Martin siempre recordaría el momento en que recibió la llamada de Noemí. Esa maldita llamada.
Las calles de Madrid estaban alborotadas, con el bullicio habitual de la zona, y todo parecía un día normal. Para Martin también lo era. Pero una sola llamada iba a cambiar eso en cuestión de segundos.
Caminaba a paso rápido, ya que había quedado con Ruslana para merendar en su pastelería favorita para celebrar el lanzamiento de la nueva canción de la pelirroja. Como siempre, llegaba tarde.
Algunas personas lo reconocían a pesar de su gorra y sus gafas de sol, y él se paraba siempre para sacarse cada foto que le pedían, sintiéndose incapaz de decir que no. Pero todo ello no paraba de retrasarlo más y más, y Ruslana debía de estar echando humo por las orejas.
El teléfono sonó y Martin ignoró la llamada por las prisas. Ya se encargaría de ello más tarde. Y si era Ruslana la que llamaba, más motivo aún para no coger el móvil. Qué miedo.
Sin embargo, cuando éste sonó por segunda vez, Martin detuvo su caminata y decidió comprobar que no era nada importante.
Cuál fue su sorpresa cuando leyó el nombre de Noemí Galera en la pantalla. Le extrañó, ya que sabía que era una mujer ocupada, aunque no era la primera vez que iban a hablar por teléfono. Sin embargo, las anteriores veces, era él quien la había llamado a ella.
Descolgó sin dudar.
—¿Noe?
—¡Pumuki! ¿Qué tal, mi niño? —La voz de Noemí sonaba tan cercana como siempre, y Martin sintió un agradable calor en el pecho.
—Bien... Aquí con Rus. Bueno, yendo a verla. Llego tarde —dijo, mirando su reloj de pulsera.
Le encantaba ese reloj. Se lo habían regalado Chiara y Rus cuando se mudó con ellas. Ruslana le había dicho que era una manera de decir adiós al pasado doloroso y empezar de cero. Y eso hizo. Los tres amigos rompieron su antiguo reloj en millones de cachitos, destrozándolo de las formas más macabras que se les ocurrieron muertos de la risa. Sin embargo, ese día, en cuanto Martin tuvo un rato a solas se encerró en su cuarto y se acurrucó en su cama sollozando, abrazando los trozos del objeto que tantos recuerdos le traía.
Pero ahora tenía un nuevo reloj, y todo aquello quedaba en el pasado.
—Vaya, ¿te pillo mal? —preguntó Noe al escucharle decir las últimas palabras.
Martin negó con la cabeza, reanudando la marcha, y luego recordó que Noemí no podía verle, así que verbalizó el mensaje sintiéndose tonto.
—No, no, dime. Total, puedo andar y hablar contigo al mismo tiempo. ¿Ocurre algo?
Ella se quedó unos segundos en silencio, y después soltó la bomba.
—Os vais de gira.
Martin detuvo su caminata en seco.
—¿Qué? ¿Os? ¿Quiénes?
—Los dieciséis, cariño. Por el segundo aniversario de vuestra edición. La gente os echa de menos, y hemos decidido hacer un homenaje. Os estoy llamando a todos porque quiero que os enteréis por mí antes de que lo suban a redes.
El vasco no entendía nada.
—¿Pero y eso?
—Llevamos un tiempo barajándolo, no os queríamos decir nada hasta que no fuera seguro para no haceros ilusiones. Se supone que estáis obligados por contrato, pero si alguno de vosotros no quiere hacerlo yo me encargaré personalmente de que no se vea forzado a ello. Esto es algo para disfrutar y rememorar buenos tiempos. —Noemí recalcó mucho ese último par de frases, y Martin supo por qué.
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If you should ever leave me
RomantikHan pasado dos años desde que terminó OT. Algo más de uno desde que los caminos de Martin y Juanjo se separaron de forma definitiva. ¿Qué pasó para que los dos, que tanto amor sentían el uno por el otro, no quisieran volver a mirarse a la cara? Nadi...