemigos, por los planes de los Tyrell y de los Martell. A veces me siento atrapado en este juego.

Maryan se sentó junto a él, su mirada fija en el rostro del joven. A pesar de ser su tía, la conexión que había crecido entre ellos en los años había sido única. Maryan siempre había sido un remanso de paz en medio de la tormenta de intrigas que rodeaba a la familia Lannister.

—¿Y qué deseas, Tommen? —preguntó ella, inclinando la cabeza.

—Deseo ser un buen rey —respondió él—. Pero, más que eso, deseo ser libre de las decisiones de otros. No quiero que mi vida sea solo un tablero de ajedrez en manos de mi madre o de los Lannister.

—A veces, ser libre significa hacer lo que crees correcto, sin importar lo que otros piensen —dijo Maryan, tomando su mano suavemente—. No tienes que ser como ellos. Tienes el derecho de decidir tu propio camino.

El contacto de su mano le dio a Tommen una calidez inesperada. Durante tanto tiempo había deseado una conexión genuina, un sentimiento de que había alguien que realmente le comprendía.

—¿Y qué pasa contigo? —preguntó él, con curiosidad—. ¿No te sientes atrapada en la sombra de tu familia?

Maryan sonrió, aunque su mirada se tornó melancólica.

—He vivido en la sombra de mi madre y mi hermana. La familia es un compromiso complicado, pero también es un refugio. Solo deseo encontrar mi propio lugar en este mundo, lejos de las expectativas.

Ambos se quedaron en silencio, compartiendo el momento mientras el viento soplaba suavemente, trayendo consigo el aroma de las flores en el jardín. Tommen sentía que la conexión entre ellos crecía, y aunque sabía que su relación era inusual, había algo en la forma en que Maryan lo miraba que lo hacía sentir vivo.

—Maryan, a veces pienso que… —comenzó a decir, pero se detuvo, dudando.

—¿Qué es, Tommen? —ella lo animó, apretando su mano.

—A veces pienso que podría ser feliz aquí, contigo. Que podríamos ser más que solo familia.

La declaración colgó en el aire como una promesa. Maryan lo miró con sorpresa, sus ojos brillando con una mezcla de confusión y esperanza.

—Tommen, eso es… complicado. Sabes que nuestras familias tienen expectativas —comenzó a decir, pero él la interrumpió.

—No quiero vivir de acuerdo a las expectativas de los demás. Quiero vivir por mí mismo.

Maryan se acercó un poco más, su rostro cerca del de él. En ese momento, la distancia entre ellos se desvaneció y, por un instante, el mundo exterior desapareció.

—Quizás, solo quizás, podamos encontrar nuestra propia felicidad —murmuró ella, sus labios apenas separados por un susurro.

Antes de que pudiera pensar, Tommen inclinó su cabeza hacia adelante, sus labios tocando los de ella en un beso tímido. Era dulce y lleno de promesas no expresadas, una chispa de libertad en medio de un mundo que intentaba encadenarlos.

Cuando se separaron, ambos estaban sonrojados, pero en sus ojos brillaba algo más profundo. Era un entendimiento, una conexión que trasgredía las reglas de la nobleza y la familia.

—Entonces, ¿seremos un equipo? —preguntó él, esperanzado.

—Un equipo —confirmó Maryan, sonriendo—. En este mundo oscuro, siempre seré tu luz.

Mientras el sol se ponía por el horizonte, Tommen y Maryan se sentaron juntos en el jardín, sus manos entrelazadas, uniendo sus destinos en un mundo que siempre había intentado separarlos.

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