Andre

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Narra Andre: 

El colegio reveló una extraña jerarquía que me sorprendió. Se dividía en tres grupos: los Populares, los No Populares y los Rechos. Los Populares eran el grupo bien aceptado y admirado, mientras que los No Populares eran simplemente eso, no estaban mal vistos pero tampoco eran codiciados. Por último, estaban los Rechos, el grupo al que todos molestaban e insultaban. En mi primera semana, los Populares me invitaron a comer con ellos y acepté. Un par de chicas de Tercero Primaria y Segundo me pidieron fotos, y un par de Sexto Primaria a Andy.

—¿No te incomoda que te pidan fotos de personas desconocidas? —pregunté a Andy mientras reanudábamos nuestro paso hacia el aula después de que ella se detuviera a tomar fotos con unas chicas.

—No, estoy acostumbrada; es parte de lo que hago y se siente bien ver que muchas personas disfrutan de tu trabajo y no se burlan de él.

—Mi hermana Clara estaría en desacuerdo —dije con una mueca de tristeza. Era muy complicado superar la muerte de alguien que quieres o valoras, y más cuando todos esperan que solo lo superes y ya.

Después de desayunar, Andre, de doce años, y Clara, de diez, se apresuraron a prepararse para la aventura que habían planeado. Equipados con sus mochilas, sombreros y una generosa provisión de bocadillos preparados por su abuela, salieron de casa rumbo al parque central. Andrés llevaba consigo su vieja cámara, un regalo de su abuelo, con la que le encantaba capturar momentos especiales.

El parque estaba lleno de vida. Los pájaros cantaban alegremente mientras los niños jugaban en el césped y las familias disfrutaban de pícnics bajo la sombra de los robles. Andrés y Clara se dirigieron al estanque, donde los patos nadaban plácidamente, creando pequeñas olas en la superficie del agua. Clara lanzó migajas de pan, riendo cada vez que los patos se acercaban en una carrera divertida.

"¡Mira, Clara! Ese pato tiene un patrón de plumas muy raro," dijo Andre, enfocando su cámara para capturar el momento. Clara se inclinó, observando con fascinación.

Pasaron el resto de la mañana explorando cada rincón del parque. Subieron colinas, encontraron una colonia de conejos y recogieron flores silvestres. La luz del sol filtrándose entre las hojas creaba sombras danzantes en el suelo, y los colores del día parecían más vivos que nunca.

Al mediodía, se sentaron bajo un gran roble para disfrutar de su almuerzo. Los bocadillos de su abuela eran deliciosos, y los hermanos compartieron historias y risas mientras comían. Clara se recostó, mirando las nubes que flotaban lentamente en el cielo azul. "¿Qué ves en las nubes, Andre?" preguntó.

Andre, con una sonrisa, señaló una nube en particular. "Esa parece un dragón volando," dijo, con los ojos brillando de imaginación. Clara entrecerró los ojos, tratando de ver lo mismo, y pronto ambos estaban inventando historias sobre el dragón y sus aventuras en tierras lejanas.

La tarde pasó rápidamente mientras seguían explorando, jugando y capturando momentos con la cámara de Andre. Antes de darse cuenta, el sol comenzaba a ponerse, bañando todo en tonos dorados. Andre y Clara se sentaron en un banco, contemplando el atardecer. "Hoy ha sido un día increíble," dijo Clara, apoyando la cabeza en el hombro de su hermano.

"Sí, lo ha sido," respondió Andre, sintiendo una profunda satisfacción. Sabía que estos momentos serían atesorados para siempre, guardados en la memoria como uno de los días más felices y soleados de su infancia.

Andre, Andre ¡Andre! - gritó Andy para sacarme de mis pensamientos. Extrañaba a Clara, lo admito. Me odiaba por no haberle demostrado lo mucho que la apreciaba y quería, por no haber aprovechado cuando éramos niños que se llevaban bien. 

¿Qué te pasa? - Preguntó Andy.

- Solo recordaba a mi hermana.

Andy me abrazó y me susurró al oído: "Sé que la extrañas y sé que es difícil, pero créeme, hay muchas formas de sentirse solo".

Nos dirigimos juntos hacia el aula, con un nudo en la garganta y un pesar compartido por las ausencias que sentíamos. Andy había sido una constante en mi vida desde que Clara se fue, y aunque nuestras relaciones tenían altibajos, siempre había un lazo de apoyo entre nosotros.

Mientras caminábamos por los pasillos del colegio, me di cuenta de lo mucho que había subestimado el impacto de la pérdida de Clara en la vida de Andy. Ella había sido más que una hermana para ella; había sido su confidente, su cómplice y su mejor amiga. Y aunque Andy tratara de ocultarlo bajo su actitud desafiante, sabía que el dolor estaba ahí, latente y profundo.

En el aula, nos sentamos juntos, compartiendo el peso de nuestros recuerdos mientras esperábamos que la clase comenzara. Durante las siguientes horas, nos sumergimos en las lecciones, tratando de mantenernos concentrados en el presente a pesar de las sombras del pasado que nos rodeaban.

Al final del día, mientras nos dirigíamos a casa, el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa. Andy y yo caminábamos en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos, pero unidos por el vínculo invisible de nuestra pérdida compartida.

"Gracias, Andy", dije finalmente, rompiendo el silencio que nos envolvía. "Por estar aquí. Por entender."

Ella me miró, sus ojos oscuros brillando con emoción. "No tienes que agradecer, Andre", respondió suavemente. "Somos una familia. Siempre estaremos aquí el uno para el otro."

Y en ese momento, mientras continuábamos nuestro camino juntos, supe que, a pesar de los desafíos que enfrentábamos, siempre nos tendríamos el uno al otro para apoyarnos y consolarnos en los momentos difíciles. Porque en medio de la oscuridad, encontramos la luz en nuestra amistad y en el amor que compartíamos por Clara.

Royal FacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora