CAPÍTULO 9.

73 5 0
                                    

—David ha estado ignorándome —comenta mi mejor amiga. Yo me encojo de hombros mientras muevo el pequeño vaso de café que tengo enfrente.

—¿No es eso bueno? —una pequeña sonrisa se instala en mis labios y puedo verla como de reojo está entrecerrando sus ojos hacia mí.

—Lo es, pero hay algo extraño.

—¿El qué?

Chasquea su lengua e inclina la cabeza hacia mí, como si estuviera pensando en algo. —Me mandó un mensaje de texto antes de que pudiera notar siquiera su actitud, diciéndome algo como ''Lo hago por nosotros, no me odies y acepta que me quieres'', medio melodramático de su parte y sin sentido. Me hizo reír un poco, debo felicitarlo por eso.

Yo suelto una risa. Dios, el chico realmente era insistente y decidido. Creo que le había tomado unos tres días antes de que pudiera decidirse a seguir mi consejo para nada bien intencionado. Me daba algo de pena, estoy cerca de completar las dos semanas trabajando en Ad Miguel y la vista que me ha estado persiguiendo es la de David siguiendo a mi amiga por todas partes como un perro cuando tiene la oportunidad de hacerlo. No se rinde, debo decir que es alguien realmente resistente si ha estado detrás de Catleya suplicándole por una salida desde hace más de un año.

—No me fío nada de tu risa, Calíope.

—Perdón por tener sentido del humor entonces —muerdo mis labios y me encojo en mi lugar.

—Le dijiste algo, ¿no es así? —levanto la mirada para verla y ahí está, esos ojos analíticos y seguros de ella. Me había atrapado.

—Si ya decidiste que era así, no veo como pueda negarlo —ella niega con su cabeza y una sonrisa divertida se instala en sus labios.

—Viéndolo así, no tienes nada de dulce —se levanta de su asiento y acomoda su falda —Si te metes en problemas por lo que hiciste, no te voy a defender.

—¡Pero Cata!

—Nada-

—¿Pueden cerrar ya la boca? Están contaminando el aire con sus voces —interrumpe Frida. El pinchazo de incomodidad que siento en el pecho cuando giro a verla y tiene esa mirada de asco dirigida hacia nosotras, me atraviesa.

Ya me había quedado claro que no le agradaba demasiado a la chica. Siempre que estábamos una cerca a la otra, empujaba su hombro hacia mí para quitarme del camino. En ningún momento quise decirle nada, su actitud me desconcertaba porque en ningún momento hice nada para recibirla. Con Catleya era un poco más suave, pero no demasiado y ahora que yo me encontraba aquí, parecía volverse un poco peor cada noche.

—¿Cuál es tu problema, Fridachka? —Catleya hace un ademán de acercarse a la chica con toda la intención de pelearse con ella escrita en su cara. Yo la sostengo de la muñeca, deteniéndola.

—Cálmate, Cata —niego con mi cabeza y ella me regresa la mirada con una expresión de disgusto.

—No te luce hacerle caso a tu perra, Catleya —me tenso al oírla y Catleya se suelta de mi agarre de un manotazo, alcanzando en pocos pasos a Frida que se mantenía en su lugar habitual, recargada en el mesón de la cafetera muy tranquilamente, como si no le perturbara el enojo de mi amiga.

—Discúlpate.

—No dije nada que no fuerza cierto —ambas se ven a los ojos con miradas asesinas y tengo que apresurarme en medio de las dos para que no ocurra nada de lo que pudieran arrepentirse después.

No estaba acostumbrada a este tipo de ambiente, tampoco estaba acostumbrada a que me insultaran tan libremente y lo había dejado pasar ya una vez. Pero ahora era diferente, Frida no se estaba esforzando en ocultar su disgusto hacia mí y así facilitarnos el trabajo a ambas. Necesito el empleo, el pago es prometedor y hasta ahora no ha sucedido nada que me haga querer dejarlo, y claramente no pienso renunciar por una riña de este tipo, pero solo haría las cosas más difíciles para nosotras y no se sentía nada bien que involucrara a Catleya con sus comentarios. Yo puedo soportarlo, pero ella es más como un pequeño cerillo que con cualquier chispita se enciende y hacerla enojar era mejor que no pasara.

Vasily.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora