capítulo 38

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Martin temblaba de rabia mientras miraba la pantalla de su teléfono con un obseso, comprobando si había alguna notificación cada dos por tres.

Nada.

Se había preocupado bastante cuando había abierto Twitter esa mañana. Se había preocupado aún más cuando había llamado mil veces a Juanjo y éste no había cogido ninguna de ellas. Pero cuando vio que el mayor acababa de leer sus mensajes y no había respondido, se preocupó más que nunca.

Martin sólo quería saber que Juanjo estaba bien. Y que no estaba enfadado con él. El vasco sabía que no había sido su culpa, pero no pudo evitar sentirse algo responsable, porque Juanjo le había advertido de los riesgos y él no había escuchado.

Saltó una notificación. Y Martin saltó con ella. Desbloqueó el móvil, pero se llevó una decepción al ver que sólo era un tweet de Ruslana.

Lo dije el año pasado y parece que no aprendéis o que os la suda. No somos personajes de una película. Somos personas. Que os jodan a todos. No sabéis el daño que podéis llegar a causar. Dejad a la gente vivir su vida y tener algo de intimidad. Debería daros vergüenza.

Mucho se había cortado su amiga, conociéndola. Ni siquiera le había pedido permiso a él para subir aquello, pero Rus era así. Visceral, impulsiva. Y en cuanto había leído la noticia había empezado a soltar fuego por la boca.

Chiara se había alarmado al leerla y había ido corriendo a abrazarlo y preguntarle si estaba bien, y si Juanjo lo sabía. Martin no tenía ni idea.

Podía soportar que las fotos hubieran salido a la luz, las burlas (que, en realidad, nunca habían cesado) y los comentarios de la gente. Pero el silencio de Juanjo, no.

***

Juanjo los odiaba. A todos. A aquellos que habían sacado las fotos de Martin y él saliendo de su casa en Bilbao y caminando juntos por las calles de Getxo. A los que los habían fotografiado de la mano yendo a ayudar a Ruslana. A los que habían escrito ese texto de mierda, como si su reconciliación con Martin fuese alguna clase de exclusiva jugosa y no una situación delicada sobre la que ninguno de los dos estaba todavía preparado para hablar.

Y, sobre todo, odiaba a todas las personas que habían decidido comentar sobre su relación con él vasco sin tener la más remota idea. A todos aquellos que habían escrito crueldades riéndose de ellos. A los que habían hecho memes de Juanjo dejándolo de cornudo, porque, cómo no, lo ocurrido en aquella discoteca estaba de nuevo en boca de todos tras ver que el maño y el vasco podían volver a estar juntos. El artículo donde habían aparecido las fotos se había encargado explícitamente de recordarle a todo el mundo aquella historia de la que Juanjo había logrado desviar la atención en su día. Ahora todos parecían creerla. De nuevo, se estaba intentando dejar a Martin como un puto infiel, y a él como un tonto por perdonarlo.

Odiaba que se hablase así de él, pero, ¿de Martin? No podía soportarlo. Simplemente no podía. Le quemaba en el pecho cada insulto que leía hacia él. Se alegró de no tener delante a las personas que estaban escribiendo esas cosas detrás de un usuario sin foto de perfil, porque si así fuera, Juanjo no respondería de sí. Estaba completamente cegado por la ira y el sentimiento de protección hacia su chico, que estaba recibiendo golpes por todas partes. Y él no podía hacer nada. No podía protegerlo esa vez. Se moría de impotencia.

La historia que se rumoreaba, en realidad, era cierta. Pero la gente no conocía el contexto, ni podía entender la situación. Ellos no sabían una puta mierda. Sólo Martin y él. Era su vida. Eran sus cosas. Eran sus segundas primeras veces. Era su privacidad, de los dos. Sólo de ellos. Y se la habían robado sin ningún tipo de escrúpulo, antes siquiera de que él pudiera decirle lo que sentía.

If you should ever leave meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora