Me llevaba bien con Sam. Suponía que era así por el hecho de que ambos compartíamos ese estrés continuo al no encontrar una mate o al menos alguien tolerable. Él sí que había encontrado a alguien que podía satisfacerlo, pero recaía un par de veces por mes al no ser con quien debería estar al final. Su descargo era la música y ciertos hábitos antes de dormir para poder hacerlo, los míos constaban en hacer ejercicio hasta el cansancio y una vez hecho eso me duchaba con agua caliente y rato después podía caer dormido con algo de suerte sin tener que repetir la secuencia. Además de consumir varios productos de una empresa de la que tenía el 51% al haber negociado con el dueño una vez que entregué una cuantiosa suma. Era su pierna o ese 51% y un año más. Por suerte consiguió devolverme la mitad del dinero un año después y al cabo de seis meses prosperó gracias a nuevos productos que funcionaron de maravilla.
Obtenía mucho dinero prácticamente sin esfuerzo de negocios a los que les entregaba un préstamo y al ir a cobrar rogaban por su vida y por sus extremidades intactas. Eso los llevaba a realizar contratos y hacerme parte del negocio con cláusulas absurdas pero que no se desestimarían nunca, y su vez conseguía mi dinero aunque el contrario fuera a bancarrota. A mí no podrían tocarme.
Sam era mi hermano, mi contador y abogado. Claro que había más personas, pero en quien más confiaba era en él, claramente, era quien hacía los contratos más importantes para que no hubiera lagunas de ningún tipo y que si se presentaban ante un juez fuera fácil salir del camino.
En cuanto a Olive, sabía que pediría algo con respecto a mi trabajo, no sabía el qué, pero si no le decía nada y la mantenía tranquila con cenas, regalos, flores y múltiples cariños tarde o temprano le daría igual si yo hice una masacre a escondidas. Mantener su estilo de vida nuevo no sería caro, quería mimarla, quería que llegase el día en que su berrinche por mi atención fuera tal que interrumpiera un trabajo importante sólo por quererme ver o para pedirme algo. Yo estaba seguro al mil porciento que ella era mi mitad, no podía ser de otra forma, y mientras ella viviese yo tenía un lugar donde regresar, ella sería todo lo que necesite, ella sería mi hogar y mis ganas de vivir.
También equivalía a ser mi debilidad. La única que pude haber tenido desde que comencé con el negocio familiar. Mi hermano ya estaba grande, nos llevábamos 5 años, él sabía cómo defenderse, pero Olivia no. Ella me necesitaba y ahora mismo necesitaba tenerla vigilada y una vez ella me acepte y comience a ir con frecuencia a su vivienda pronto habría sospechas. Debía convencerla rápidamente de que yo era todo lo que podría querer y que no había nada más que pudiera atarla en ese sitio; el plan era simple, hacer la copia, no tardarme más de 5 a 10 días en convencerla y prontamente llevarla a mí hogar, donde todo el perímetro de hallaba vigilado las 24 horas del día.
El plan no podía fallar, ya había algo en ella que quería rendirse ante mí, sólo tenía que convencerla.
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Hace un largo rato estaba mirando mi celular con la batería ya cargada. Estaba a un metro sobre la mesa de la sala. Me había duchado, había tomado hace un par de horas un chocolate caliente, había jugueteado varias veces con su maldito rostro en mi mente y mi vestido nuevo que había quedado con su aroma levemente impregnado.
Se habían hecho casi las once y él no volvía, lo malo no era quedarme encerrada, lo malo era que -él no volvía-.
¿Cómo su presencia no salía de mi mente? Incluso ya había arreglado la ropa nueva que me compró, me quedé mirando su tarjeta todo el maldito día que por cierto no se llevó, revisé la factura y el dineral que se gastó en mí. Todo eso me daba la certeza de que volvería. Mi preocupación hizo de lo suyo, pensando en que no le gusté tanto como creía y que sus besos amorosos no significaron nada. A lo mejor fue con otra de sus mujeres como dijo su hermano y se olvidó de mí porque yo no le di el cariño suficiente.
Carajo... no... no... aún no había hablado con él ni decidido qué hacer con su horrible trabajo.
─ Contesta... Ya, ya, ¿Hola? ─ los "pip" se detuvieron y en mi agonizante espera me senté en el sofá y me regañé cuando una mujer me contestó.
─ Oficina del señor Maddox, ¿en qué la puedo ayudar? ─ está bien, tranquila, sólo es una secretaria. Era normal, no me había dejado su celular, sino su tarjeta.
─ Necesito hablar con él, por favor, dígale que soy Olivia─ esperaba que con eso fuera suficiente.
─ ¿tiene cita? Lamento decirle que no encuentro a ninguna Olivia en su agenda─ ¿por qué no me sorprende? Era obvio, ni siquiera teníamos un día de conocernos.
─ Bien... ¿podrías darme su número de celular?
─ Lo siento señorita, ¿usted quién es?
No soy nada, sólo soy una chica que lo encontró asesinando a alguien en mi futuro lugar de trabajo y al parecer y por alguna razón teníamos feromonas compatibles que se atraían entre sí, no sólo tolerables. Pertenecía a la clase baja mientras que él gozaba de todo el dinero obtenido por muertes inocentes, yo incluso me encontré siendo beneficiada. ¿21 mil dólares en ropa? Nunca obtendría tanto dinero como para no preocuparme por gastar ese monto sólo en un día.
Y su maldita tarjeta, una tarjeta negra con su nombre en un plateado brillante.
─ ¿tú quién eres?
─ ¿Yo? Soy su secretaria, señorita. Colgaré si no quiere hacer una cita─ al tardar mucho, ella terminó colgando.
Miré el móvil una vez más, harta, ¿Qué carajo fue eso? Me comenzaba a sentir mal y las preguntas se arremolinaban en mi cabeza dándome dolores fuertes que no podía evitar. Tomé agua, me hidraté y fui hacia el sofá a aferrarme a las mantas y a mi vestido con su perfume.
Pasaron un par de minutos, era sólo eso, minutos. Había mirado la hora luego de un rato creyendo que había pasado horas luego de dormitar, pero no. Me sentía nerviosa y agitada por no parar de ver la puerta a la vez que mentalmente repetía el sonido que hacía al ser abierta por mí, el sonido de la llave chocando con la perilla.
Quería algo dulce, chocolate, golosinas, algo, lo que sea para calmar mi angustia, el problema era que ALGUIEN no llegaba como prometió.
Tan pronto como todo ese remolino de emociones se intensificó decidí volver a llamar.
─ Buenas noches, oficina del señor Maddox, ¿en qué puedo...?
─ Soy su mate, pásame ahora mismo con él, ¿oíste?
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Sombrío y Temido. (DDLG / CGL) (OMEGAVERSE)
RomanceOlivia Heist se preparó por un largo tiempo para la entrevista que tendría ese día. Todo pareció ir bien cuando entró hacia el sombrío y silencioso lugar. Subió por el ascensor y al llegar al piso donde su entrevista comenzaría, se halló con cierta...