12. Síntomas

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Esa misma noche, la puerta de otro departamento se abría iluminando el interior.

La silueta proyectada en las sombras desapareció cuando las luces se encendieron, con el clic del interruptor rebotando en el espacioso lugar. Un suspiro cortó el aire.

El eco de las llaves cayendo sobre la lujosa mesa de la entrada sólo sirvieron para remarcar la intimidante soledad del inmueble, y la sensación de frío recibiendo al propietario hacía que las paredes de mármol se sintieran más altas que nunca.

Freddy había llegado a casa.

Se tomó su tiempo para afrontar el aplastante silencio de las habitaciones, ya que últimamente le costaba superar el contraste entre haber tenido compañía durante el día y la sensación de abandono que lo esperaba al caer el sol.

Solo deseaba no quedarse atrapado con él mismo otra vez. Como todas las noches. Como hoy.

Atravesó la sala, recorriendo con su mano el respaldo de su preciado sillón rojo, mientras trataba de ignorar aquel rincón oscuro en donde, debajo de una manta negra, se encontraban arrumbados sus discos de oro y platino, además de su colección de premios y uno que otro reconocimiento de la academia.

Demasiado importantes para llevarlos a otro lado, demasiado dolorosos para verlos a diario. Hace tiempo que lo atormentaban con recuerdos que, por cierta tragedia, perdieron sentido.

Sentirse observado desde cada esquina de su hogar se había sumado a la lista de malestares que lo asediaban desde la desaparición, empeorando hace unos días con la dolorosa confirmación de su muerte.

Con todo, logró subir las escaleras y entrar a su habitación sin tanta paranoia. La cama desordenada y la ropa esparcida en el suelo le dieron la bienvenida a su refugio emocional, contrastando con el ordenado dormitorio que una vez existió. No estaba orgulloso, pero se sentía a salvo.

Cerró la puerta detrás de sí y se recargó en ella unos segundos, tras los cuales se reincorporó para terminar de llegar. Comenzaba a quitarse su abrigo cuando un peso liviano, en el bolsillo del mismo, lo hizo detenerse a revisar. Al meter su mano, se topó con el objeto y lo reconoció de inmediato. Una sonrisa creció en sus labios.

Siendo así, sacó el hallazgo cuidadosamente: La compresa de su ahora aliado.

—Monty...

Se quedó mirando el regalo con aprecio, notando un reconfortante calor en su pecho. Era como si estuviera ahí con él, acompañándolo entre la penumbra y la desolación. De pronto ya no se sentía tan solo.

Le dio la fuerza que necesitaba para adentrarse en su cuarto. Abrió el primer cajón de la mesita de noche junto a su cama y colocó la compresa dentro antes de volver a cerrar. Permaneció de pie, sumergido en la paz que le proveyó aquel símbolo de tregua, hasta que su vista se enfocó en lo que se encontraba en la superficie del mueble.

Su sonrisa se desvaneció lentamente.

Se sentó en la orilla del colchón y tomó la fotografía entre sus manos, con un nudo en la garganta advirtiendo lo que pasaría si no la soltaba en ese preciso momento.

Lo ignoró. Cual veneno adictivo.

Predeciblemente, una lágrima cayó sobre el cristal del portarretratos, distorsionando la imagen que apuñalaba su corazón. Se trataba de un abrazo que no volvería a recibir...

Y los ojos de Bonnie lo miraban de vuelta.

Sentirse juzgado por aquella mirada escarlata acabó por romperlo, tanto que no pudo sino abrazar el retrato y dejarse caer en la cama para dejar salir el llanto que aguantó todo el día.

Bajo Su Sombra | Monty x FreddyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora