CAPÍTULO 1.

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PRIMERA PARTE

Puedo sentir esa mirada que me escuece la piel sobre mi cuerpo, helándome por completo la sangre y mis alarmas se encienden ante el sentimiento de peligro que me rodea. Estoy sola, pero sé que hay alguien en las sombras observándome, acechándome y divirtiéndose con las reacciones de mi cuerpo porque el miedo me hace temblar.

Es de noche, el farol frente a mi casa apenas logra mantener su luz cuando la bombilla de este comienza a fallar, como ha sido común durante los últimos siete meses. Ya llamé en varias ocasiones al ayuntamiento para que se hagan cargo, pero simplemente lo ignoran poco después de que les digo la dirección en donde vivo. Todos tienen miedo de venir a esta zona de la ciudad, la zona roja de Chicago. Pero ha sido indudablemente un calvario para mí el ver esa luz crepitar de esa manera, es terrorífico y me hace sentir como la protagonista de alguna película de terror desde que comencé a sentir aquella pesada mirada en mí cuando estoy camino a casa.

Miro a todos lados y no hay nada, solo hay oscuridad y algunos cuantos cuerpos de personas inconscientes muy probablemente por las drogas tirados en el suelo, ajenos a la peligrosa presencia que nos acecha o que, más bien, me acecha a mí. No puedo respirar bien.

—Las llaves, las llaves... —murmuro con total desesperación mientras busco el pequeño llavero en el caos del interior de mi bolso. Aún no estoy cerca de llegar a la puerta, pero espero que buscar las llaves me aísle un poco del miedo que me eriza la piel.

Paso la calle corriendo, como si estuviera siendo perseguida por algo totalmente invisible y mis pasos se apresuran a llegar a la pequeña reja frente al desgastado edificio donde vivo. Al estar ahí, giro sobre mis talones para ver en dirección al bosque frente a la residencia, esperando ver los macabros ojos de algún ente demoníaco que tal vez se esconde tras los troncos gruesos de los árboles.

Pero de nuevo, no hay nada.

Casi creo que me estoy volviendo loca, pero sé que no es así, estoy segura de que todo esto es real, de que el sentimiento de peligro no es una alucinación causada por el estrés. Algo se esconde allí afuera, esperando el momento adecuado para clavar sus garras sobre mi corazón.

Y ese sería el mejor de los casos si lo que me acecha es realmente alguna cosa demoníaca y no algo peor, como una persona.

Subo con prisa los escalones del edificio, sin detenerme incluso cuando resbalo de uno de los escalones que están malos. Todo apesta a orines, suciedad, a hierro podrido y no hay nada que yo pueda hacer para cambiar eso, solo acostumbrarme y rogar por no ser yo quien se caiga al bajar por este horrible lugar. Parezco estar destinada a mantenerme en lo más bajo, rogando por poder sobrevivir un día más.

Cuando llego a mi puerta, abro rápidamente esta y antes de esconderme tras la puerta desgastada de donde vivo, me giro para ver una vez más hacia ese lugar donde siento esa mirada. De nuevo, no puedo ver nada.

—Jesús... —murmuro mientras me deslizo por la puerta, con los latidos salvajes de mi corazón golpeando contra mis oídos. El interior de la casa está con las luces apagadas, pero logro ver el interior gracias a la luz del televisor en la sala.

Me acerco de puntillas hacia el lugar y puedo ver la figura de Cata sentada sobre el desgastado sofá. Es mi mejor amiga. Y cuando toco su hombro ella pega un brinco que hace que mi corazón se salte un latido.

—¿Estás loca? —masculla entre sus dientes mirándome totalmente estupefacta y luego señala a sus piernas, donde una pequeña figura está descansando con su cabeza apoyada sobre uno de sus muslos como si fuera una almohada —Te juro que si vuelves a hacer eso voy a terminar con un jodido paro cardíaco —entrecierra sus ojos y le ofrezco una sonrisa apenada.

Vasily.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora