CAPÍTULO 14.

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Su mano derecha descansa sobre la zona de mi espalda baja y su izquierda aún continúa sosteniendo mi mano. Su trato se siente casi aristocrático sobre mí mientras me guía a la entrada del restaurante. No puedo concentrarme siquiera en mirar hacia los alrededores del lugar porque mi atención está completamente en él. Puedo ver un poco de su perfil desde mi posición y solo ayuda para que reafirme el pensamiento de que es como si tuviera a la vista a un ángel caído.

Cuando las puertas del lugar se abren, regreso mi vista por fin hacia lo que sería enfrente y me encuentro en la entrada del lugar más increíble que he podido ver en toda mi vida. El techo es alto y lleno de candelabros lujosos de araña. La luz se mantiene tenue y a nuestros pies se extiende una alfombra roja que puedo apostar que cuesta más de lo que gana una familia promedio durante un año de salario. Todo se ve absurdamente caro y lujoso. Es demasiado para mí.

Un mozo se acerca hacia nosotros y hace el ademán de querer quitar el abrigo de mis hombros, pero el hombre a mi lado lo detiene con un simple gesto.

—Yo lo hago —le indica con el tono de su voz siendo severo. El hombre, ya de una edad bastante mayor, retrocede tragando con fuerza y mi mente decide ignorar automáticamente su reacción cuando ya siento las mariposas de mi estómago volando con violencia cuando él retira mi abrigo de una forma casi insana para mi corazón. Se lo entrega al trabajador y el señor se va rápidamente con el en brazos.

Aprieto mis labios ligeramente cuando vuelve a poner sus manos sobre mí en la misma posición en las que se encontraba antes y le digo en un susurro. —Ese es su trabajo.

—Y el mío es hacer por ti lo que no quiero que otros hagan —vuelvo la cabeza para mirarlo y compartimos una breve mirada —Por esta noche, eres mía, Malysh.

Lo que su afirmación consigue, más que asustarme por el hecho de que suena indudablemente posesivo, es puro deseo. Contrario a las palabras que leí en esas tarjetas negras, cuando las dice él, solo pueden gustarme.

Suelto un suspiro. —¿Eres posesivo? —trato de esconder la sonrisa que quiere asomarse a través de mis labios.

—Mucho, ¿tienes miedo? —niego con mi cabeza.

—Extrañamente... me gusta —hablo con honestidad.

La sonrisa ladeada que hay en su boca no pasa desapercibida de mi vista antes de que vuelva a esconderla. Cuando llegamos a lo que sería nuestra mesa, extiende una de las sillas para mí y espera hasta que yo esté sentada para correrla de manera que quede cómoda frente a esta. Él se sienta al frente mío y puedo sentirme extrañar su mano sobre mi espalda.

Me permito darle un recorrido con la mirada al increíble lugar y, está vacío, no hay nadie. Frunzo el ceño sintiéndome confundida.

—¿Es un lugar con mala calificación? —le pregunto por lo bajo para asegurarme de que nadie me escuche, aunque no hay una sola alma cerca de nosotros.

Él me ve con la diversión pintando sus ojos. —¿Te parece ese tipo de lugar? —yo niego con mi cabeza.

—Está tan vacío... —le susurro.

—Pedí que lo estuviera para nosotros —dice como si me estuviera anunciando el tiempo.

Mi boca se abre de forma automática por la sorpresa. —¿Todo el lugar? —pregunto espantada.

—Todo el lugar... para nosotros dos.

Muerdo mis labios de forma nerviosa. Si tenía el poder de hacer algo así, era sin duda un hombre rico, riquísimo, millonario o multimillonario, lo que fuera. No tenía sentido que alguien como él hiciera algo como esto para impresionarme si era lo que quería conseguir, ya bastante impresionada estaba con solo poder robarme una de sus miradas para mí.

Vasily.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora