PARTE DOS
CALÍOPE.
No sé cuánto tiempo ha pasado con exactitud, no he podido contar las horas o minutos desde que él abandonó la habitación y me dejó sola, llorando secamente un shock emocional que ni siquiera debió suceder. Tal vez la situación pudo ser diferente si no le hubiera dado importancia a esa primera vez en la que noté su mirada y presté atención a su visita en el lugar. O pude haberla evitado mucho mejor si no hubiera aceptado el ofrecimiento del trabajo por parte de Catleya y la peor persona posible para que me diera la oportunidad de tenerlo: Pavel.
Fui una completa tonta. El hombre probablemente sabía que esto pasaría en algún momento y solo incentivo la situación para que sucediera. Ni siquiera podía culpar a mi amiga por sus buenas intenciones y mucho menos a mí por la ingenuidad en la que me dejé atrapar por mi interés hacia un hombre que me hizo sentir cosas que antes nunca me permití sentir. Era una pérdida de tiempo pensarlo, pero aun así no puedo evitarlo.
Trato de no pensar en su nombre, en la forma en que sonó cada silaba cuando él la pronunció y mucho menos en su mirada llena de frialdad e impaciencia hacia mí. No quiero recordarlo, no quiero pensar más en él y no quiero rememorar ese momento en el que firmé unas estúpidas hojas que me ataban a un hombre que realmente no conocía en absoluto.
La situación me resulta absurda porque es muy probable que haya podido encontrar otra solución o una manera de escapar completamente segura de ese hombre y lo que fuera que tiene planeado para mí.
Pero, una vez más, es inútil pensarlo porque ya estaba hecho. Mierda.
—¿Aún te duelen los pies?
Miro hacia el rostro de mi mejor amiga. Tiene esa mirada llena de arrepentimiento y dolor cuando nuestros ojos conectan. Su mano acaricia ligeramente mi espalda, como si buscara darme algún tipo de confort, pero es en vano porque no consigue generarme ni una pisca de ese sentimiento.
Suspiro de forma entrecortada sin saber cómo definir mis sentimientos con exactitud en estos momentos. Todo está tan enredado, toda esta maldita situación me resulta irreal y si no fuera por el dolor punzante en las plantas de mis pies que ya habían recibido tratamiento, podría jurar que todo esto no es más que una vil pesadilla. Una de la que me encantaría despertar, rápido.
—No, gracias a ti... —mi respuesta sale algo entrecortada debido a la sequedad en mi garganta. No he querido tomar agua y mucho menos probar algún bocado de comida por más que me lo ofrecieron.
Mi estómago estaba vacío y eso acompañaba el vacío que sentía en mi pecho, pero ese vacío sé muy bien que se produce no más por el mero hecho de sentir demasiadas cosas a la vez y mi incapacidad por definir cada una de esas emociones.
La escucho murmurar algo que no entiendo antes de decir: —¿Podemos hablar ahora sobre lo que ocurrió en la habitación de ese hospital?
Me quedo unos segundos pensando, tratando de traer el resto de mis recuerdos a mi cabeza hasta pensar en alguna respuesta que pueda darle sin alterarla, lo cual, como bien puedo suponerme, será prácticamente imposible.
Llevo una gran respiración a mis pulmones, sintiendo la tensión de su toque y los nervios comenzar a aflorar en mis sentidos. Puedo recordarme tirada en esa habitación llorando como una pobre magdalena y a Catleya entrando en ella junto a una enfermera. Ambas me arrastraron fuera de allí para poder atender las heridas de mis pies y que estas no se infectaran. También puedo recordar a los hombres trajeados rondando por la sala, observando todo como si fueran halcones vigilando su nido o alguna cosa parecida a esa. Era ridículo, nunca estuve rodeada de tantos hombres a los que, con una sola mirada, pudieras sentir que había mucha sangre en sus manos por su profesión. Él no estaba en el lugar, afortunadamente. Luego puedo recordar como sacaron a Vania de su habitación en una camilla, ella tenía sus pequeños ojitos cerrados mientras consigo arrastraban una serie de máquinas que se mantenían conectadas a su cuerpo. Suelto un suspiro tembloroso por el recuerdo. También puedo recordarme gritar, pidiendo por una explicación y los brazos de Catleya abrazándome sin entender al igual que yo la situación. Después uno de los hombres o perros vigilantes, no lo sé, nos arrastraron hasta un auto para después llevarnos a la sala de espera de un gran hospital privado donde habían traído a Vania y ahora se encontraba en cirugía.
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Vasily.
RomantizmCalíope estaba llena de sueños rotos por el destino, un destino que la llevó a enfrentarse al cruel mundo sin una guía adecuada que pudiera explicarle que el sufrimiento, hacía parte de todo. Perdiendo a su madre a la edad de 17 años y haciéndose ca...