13. Conexión

179 19 29
                                    

«Estamos bien... ¿Verdad?»

Cualquiera que prestara la atención suficiente podría escuchar el monstruoso retumbar de dos corazones a punto de estallar.

Montgomery veía a la salida y Freddy a sus propias manos sobre la mesa. Uno quería correr lejos y el otro enterrarse ahí mismo. Parecía contrario, pero el fin era igual: Desaparecer.

«¿Verdad?»

Internamente se preguntaban a la par sin siquiera saberlo, conscientes de que el silencio respondía por ellos.

Freddy no lo entendía. Se supone que ya estaban fluyendo, ¿por qué entonces se le apagó la voz? De pronto las risas parecían lejanas, como si fuera un espejismo que lo hizo confiarse demasiado en que las cosas correrían por sí solas. Qué equivocado estaba. Tenía que sosegarse rápido para recuperar el momento, y lo sabía.

Montgomery, por su lado, quería vomitar. Su lenguaje corporal no era el más accesible, ¿pero cómo culparlo? No dejaba de condenar la osadía de Roxanne por abandonarlo a merced del líder, cuando sabía perfectamente lo mucho que le costaba empezar una conversación con él. Juraba que, apenas saliera de esta, la haría pagar por alta traición.

Estuvieron mudos por lo que se sintieron como unos largos y dolorosos minutos, cuando en realidad apenas habían pasado unos cortos y ridículos segundos.

Hasta que el líder, acostumbrado a tomar la iniciativa, logró reunir el valor suficiente para dar el primer paso.

—¿Cómo estuvo tu semana, Monty?

—¿Qué cosa?

No es que Montgomery no tuviera iniciativa, al contrario: La tenía y de sobra. Pero quedarse a solas tan de repente hizo que los murciélagos en su estómago se despertaran inquietos una vez más. Su ser entero estaba tan aturdido, tan desorientado, que escuchar a la voz dorada llamándolo lo sacudió más de lo normal, casi avergonzándose por la rapidez con la que había volteado.

Sin embargo, lejos de notar este pormenor, Freddy tragó seco cuando los pistoleros ojos carmesí volvieron a apuntarle.

—Que... que cómo estuvo tu semana, Monty...

La respuesta tardó una eternidad en llegar.

—Ah... Bien. ¿Y la tuya?

Montgomery debía hacer un esfuerzo sobrehumano para tragarse las alas de aquellas criaturas nocturnas y siquiera abrir la boca, así que ni de chiste podría mimetizarse con la afabilidad propia de Freddy, por mucho que quisiera hacerlo. Era demasiado tosco para no sonar cortante pero, para su suerte, se encontraba ante la persona más indulgente del mundo.

—¡Me alegro! La mía... la mía también —celebró su esfuerzo—. Y tu... tu costilla... ¿está...?

Freddy tenía la costumbre de dejar las palabras volando cuando se encontraba nervioso, una curiosidad que descubrió Montgomery la vez que estuvo atrapado con él en la enfermería. Notarlo otra vez aquí, en la mesa, le confirmó que no era el único que se sentía un desastre.

—¿Mejor? —complementó impaciente, alzando una ceja.

—Sí, eso. ¿Tu costilla... está mejor?

—Pues... Aún no cierra, pero sí... Está mejor.

—Bien, bien...

Tosco de nuevo: Se olvidó de devolver la pregunta.

—¿Y tu garganta? —rescató.

—¡Mejor que nunca! —por un breve instante, los ojitos azules parecieron resplandecer por su interés, causándole una punzada de ternura que gratificó su arrojo—. La verdad necesitaba un descanso de todo, porque ya... ya me estaba volviendo loco.

Bajo Su Sombra | Monty x FreddyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora