14. Los Fantasmas

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«Oso, ¿me amas?»

A veces los ecos de Bonnie regresaban en el momento menos indicado, como si fuera una maldición.

«Porque yo te amo...»

Se sentía como una condena, un recordatorio lacerante de sus errores que lo quemaba por dentro hasta consumirlo por completo.

«¿Cuándo vamos a decirles?»

Freddy padecía el mismísimo infierno cada que volvía a escucharlo. Estaba cansado. Tenía la esperanza de liberarlo al decir la verdad en voz alta, así que lo hizo. Lo sacó a la luz.

"Éramos pareja", vomitó.

Y le siguió un silencio.

«Por favor, di algo». Suplicó en su cabeza, deseando que los ojos carmesí leyeran sus pensamientos. Pero nada.

Se había quedado ahí, sosteniendo con la mano temblorosa su propio corazón palpitante. Expuesto. Vulnerable. Ensangrentado.

Hasta que la voz ronca dio su veredicto.

—Lo sabía... —murmuró Montgomery apartando la mirada.

Este tenía su propio caos. Por supuesto que lo intuía, pero nunca quiso pensarlo demasiado. Hacerlo, significaba dos cosas:

La primera, significaba aceptar una realidad incómoda. Había sido cautivado por nadie menos que la misma persona que su mentor, y de cierta manera se sentía traidor por eso. Además, aumentaba su sensación de culpa al reemplazarlo en la banda, sobre todo por la creciente cercanía que estaba desarrollando con el líder. Desleal era una palabra con la que no se identificaba.

La segunda, y la más emocionante, significaba quitarse la venda de los ojos para ver que a Freddy también le gustaban los hombres. Su confesión despejaba cada duda que le quedaba, y a la vez, lo hacía enfrentarse a sí mismo. Pues debía reconocer que, en algún momento, él le atraía porque le parecía inalcanzable, pero si había algo que quedaba claro con esta conversación, es que no lo era ni por asomo.

Luego de suspirar pesado, Montgomery continuó:

—No pensé que tuvieras esa impresión de mí.

—¿Impresión? —preguntó Freddy desconcertado.

—Me haces prometer no juzgarte... ¿por salir con tu mismo género? —volvió a apuntarle con sus ojos, llenos de indignación y molestia—. ¿Qué? ¿Me viste cara de homófobo?

Parecía ridículo que se estuviera ofendiendo por algo que sí fue en el pasado, pero luego del trabajo monumental que le costó llegar a los primeros pasos de la autoaceptación y alejarse de esa vieja mentalidad, ese concepto era todo un atropello. Sí, podría sentirse imbécil, ignorante, ciego e inexperto explorando su sexualidad, pero absolutamente nada le quitaba su avance, y lo iba a defender con uñas y dientes. No había salido de la mierda en vano.

—¡Cielos, no, Monty! —se horrorizó—. ¡No es por eso que te pedí hacerlo! Es sólo que...

—¿Sólo que qué, Freddy?

—Sólo que hay más —soltó—. Y... tengo miedo de lo que puedas decir cuando escuches el resto. Pero no pienso eso de ti.

—Ajá... —entrecerró los ojos y se quedó analizando la expresión honesta frente a él. Los ojos azules lo delataban, indudablemente tenía miedo. ¿Pero por qué? ¿Qué podría decirle que resultara tan criticable?

—No, en serio. Me disculpo si pareció otra cosa...

—¿Qué más iba a parecer? Si lo dijiste y te quedaste callado como esperando a que dijera algo.

Bajo Su Sombra | Monty x FreddyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora