capítulo 23

5.4K 314 132
                                    

Martin paró de andar en seco. El corazón de Juanjo comenzó a latir muy rápido. Acababa de pedirle ir a tomar algo por ahí. Pasar tiempo juntos. Voluntariamente. Por segunda vez en aquel día, después de lo del tren.

Disimular sus sentimientos no se le daba demasiado bien.

—¿Los dos? —preguntó Martin, cohibido.

Juanjo quiso que le tragase la tierra.

—Esto... Sí, bueno, puedes traer a Chiara y Rus si prefieres —aclaró con velocidad, enmascarando las ganas que tenía de estar a su lado el mayor tiempo posible.

Quizá se había pasado. Quizá había dejado demasiado claros sus sentimientos. Quizá Martin salía pitando y él sólo había logrado ahuyentarlo.

O quizá, el vasco decía que sí. Quizá había alguna posibilidad. Quizá podían empezar de cero. Quizá...

Martin carraspeó.

—No puedo, Juanjo —dijo, sonrojado y nervioso. Juanjo sintió que se quedaba sin respiración. Una patada en la tripa hubiera dolido menos.

—Vale, no te preocupes, me lo imaginaba —se apresuró a decir, restándole importancia y distanciándose un paso de él, disimulando su decepción.

Sí, definitivamente se estaba pasando de la raya.

Pero Martin habló de nuevo con velocidad.

—No, no, no es que no quiera —aclaró—. Es que de verdad no puedo. Tengo que ir al estudio ahora.

Juanjo asintió, decidiendo creerle y no pensar que era una excusa, porque sería demasiado doloroso para poder soportarlo. No culparía a Martin si así fuera. Después te todo lo que habían pasado, era lógico.

—Sí, sí, nada. Ya iremos, y nos pondremos al día.

—Sí —prometió el menor enseguida, sonriendo. Juanjo supuso que lo hacía para que él no se sintiera mal.

Por mucho que las cosas hubieran mejorado entre Martin y él, tenía que esforzarse en recordar que el vasco había pasado página. Que tenía que aprender a ser sólo amigo de Martin, aunque nunca hubieran sido exclusivamente eso en el pasado.

Primero habían sido amigos que se gustaban, después mejores amigos que salían juntos. Después, extraños. Y ahora eran amigos, a secas.

Y tenía que grabarse eso a fuego en la cabeza para no ahuyentar a Martin.

El pequeño sacó su móvil del bolsillo con las mejillas aún sonrojadas y miró la pantalla un segundo.

—Mi taxi ya está aquí —anunció poniéndose las gafas de sol para evitar que nadie lo reconociera. Juanjo lo imitó, pues se había olvidado por completo.

—Que se te dé bien hoy —le deseó, sonriendo y ocultando la macedonia de emociones que tenía en su interior. Por un lado, decepción y nostalgia, desesperación y tristeza. Por otro, amor incondicional y sensación de paz tras la charla en el tren.

Habían hecho las paces. Por fin. Después de un año entero, lo habían conseguido.

Martin le dedicó una sonrisa cargada de cariño.

—Mañana hablamos —le prometió.

Juanjo asintió y lo vio marchar.

***

El maño daba vueltas en la cama, nervioso. En su cabeza había mil escenarios en los que su plan de mañana salía mal. No tenía por qué ser un fracaso estrepitoso, sino que podía ser que la gente ni siquiera se fijase en la canción que cantaba. Que no le dieran importancia. Que los dejase indiferentes. Que Juanjo no les transmitiera nada.

If you should ever leave meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora