La búsqueda de los Valmore

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Al día siguiente, temprano por la mañana, todos se reúnen en los baldíos para hablar de lo que había pasado el día anterior con Eliah, Elías y Xander

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Al día siguiente, temprano por la mañana, todos se reúnen en los baldíos para hablar de lo que había pasado el día anterior con Eliah, Elías y Xander.

La familia Oliveira Castro son los últimos en llegar extrañamente, y cuando lo hacen, es un caos de varios hablando al mismo tiempo y Amelia a treinta segundos de gritarles a todos.

—¡Silencio! —ordena la mujer haciéndose oír por sobre todos y logrando su objetivo—. A ver, vamos por partes…

—¡Antes! —interviene Marcos alzando la mano casi como si estuviera pidiendo la palabra—. Tenemos un par de cosas que decir.

—¿Es muy importante? —cuestiona Amelia con una mueca mirando a su amigo.

—Una sí —sentencia el hombre con seriedad—. La otra es más que nada para bajar la intensidad de la primera.

Amelia asiente un par de veces, se hace a un lado y le da la palabra a su amigo antes de cruzarse de brazos con expectación. Marcos inhala profundo antes de dar un paso al frente y buscar algo en su bata.

—Lo primero —indica para posteriormente extraer una pequeña bolsa de plástico con un poco de polvo blanco—. Según los análisis, Eliah tenía esto en su sangre cuando llegó al hospital. Estaba drogado.

Eliah, quien por primera vez no estaba fastidiando con su actitud irreverente y castrosa sino que se encontraba sentado junto a Elías con la cabeza gacha y sus brazos abrazados a la pierna de su padre, casi como si en vez de haber sido salvado de un shock anafiláctico lo hubieran arrancado de una red de trata de personas, alza la vista con sus ojos vacíos y desesperados, evidentemente aterrado por esa nueva evidencia.

—¿Y qué es eso? —pregunta Elías palmeando suavemente la cabeza de su hijo para tratar de darle algún consuelo.

—Ese es el problema —interviene Irán con calma—. Los análisis lo detectan como droga, pero la droga que hay en esta bolsa no está registrada en los sistemas.

Eliah suelta un grito agudo que acompaña con un suave brinco antes de abrazarse con fuerza a la pierna de su padre temblando y, muy probablemente, llorando. Elías lo toma de los brazos para levantarlo y poder abrazarlo, Úrsula también se acerca a estrechar a su hermano tratando de calmarlo.

—¿Alguna idea de qué puede contener? —pregunta Uriel estirando su brazo por encima de Úrsula para alcanzar la cabeza de su pequeño.

—Probablemente algún opioide, pero nada seguro —responde Marcos mirando al chico con pena—. Esperaba que tu esposo pudiera ayudar a identificar algo.

—No puedo ayudar —exclama Elías con una mueca—. Sí tuve problemas de drogadicción, pero fueron inducidos, jamás estuve enterado de qué era lo que consumía y no volví a hacerlo después.

—¿Alguien puede ayudar? —inquiere Irán.

Murmullos de negación y desconocimiento recorren a todo el grupo, dejando en claro que nadie podría brindar información útil.

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