Talento al descubierto

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Estoy sentado en mi cuarto cuando escucho a alguien tocar la puerta, sonrío ampliamente, enciendo mi computadora y salgo corriendo para bajar las escaleras, a medio camino hacia abajo, veo a mi papá parado en la puerta y a Karim al otro lado

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Estoy sentado en mi cuarto cuando escucho a alguien tocar la puerta, sonrío ampliamente, enciendo mi computadora y salgo corriendo para bajar las escaleras, a medio camino hacia abajo, veo a mi papá parado en la puerta y a Karim al otro lado.

—¡Karim! —llamo emocionado haciendo que ambos volteen a verme.

—¡Xander! —grita de vuelta él, mi padre le da el paso e inmediatamente sube las escaleras.

—¡Corre, corre, corre! —apremio volviendo a mi cuarto escuchando sus pasos siguiéndome.

—¡No hagan mucho ruido! —grita mi papá desde abajo.

Ambos reímos un poco, entro a mi cuarto, Karim entra detrás de mí y yo cierro la puerta. Karim se deja caer de golpe sobre mi cama y yo me siento frente a la silla de mi escritorio haciéndola dar vueltas.

Mi cuarto era más bien pequeño, cabía solamente mi cama, mi escritorio y un pequeño mueble de dos cajones, en el cual, en uno estaba mi ropa interior y en el otro mis artículos de la escuela; el resto de mi ropa estaba en los cajones bajo mi cama junto con los únicos dos pares de tenis que tenía.

—Que gusto tenerte de vuelta, primo —exclamo mirándolo reír aún recostado en mi cama.

—Es un gusto haber vuelto —afirma mirándome—. Oye, ¿desde cuándo tienes una guitarra?

Karim apunta hacia la pared a los pies de mi cama, ahí, sobre dos clavos que están clavados sin absolutamente ningún motivo aparente, reposa una guitarra eléctrica.

—Ah, no es mía, es de Mikel —respondo mirándola y encogiéndome de hombros.

—¿Desde cuándo Mikel tiene una guitarra?

—Desde hace años, ¿recuerdas cuando era chico y se la pasaba diciendo que quería aprender cientos de cosas y jamás aprendió nada? —Karim exhala una risa mientras asiente recordando lo insoportable que era Mikel en ese entonces—. Pues la guitarra fue una de esas cosas.

—Brillante —murmura entre risas—, ¿y tú por qué la tienes?

—Se la pedí prestada —contesto simple—. Mi papá me recomendó que usara la música para aliviar mis colapsos nerviosos, quise aprender a tocar la guitarra.

—Buena decisión.

—Bueno, lo que sea, ¿con qué querías que te ayudara? —pregunto apoyando mi codo en el escritorio.

—Bueno, fuí a hablar con las maestras de la Universidad porque fuí secuestrado y eso no me permitió entregar mi proyecto a tiempo —comenta sacándome una risa—; y bueno, en resumen, tengo una semana extra para entregarlo.

—Qué suerte tienes.

—Fue gracias a Marcos, se puso en plan de abogado —exclama riendo—, en serio, nunca lo había visto tan insistente con algo.

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