Que La Paz Reine

22 12 0
                                    

CAPITULO XVII

El tiempo para mí se había detenido, en ese preciso momento sentí que la vida se me había ido, me quedé paralizada completamente e involuntariamente lagrimas caían de mis ojos al ver como Arno cayó al piso, mientras se iba desangrando.

Connor sin dudarlo, sacó su pistola y le disparó a Shay, este automáticamente cayó al piso, pero eso no hizo que me tranquilizara. Los muchachos asombrados y al mismo tiempo invadidos por la tristeza, se quedaron en completo silencio, lo único que se oía eran mis sollozos.

Corrí rápidamente hacia donde estaba Arno, caí de rodillas al piso como si fuera un títere mientras negaba de mil maneras, no podía parar de llorar, levanté la cabeza de Arno y la puse sobre mis piernas.

Corrí rápidamente hacia donde estaba Arno, caí de rodillas al piso como si fuera un títere mientras negaba de mil maneras, no podía parar de llorar, levanté la cabeza de Arno y la puse sobre mis piernas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-No, no, no, mi amor, no, vos no-

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-No, no, no, mi amor, no, vos no-. Decía mientras sentía que me deshacía de a poco.

A los pocos segundos llegaron los hermanos Auditore, perdiendo el aliento, Ezio vio la escena y su rostro se transformó, él sabía que después de esto nada iba a ser lo mismo, pero no sabía precisamente que hacer, más que acercarse e intentar sacarme de ahí, pero sería algo muy estúpido, porque él tenía en claro que yo no lo iba a hacer.

Por otro lado, se percató de que Albert seguía vivo moribundo en el piso, al igual que Edward, que apenas podía hablar. Connor sin pensarlo dos veces, se dirigió a su abuelo para atenderlo. En pocos minutos llegaron el resto de asesinos que ayudaron a sacar a nuestro mentor cuidadosamente para recibir atención médica urgente. Altaïr por otro lado, ordenó sacar los frutos del edén, la espada y el bastón para tomar la decisión final de hundirlos directamente en el mar, cosa de que nadie pudiera tomarlos nunca. Sin embargo, Ezio no podía evitar verme destrozada, ya que lo destrozaba a él tambien. Seguía abrazada de Arno mientras lloraba, no podía hacer otra cosa más que eso.

Dirigió su vista hacia Albert y sin dudarlo le dio fin a su vida, poniéndose de pie mientras observaba el cadáver del templario, su hermano se acerca para decirle.

-Hay que sacarla de aquí-.

Ezio asintió con la cabeza, él ya sabía que tenía que hacerlo, pero le costaba mucho aceptarlo.

El Grito Del ChimangoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora