—¡Lili, Lili, despierta! —siento unas pequeñas manos sacudiéndome el rostro y me quejo por lo bajo —¡Despierta Lili! —esta vez son sus pequeños dientes los que muerden mis mejillas haciendo que suelte un gruñido por lo bajo.
Ya estoy despierta y estiro los brazos para abrazar su pequeño cuerpo con fuerza, ella suelta un pequeño chillido y su risa baña en alegría la habitación. Amo escucharla reír.
—¡Vamos Lili, hace rato tocaron la puerta! —suelta ella y yo abro mis ojos con cansancio, apenas había podido dormir.
—¿No abriste la puerta? —ella me responde con un ''No'' juguetón y comienza a jugar con los mechones de mi cabello entre sus dedos —¿Preguntaste quién era?
—Sip, no era Yaya ni Tita, nadie respondió —deja un beso sobre mi frente, lo cual me hace sonreír. Siempre se levantaba con ganas de repartir amor por todos lados. Mi pequeño rayo de sol —Por eso vine a despertarte, duermes más que Michel a la hora de la siesta. La profesora siempre pelea con ella cuando tiene que despertarla —niega con la cabeza —Niña mala Lili —me dice juguetona y yo vuelvo a abrazarla para llenar su rostro de besos ruidosos mientras la escucho reírse con fuerza.
Daría lo que fuera por tener más mañanas así.
...
—Siéntate en el sillón, iré a ver qué dejaron —le digo a Vania y ella asiente, haciéndome caso rápidamente.
Recorro la extensión de la casa con unos cuantos pasos porque es extremadamente pequeña y abro la puerta. No hay nadie, claramente, pero al bajar mi mirada al suelo un gran ramo de rosas me sorprende y a su lado se encuentra un paquete oscuro. Me agacho para tomar la nota que hay encima del paquete y solo está escrito mi nombre, y mi dirección, no hay nada más, ni siquiera un remitente. Eso me a nervia.
Insegura tomo ambas cosas y las meto a la casa, pasando al lado del sillón donde Vania ya está concentrada viendo en la televisión la película de lo que creo es Bambi. Dejo las cosas en la encimera de la cocina y la puerta de la casa suena, haciendo que casi se me caiga el ramo de las manos. De verdad, estar tan nerviosa por cualquier cosa que suena o sucede a mi alrededor me va a dejar loca.
Vuelvo a caminar hasta la puerta y me asomo por la mirilla antes de abrirla. El rostro perezoso de Catleya me saluda y en sus manos trae un plato con empanadas. Me hago a un lado para que entre.
—Justo estaba pensando en escribirte... —le digo cuando entra y ella me mira curiosa cuando pasa por mi lado.
—¡Yaya! —grita Vania desde el sillón y se levanta de un salto corriendo para abrazarse a las piernas de mi amiga. Ella acaricia su cabello con la mano que tiene libre y Vania deja un beso contra su pierna, para luego darle una de sus sonrisas dulzonas.
—¿Dormiste bien, princesita? —Vania asiente a su pregunta y yo solo observo su intercambio con una sonrisa entre mis labios —Come esto, corazón —le da una de las empanadas y Vania brinca de la emoción.
—Ve a comerla en el sillón, cariño. En un momento te llevo algo para que tomes, ¿sí? —Vania asiente a mis palabras llenándose la boca con la empanada y corre de nuevo al sillón.
—Me encanta como siempre está tan llena de energía —me comenta Catleya con sus ojos llenos de emoción y yo asiento mientras ambas nos dirigimos a la cocina. Cuando deja el plato en la encimera vuelve su vista a mí y parece que no ha notado para nada lo otro que he dejado ahí encima —¿Si lo pensaste ya? —me mira con una de sus cejas alzadas y yo trato de aguantar la risa.
—¿Aún sigues dormida? —cubro mis labios y ella frunce el ceño sin comprender la razón de mi risa contenida.
—¿Ahora estás de risitas? —se queja —¿Sabes qué? No me importa si lo pensaste o no, ahora voy a traerte el dinero —se gira sobre sus talones al parecer de mal genio y yo me apresuro a tomar su muñeca.
—Basta Cata —niego con mi cabeza —Es muy temprano para hablar de dinero —niego con mi cabeza y ella se gira a verme con molestia. Alguien despertó de mal genio hoy.
—Nunca es demasiado temprano para hablar de dinero —bufa y yo me encojo de hombros.
—¿No notas algo extraño en la encimera? —me cruzo de brazos y me recargo contra la nevera, señalando hacia donde se encuentran las cosas que recogí frente a mi puerta. Ella niega con la cabeza.
—¿Estás diciendo que las empanadas son extrañas? Tita se levantó muy temprano esta mañana para hacerlas, no seas mala agrade-... —sus palabras mueren lentamente cuando nota aquello de lo que estaba hablando —Qué carajos, ¿tienes novio y no sabía? —me mira enojada y se apresura a tomar las rosas.
—¿Qué? No —voy a su lado y la veo sacar una pequeña tarjeta de entre las rosas, no la había notado.
—¿Entonces qué? —mira totalmente intrigada de un lado a otro la tarjeta negra y luego la abre, revelando el interior de esta donde una elegante caligrafía dorada dibuja una sola palabra: ''Tú''
—Vania se levantó temprano diciéndome que alguien tocó la puerta —le quito la tarjeta de las manos mirándola extrañada y los latidos de mi corazón se han vuelto casi frenéticos —Cuando abrí la puerta para revisar, esto era lo que había —señalo la caja negra y ella se apresura a sacudirla.
—No creo que sea una bomba... —susurra y yo abro mis ojos espantada. Luego puedo escuchar un chillido de Vania que viene desde la sala llamando algo en el televisor lindo y luego regreso mi atención a mi mejor amiga que está abriendo la caja con sus uñas.
—No creo que debamos abrirla —muerdo mis labios —No tengo un buen presentimiento sobre eso, Leya.
—No seas cobarde —me grazna y logra abrirla.
—Creo que tiene algo que ver con la presencia que he estado sintiendo que me sigue últimamente —ahora si me mira —Tiene que ser un acosador, un loco, esto no es normal...
Cuando miro el interior de la caja la mandíbula casi se me cae, al instante Catleya sigue mi mirada y es la primera en gritar mientras suelta de golpe la caja en la encimera.
—¿Qué mierda? —decimos las dos.
En el interior hay un montón de dinero y otra nota que no quiero siquiera leer. Esto tenía que ser una broma, ese dinero tenía que ser falso, no podía ser real y, además, ¿quién carajos tendría tanto dinero para enviármelo así de fácil frente a la puerta de mi casa? Mierda, ni siquiera vivo en un buen lugar, vivo en una maldita casa de cuatro paredes que está desmoronándose a pedazos. Me alejo de la caja sin poder creerlo, sintiéndome repentinamente sofocada. Quiero un baño frío y beber mucha agua helada, necesito algo que me calme.
—Pues se me hace a mí que tienes un admirador secreto... —me dice mi amiga y yo niego con mi cabeza, incrédula —Y uno con mucho dinero, al parecer —la risa que sale de mis labios es de locura absoluta.
Ya está, he perdido la cabeza.
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Vasily.
RomanceCalíope estaba llena de sueños rotos por el destino, un destino que la llevó a enfrentarse al cruel mundo sin una guía adecuada que pudiera explicarle que el sufrimiento, hacía parte de todo. Perdiendo a su madre a la edad de 17 años y haciéndose ca...