VASILY.
La luz tenue del despacho proyectaba sombras largas sobre la madera oscura del escritorio, y el aroma a tabaco impregnaba el aire, junto con ese eco casi constante de control y estrategia que resonaba entre estas paredes. Pavel estaba allí, con esa calma fría y calculadora que lo hacía indispensable. Mi mano derecha. Pocas veces dudaba de sus palabras; eran precisas, claras y, hasta ahora, siempre confiables.
Él hablaba con detalle, refiriéndose a los italianos y sus movimientos recientes. Desde el fiasco con el banquero, habíamos recuperado los fondos, pero el precio fue un trato que aún me escocía. Un pacto por conveniencia, nada más. Lo necesitábamos, al menos temporalmente. El Don, viejo zorro de astucia implacable, mantenía su imagen de cortesía, pero no me fiaba. Sus gestos eran calculados, sus palabras meticulosamente medidas. Pavel lo sabía y también desconfiaba. Esta alianza, por ahora, solo mantenía la estabilidad superficial. A la mínima provocación, sin embargo, los italianos podrían querer tomar más o al revés. Se trataba también de una lucha silenciosa de poder.
—Los albaneses han cruzado más de una vez a nuestros sectores —añadió Pavel, llevándome al presente. Esos albaneses... Desde hace una semana habían cambiado su ruta de paso y se internaban en nuestro territorio, con movimientos que no parecían accidentales. Tal vez olfateaban la fragilidad temporal con los italianos o, peor, estaban preparando terreno para algún movimiento.
—¿Quién los lidera? —pregunté, mientras las posibilidades comenzaban a dibujarse en mi mente.
—Marko Kelmendi. Recientemente tomó el control y parece dispuesto a dejar su marca —respondió Pavel, entrecerrando los ojos—. Es imprudente y tiene ambición. No creo que retroceda si percibe una oportunidad.
Inhalé profundo, sopesando cada movimiento reciente como piezas de ajedrez en un tablero con demasiados jugadores. La alianza con los italianos podía parecer sólida por el momento, pero sabía que tanto ellos como los albaneses estaban esperando el mínimo indicio de debilidad para tomar la ventaja.
—No toleraré que crucen la línea ni una vez más —dije en voz baja, pero firme—. Si Kelmendi quiere provocarnos, entonces que lo haga con cautela. Que se enteren de que el margen que les damos no durará mucho. No quiero hombres ingenuos en el terreno, ni italianos ni albaneses. Y si ellos deciden cruzar más límites, nos encargaremos de que cada uno pague con sangre, como siempre lo hemos hecho.
Pavel asintió, serio, con la misma frialdad calculada. Sabía que, en este juego, no había lugar para errores ni debilidad. La estabilidad, la autoridad sobre cada aspecto, era mi sello. Con mis hombres de mi lado, los justos a los que les he depositado mi confianza y sé que tengo su lealtad, los italianos y los albaneses aprenderían su lección, tanto si decidían negociar como si optaban por desafiarme.
Ya no habría más contención, si olvidaron el nombre de Vasily Volkov y lo que representaba, me encargaría de recordárselos. La calma que habían presenciado el último tiempo por la que fui tan cuestionado, tan solo era el reflejo de lo que quería contener para mis adentros, y todo eso se debía a una sola cosa, a una mujer, a Calíope. No era miedo lo que me impedía accionar como estaba acostumbrado dentro de la organización y los planes que existían para esta, pero si era la ansiedad, la obsesión y la sed de posesividad por su existencia a mi lado, lo que me obligaron a adquirir una posición más pasiva. Necesitaba tenerla bajo mi techo, bajo mi control para sentir que todo estaba en su lugar por fin y todo volvería a lo que era, con el simple cambio de que por fin tendría a la razón de mis anhelos y más oscuros demonios, conmigo. Como estaba destinada a ser.
—Pakhan —Pavel vuelve a llamar la atención de mis pensamientos, apartando la imagen del rostro de Calíope de mi mente. El título solo lo empleaba cuando de asuntos sobre la organización se trataban. Lo vi de manera atenta, el como su mirada oscura se deslizaba sobre la pantalla de la laptop que sostenía entre sus manos para señalarme una imagen que guardaba dentro de unos documentos, poco después.
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Vasily.
RomanceCalíope estaba llena de sueños rotos por el destino, un destino que la llevó a enfrentarse al cruel mundo sin una guía adecuada que pudiera explicarle que el sufrimiento, hacía parte de todo. Perdiendo a su madre a la edad de 17 años y haciéndose ca...