Bajo Su Sombra | Monty x Freddy

18. Su Sombra

—Lo hicimos mejor... ¿no?

Freddy terminaba de guardar su micrófono mientras le hacía conversación a Montgomery. En ese estudio, el ensayo había sido como siempre:

—Si por "mejor" te refieres a dar menos lástima —habló de espaldas, enredando el cable del amplificador al mismo tiempo—, dejaré que te respondas tú solo.

Se aseguraban de dejar todo en su lugar antes de concluir la jornada, quedando sólo ellos dos y nadie más.

—¡Vamos, no seas pesimista! Al menos pudimos tocar esa última canción con pocos errores.

—Sí, claro... ¿Ochenta y siete errores te parecen pocos?

—Los... ¿Los contaste?

—Cada uno. Ochenta fueron míos.

—¡Bueno, es normal! Todavía estás acostumbrándote a nuestro ritmo...

—El concierto es en una semana, Freddy —terminó con el cable y recogió su bajo—. Ya debería estar acostumbrado.

El líder lo miró desde atrás. Notar la tensión en sus hombros lo llevó a abandonar lo que estaba haciendo, y decidido, tomó aire para caminar hacia él.

—Oye, sé que lo lograrás... Confío en ti —tocó su espalda con suavidad, regalándole una sonrisa dulce cuando volteó, y con eso lo dejó callado, dirigiendo su atención al instrumento para pedirlo prestado—. ¿Puedo?

El bajista lo alejó por instinto, un tanto posesivo con ese objeto en particular, pero en seguida se avergonzó de su actitud, cediendo despacio.

—¿Tocas el bajo? —cuestionó cruzado de brazos, viéndolo batallar con la correa, a lo que Freddy amplió su sonrisa.

—Hace mucho que no, pero... Algo he de recordar —siguió acomodándose con calma, en una imagen adorable para el contrario.

No obstante, después de unos largos y desesperantes segundos de torpeza, Montgomery no resistió.

—Permíteme, te ayudo.

Se estiró para pasarle la correa sobre su cabeza, luego ajustó el largo y corrigió la posición de sus brazos. El espacio personal se había vuelto inexistente, y aun así, no notaba lo invasivo que estaba siendo. Hasta que la mirada cohibida de Freddy chocó con la suya.

Paró. El rubor fue inmediato en ambos, pero mantuvieron el silencio, sin deshacer la proximidad ni romper el contacto.

La mudez se volvió... todo.

—Monty... —se atrevió a susurrar—, creo... que ya sé por qué estamos fallando tanto...

—¿Ah... sí? —respondió con el mismo volumen, perdido en el azul de sus ojos y con el corazón galopando en su pecho.

—Sí... —bajó la mirada a su boca y la volvió a subir—. Y creo que tú también sabes por qué...

Montgomery pasó saliva. Su mirada oscilando entre ambos ojos, del izquierdo al derecho, intentando leerlos. No es lo que pensaba. ¿O tal vez sí?

—Yo... Puede que sí.

—Monty... —se acercó ladeando lento la cabeza—. Déjame probar algo...

Verlo reducir la distancia erizó su piel.

Sentía su aliento. Sus nervios a mil. Permaneció quieto anticipando lo que pretendían hacer esos labios, y antes de que pudiera decir una palabra...

—¿Monty?

Esa voz.

Rápidamente, los dos voltearon hacia la puerta, sobresaltados por la interrupción y sin poder creer a quién estaban viendo.