CAPÍTULO 5.

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—Lo tienes —mis ojos se abren a más no poder con la pregunta visible en mi mirada: ¿es real? Y Catleya me responde con efusivos asentimientos de cabeza.

Ambas gritamos y brincamos en la sala.

Domingo a la mañana, no tiene mucho rato de que Catleya tocó la puerta de mi casa después de salir del trabajo y me dio la noticia. Apenas el viernes a la noche me había dicho que entregó mi hoja de vida y hoy ya me está diciendo que tengo el trabajo.

¿Cómo pudo suceder tan rápido? Y lo más increíble, la suerte está de nuestro lado.

—¿Cuándo comienzo?

—Hoy mismo si quieres —yo asiento.

—¿El uniforme?

—Te lo darán allí.

—Bien, ¿qué tengo que hacer? —la pregunta estaba dicha con algo de recelo. Ad Miguel es conocido como un Club de alta categoría, solo gente adinerada puede hacer reservas y por lo general todos los días se encuentra lleno. No sé mucho de ese lugar, ni siquiera cómo es por dentro o cuál es el tipo de trabajo que tienen que hacer las personas que sirven allí, pero esperaba que, si era un lugar tan prestigioso como decían, no hubiera nada de drogas o prostitución.

Aunque siendo lugar de rusos, lo dudaba. Ese pensamiento me asqueaba y me hacía sentir insegura.

—Solo servir los tragos del primer piso y yo estaré contigo para darte una pequeña inducción —asiento relajando mis hombros por su respuesta mientras ambas caminamos hacia el sillón y nos tiramos en el.

—No podré estar mucho tiempo contigo —continúa —A partir de hoy serviré los tragos de las habitaciones VIPs del segundo piso —esto último lo dice con un toque de emoción y enarco una ceja hacia ella —Es como ser promovido, ya sabes, algo así como de oficinista a secretaria —se ríe un poco.

—Eso es genial —ella asiente.

—Todo gracias a ti.

—¿A mí?

—Tengo un año trabajando allí, como ya sabes, pensé que me quedaría un año más sirviendo en el primer piso antes de poder dejarlo y al dejarte mi puesto, me subieron.

—Wow.

—Sí, guau.

—Solo por probar suerte y funcionó... —murmuro con algo de incredulidad en mi voz aún.

—A veces hay que tener un poquito de fe —me dice ella.

Y creo que hace falta más que un poquito de fe para esto.

...

—Recuérdame lo que hablamos —le digo a Vania. Ella me mira con sus grandes ojos color chocolate mientras sostiene entre sus manos uno de sus peluches. Sus mejillas ahora tienen un tono salmón saludable y sus labios están lejos de tener ese tono azul verdoso que me hace sentir como si la fuera a perder en cualquier momento.

—Hablar más despacio —levanta uno de sus dedos numerando y cierra sus ojitos como si estuviera recordando —No correr por la casa y —me mira —No dejar sobras de la comida de Nonna Tita —me da una de sus enormes sonrisas y me apresuro a tomar sus mofletes para dejar besos ruidosos sobre estos.

—Lo recordaste todo.

—Sip —me dice orgullosa y se me derrite el corazón.

—Ya debo irme —ella asiente y yo señalo mis mejillas. Al instante entiende y me planta uno de sus ruidosos besos que llegan hasta el corazón.

—¿Y para mí? —Catleya imita mi posición y Vania hace como si la estuviera ignorando, escondiéndose detrás de las piernas de Tita, la mujer se ríe de la situación y el puchero en los labios de mi amiga me hace reír.

Vasily.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora