CAPÍTULO 23.

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CALÍOPE.

Despedirme de Vania fue doloroso, aunque fuera por unas pocas horas, no quería separarme de su lado y mucho menos por la razón que me esperaba en el ostentoso lugar donde estaría realmente confinada después de la tregua de estos diez días que me brindó Vania como si se tratara de una bendición.

No quería usar esto como una excusa, pero se convertía en ello si sopesaba todas las posibles excusas que se reducían para no querer estar en ese lugar, con tan solo esto.

Para mi pequeña los sentía como demasiado tiempo atrapada en ese lugar que solo desprendía olor a medicina y enfermedad, por mucho que estuviera adornado como un hospital de lujo. Para mí, pocos días por el terror de la realidad que se ceñía sobre mí, sobre nosotras. Lentamente, como una tormenta de arena que se tomaba su tiempo para acercarse a nosotras y, al final, engullirnos en su caos.

Despedirme de Catleya fue de igual forma doloroso, aunque estaba segura de que también volvería a verla pronto. Todo se sentía como espinas clavándose sobre mi piel desnuda cuando de alejarme de las personas que amaba, se trataba. El abrazo que compartimos fue silencioso, casi agónico porque en mi mente aún rondaban sus palabras y el anuncio de la posible razón de mi futura muerte.

Tenía miedo, claro que lo hacía y toda voluntad para luchar por mi libertad se perdía cuando pensaba en el pequeño ser que tenía a mi cuidado, y que debía asegurarme de proteger. No podía arriesgarnos, por muchas razones lógicas que existieran para hacerlo, de escapar de ese hombre. La realidad era muy diferente a la ciencia ficción que se reproducía en mi mente, retratándome como una heroína que arriesgaba todo para escapar de las garras de la mafia rusa, consiguiéndolo sin ayuda externa alguna. Una extraña fantasía, casi como una utopía en una realidad superficial completamente ajena a lo que ahora es la mía.

¿Realmente podría existir una opción para abandonar su lado? ¿O era una mentira dicha por sus labios con la finalidad de darme esperanzas, para quitármelas cruelmente cuando él lo deseara? Quería creer que no podía ser así de cruel, no ese hombre encantador que logró encantarme, a mí, Calíope Marchetti.

Pero no, de nuevo ese pensamiento se trataba de una extraña fantasía, una en la que idealizo al hombre que se acercó a mí con, al parecer, un propósito aún más oscuro que el de robarme suspiros de colegiala. ¿Es que estábamos destinadas a caer a los pies de malos hombres? Porque mamá también se enamoró del hombre que creyó era su caballero de brillante armadura y al final terminó siendo el motivo de su muerte, pero no dentro de un romance fatalista. Fue más una pesadilla.

Me sentía inquieta. Demasiado. Más de lo que ya estaba cuando salí por la mañana en el auto en dirección al hospital. Me sentía peor al saber que estaba regresando a ese lugar, en donde se encuentra él, en su castillo del terror.

Aún podía sentirlo sobre mi oreja, su voz ronca, firme y llena de control, como él. Sombría, profunda e hipnotizante, mascullando órdenes y respuestas frías cuando me escuchaba hablar como su orden me lo había exigido. Me sentía extraña, con ciertas partes de mi cuerpo adormecidas cuando, entre el silencio del otro lado de la línea, lograba distinguir los suspiros y maldiciones en otro idioma que no estoy segura de poder entender algún día. Vasily se escuchaba a veces como una bestia, un animal salvaje o monstruosidad del infierno que subió a la tierra para atormentar a jóvenes inocentes.

No quería pensar demasiado en lo que el hombre estaba haciendo del otro lado de la línea, pero algo me decía que, si lo averiguaba, la respuesta me aturdiría y el diablo tomaría control de mí.

Esta vez no ganaría la imaginación.

Puedo escuchar a uno de los hombres hablando por celular. Aleksei, ese es su nombre. No me agrada más que Yura, ese hombre rubio increíblemente juvenil y corpulento. Ambos hombres son corpulentos, grandes, capaces de asesinar solo con la fuerza de sus cuerpos, de eso estoy segura. Aleksei tiene el cabello un poco más oscuro en comparación al hombre que conduce, que fue el primer perro que pude conocer y sus rasgos son sorprendentemente parecidos, pero diferentes a la vez. No ha compartido palabras conmigo más que los saludos y mirarme directamente a la cara no parece ser una opción para él.

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⏰ Última actualización: Oct 28 ⏰

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