Capítulo 18

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Thiago.

Lo que dijo la Dreux el día de ayer no me preocupa, pero si lo hace el hecho de que me reprochara miles de cosas sin parar, cuando ni siquiera tiene derecho de hacerlo.

¿A qué se refería con mandar todo a la basura?

Sé que sus palabras esconden algo detrás.

La Dreux de hace años jamás hubiese considerado la posibilidad de tirar la toalla. Ahora parece que esa es la única salida que tiene a sus problemas.

No me ha dado la cara en toda la mañana, tampoco es que haya salido de la casa, porque estuve atendiendo llamadas y haciendo negocios. Estaba tan metido en mi trabajo que ni siquiera me di cuenta que Virginia había estado todo este tiempo fuera con Steffano.

Sé que la desgraciada camina con cuidado por toda la propiedad para no encontrarse conmigo.

No la busco.

Que se joda.

Bajo al primer piso de la casa y me encuentro con Virginia y Stefano.

-Ya estamos listos, mi niño.-me informa con mi hijo en brazo.

-Gracias por cuidarlo.-me acerco a tomarlo.

-Es tan lindo que no significa un esfuerzo. Tú eras más pesado.

-Pero de todas formas me amabas.

-Siempre, mi niño.-me jala de la mejilla y luego se desentiende colgándose un bolso en el hombro.

Le toco la nariz a mi hijo y él me agarra el dedo.

-Lamento mucho haberte abandonado, hijo, pero alguien tiene que trabajar en nuestra familia.-camino fuera de la casa, saliendo por el jardín.- Si no lo hago, ¿Quién te comprara la leche y los pañales?

Se lleva mi dedo a la boca y lo chupa.

-¿Y el chupón? Ves, si no trabajo estamos perdidos.

Bajamos a la playa y abordamos el yate.

Steffano va muy entretenido mirando el mar, al parecer le agrada lo que ve.

En el recorrido por la marea nos ponemos a jugar ajedrez, todos aquí conocemos el arte de mover las piezas pero siempre hay alguien mejor.

Franco da la talla ya que desde pequeño le han enseñado a jugar. Su padre es un obsesionado enfermizo con el tablero.

Yo soy bastante hábil. Me apasiona la competencia y justo por esa pasión he terminado perdiendo una apuesta de un Lamborghini.

-¡Soy mejor, Costa! ¡Ninguno de ustedes podrá derrotarme!-el Kuznetsov nos señala a todos.

Eso es lo que él cree, pero como se nota que no se ha enfrentado a su mujer. Ella nunca juega con nosotros, dejó de hacerlo desde que se mudó de su casa, solo le gusta hacerlo con su padre. Incluso lo iba a buscar al trabajo solo para jugarse una partida.

Él quería que el auto fuese negro pero a quien le importa lo que él quiere, le daré uno blanco.

Regresamos a tierra firme y Virginia se lleva a Steffano para cambiarlo y darle más leche. Me quedo un rato con mis amigos.

Tengo una intención clara. Ahogar a Franco pero no se mete al agua.

El tiempo pasa y me doy por vencido. Voy en busca de mi hijo y...

La Dreux lo tiene sobre sus piernas repartiendo besos sobre su cara y el mocoso se ríe hasta más no poder.

Me acerco a grandes zancadas.

PRESAGIO DEL DESTINO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora