Andre

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Narra Andre: 

Todo miembro de la realeza debe asistir a un instituto para miembros de la alta sociedad, y estando de intercambio, me vi obligado a asistir al colegio donde mis "hermanos" estudian. Hoy fue mi primer día en el colegio y, para ser honesto, me siento muy ansioso. Mario se nota emocionado por volver a la escuela, pero Andy ha estado comportándose de una manera distinta. Pareciera como si no quisiera ir al colegio, me pregunto por qué.

—¡Niños! Nos vamos en cinco minutos —dice Alejandra, la empleada doméstica, con su voz dulce y melodiosa.

Escucho cómo alguien toca en mi puerta y, cuando la abro, veo a Andy con una hoja de papel en la mano.

—¿Puedo ayudarte en algo?

—Tu horario, tienes las mismas clases que yo, así que supongo que nos veremos muy seguido.

Puede sonar como una tontería, pero en Guatemala las clases se dividen en secciones y cada sección tiene la misma clase. Tal vez en otros países se acostumbra a recibir clases de ese modo, pero para mí es totalmente nuevo.

—Gracias. ¿Te encuentras bien? —preguntó al ver la expresión nerviosa de Andy.

—¿Yo? Sí, solo pensaba... parece un sueño cómo todo ha cambiado en dos días —dice antes de dar media vuelta e irse.

Dos cosas eran evidentes: una, a Andy no le agradaba. Y dos, si yo no le agradaba, menos la idea de estudiar conmigo. Pero, yo no me iba a dar por vencido. Había algo en Andy que hacía que quisiera acercarme, tal vez era por lo guapa que ella es o por su diferente personalidad pero quería que Andy me conociera. 

Es una combinación perfecta para empezar el día.

Llegamos al colegio, y me siento como un extraterrestre en medio de humanos. Todo el mundo me mira, y escucho susurros por doquier. Algunos parecen emocionados, otros simplemente curiosos, y algunos, bueno, parecen listos para lanzarme a los leones.

—¡Ey, miren! ¡El príncipe de España! —grita alguien desde el otro lado del pasillo.

Mario me da una palmada en la espalda y me sonríe con complicidad. Andy, por su parte, solo suspira y sigue caminando, como si estuviera acostumbrada a la atención, pero no disfrutará de ella.

La primera clase es matemáticas, y me siento al lado de Andy, quien parece más interesada en su cuaderno de dibujos que en la lección.

—¿Te gusta dibujar? —le pregunto, tratando de romper el hielo.

—Sí —responde sin levantar la mirada.

—¿Qué dibujas? —insisto.

—Personas, lugares, cosas... lo que sea que me inspire —responde con un tono que sugiere que la conversación ha terminado.

El profesor, un hombre alto con gafas y una barba bien cuidada, comienza a explicar la teoría de números. Me esfuerzo por seguirle el ritmo, pero mi mente sigue divagando entre las miradas curiosas de los demás estudiantes y la indiferencia de Andy.

En el recreo, Mario me presenta a algunos de sus amigos. Todos parecen emocionados por conocerme y empiezan a hacerme preguntas sobre la vida en el palacio, si conozco a otras celebridades, y si he montado alguna vez un elefante.

—¿Un elefante? —preguntó riendo.

—Sí, es una pregunta seria —responde uno de los chicos, con una expresión tan seria que me hace reír aún más.

—No, nunca he montado un elefante, pero he montado caballos muchas veces.

—¡Eso es tan cool! —exclama una de las chicas del grupo.

Mientras conversamos, noto que Andy está sentada sola en una esquina del patio, con sus auriculares puestos y su cuaderno de dibujos en el regazo. Decido acercarme a ella.

—¿Te importa si me siento contigo? —preguntó.

Andy se quita uno de los auriculares y me mira, sorprendida.

—Supongo que no.

Nos sentamos en silencio por un momento. Luego, decido intentar otra vez.

—Sé que no soy tu persona favorita ahora mismo, pero me gustaría ser tu amigo.

Andy me mira con una mezcla de incredulidad y curiosidad.

—¿Por qué?

—Porque creo que eres interesante, y además, estamos en esto juntos, ¿no? —respondí con una sonrisa.

Mientras nos sentamos juntos en el patio, el bullicio del recreo parece disminuir, y me doy cuenta de lo serena que está Andy en medio de todo el caos. Observo sus dibujos en el cuaderno y me sorprende su habilidad para capturar la esencia de las personas y los paisajes con solo unos trazos.

—Tienes un talento increíble para el dibujo —comento, señalando su cuaderno.

Andy levanta la mirada y sonríe genuinamente por primera vez desde que nos conocimos.

—Gracias. Es mi forma de escapar, supongo.

—Entiendo eso. Tocar música es mi forma de desconectar también —comentó, compartiendo un poco de mí mismo.

La campana suena, indicando el final del recreo. Nos ponemos de pie y Andy guarda su cuaderno con cuidado en su mochila.

—Gracias por sentarte conmigo —dice Andy, sorprendiéndome con su gratitud.

—Gracias por dejarme. Y, por cierto, puedes llamarme Andre. No soy muy fan de los títulos —digo, devolviéndole la sonrisa.

Andy asiente y caminamos juntos hacia nuestra próxima clase, sintiendo una conexión que antes parecía inalcanzable. Tal vez, solo tal vez, este intercambio no sea tan malo después de todo.

Royal FacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora