CAPÍTULO 3.

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—¿Qué piensas hacer con el dinero?

—Nada —me encojo de hombros y comienzo a enrollar el mechón de pelo de Vania para hacerle un bollito al igual que el que tiene del otro lado. Ella balbucea algo de una canción infantil mientras juega con el pequeño montoncito de moños que le he comprado, ajena a mi conversación con Cata.

—¿Estás loca? —yo asiento a sus palabras y ella se sienta a mi lado totalmente exasperada.

—¿Qué voy a hacer con eso? Ni siquiera sé de dónde vino, no me voy a arriesgar a usar dinero falso o algo parecido que pueda meterme en problemas, no soy suicida —la encaro y ella rueda los ojos a mis palabras.

—Te preocupas demasiado —dice entre dientes. No le digo nada —Incluso podrías usarlo para adelantar las cuotas de la deuda, al menos estarías libre de eso por unos meses.

—¿Qué? No, podrían matarme si se enteran de que tengo ese dinero encima, van a pensar que pedí un préstamo o algo peor —niego con mi cabeza y me levanto con Vania entre mis brazos, apoyándola a un costado de mi cadera, ella se abraza a mi cuello y mira a mi amiga con algo de recelo.

—¿Yaya estás molestando a Lili? —su pequeña vocecita distrae a mi amiga de su lucha imaginaria de miradas conmigo que se había montado ella sola.

—No princesa, solo regaño un poco a tu hermana —Vania frunce sus labios.

—No hagas eso, no me gusta la Lili triste —esconde su rostro en mi cuello y yo la abrazo con fuerza.

—¿Ves, Cata? No me molestes o Vania se enojará —niego con mi cabeza y ella se pone rápidamente a mi lado para acariciar la espalda del pequeño rayo de sol que estoy sosteniendo.

—Perdóname princesa, no lo haré más —me mira de reojo y Vania ni siquiera se molesta en mirarla. Bien, se ha enojado. Le hago un gesto a mi amiga con la cabeza para que no le insista y ella suspira con pesar. Ya se le pasará.

...

Después de asegurarme de subir a Vania en su transporte a la guardería, retomo mi camino de nuevo hacia la casa. De día todo se ve mucho peor de lo que es de noche y debo esforzarme un montón siempre para distraer a Vania de ver las cosas desagradables que se encuentran siempre en el camino. No quiero manchar su inocente mente con las cosas repugnantes que nos rodean. Seguía siendo todo un calvario asegurarme de eso. Vania era demasiado inquieta y curiosa con todo lo que nos rodeaba, no sabría decir hasta cuándo podré mantenerla así.

Doy un largo suspiro y saco mi teléfono celular del bolsillo trasero de mi pantalón. Al instante los mensajes comienzan a sonar y voy rápidamente a las notificaciones. Tres mensajes de Catleya, uno de Victoria anoche confirmando la transferencia del pago a mi cuenta bancaria y otro mensaje de un número desconocido.

Catleya: He tenido que salir de emergencia al club. Tita me ha dicho que te recuerde de pasar a casa por un plato de pasta con albóndigas, ya sabes lo mucho que le gusta cocinar y quiere tu opinión por tu exquisito paladar italiano jaja.

Catleya: Dejé en tu casa algo de dinero sobre la encimera para que compres papel y hagas algo con tu espantosa nevera, no soporto ver esa mierda vacía con una niña en la casa.

Catleya: Cuando regrese seguimos hablando de tu... misteriosa situación. ¡Es lo más interesante que he visto pasar en años! Y sabes muy bien que el club no es precisamente aburrido... Como sea, si tienes algo más que hacer hoy asegúrate de avisarme y enviarme tu ubicación, que no se te olvide. Hablamos más tarde.

Calíope: Sí, mamá.

Paso al siguiente mensaje y solo le respondo con una carita sonriente a Victoria cuando veo el comprobante del pago. No hay necesidad de mantener los modales con esa mujer. Cuando paso al mensaje del número desconocido, un escalofrío recorre mi espalda al leer las palabras sobre la pantalla.

Vasily.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora