"¿Quién está ahí?" gritó, su voz temblando.
No hubo respuesta, pero la figura seguía allí. Claudia se envolvió en una toalla y corrió hacia la sala, tomando su teléfono. Marcó el número de la policía con manos temblorosas.
"¡Está aquí! ¡Xochitl está en mi ventana!" exclamó, casi sin aliento.
Los minutos que esperó a la policía se sintieron eternos. Se acurrucó en un rincón, la mirada fija en la ventana del baño. Finalmente, las luces de la patrulla iluminaron su casa. Los oficiales revisaron el perímetro, pero no encontraron a nadie.
Vamos a patrullar la zona," dijo uno de los oficiales. "Mantén las puertas y ventanas cerradas."
Claudia asintió, sintiéndose más atrapada que nunca. Sabía que Xochitl no se detendría. Esa noche, se quedó en la sala, temblando, con el teléfono en la mano y las luces encendidas.
Al día siguiente, Laura insistió en quedarse con ella. "No puedes seguir así, Claudia," dijo, mientras preparaban el desayuno. "Necesitas descansar."
"Lo intento, pero cada vez que cierro los ojos, siento que ella está allí, observándome," respondió Claudia, con la voz quebrada. "Es como si no pudiera escapar."
Esa noche, Claudia decidió que debía confrontar a Xochitl. No podía seguir viviendo con miedo. A través de un mensaje, pidió encontrarse en la cafetería local al día siguiente. Si Xochitl aceptaba, podría grabar la conversación y obtener más pruebas.
Cuando Claudia llegó a la cafetería, su corazón latía con fuerza. Se sentó en una mesa cercana a la ventana, donde las cámaras de seguridad del local podrían capturar todo. Esperó nerviosa, y poco después, Xochitl entró. Su presencia llenó el lugar de una energía oscura e inquietante.
Hola, Claudia," dijo Xochitl, sentándose frente a ella. "¿Por qué querías verme?"
Claudia tomó un profundo respiro, intentando mantener la calma. "Quería hablar contigo. Esta situación no puede seguir así."
"¿Qué situación?" preguntó Xochitl, fingiendo inocencia. "Solo quiero estar cerca de ti."
No, Xochitl," respondió Claudia, firme. "Esto es acoso. Tengo una orden de alejamiento. Necesitas dejarme en paz."
Xochitl sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. "¿Orden de alejamiento? Eso no puede separarnos, Claudia. Nuestro destino está entrelazado."
El pánico de Claudia creció, pero mantuvo su compostura. "Si te acercas a mí otra vez, llamaré a la policía y te arrestarán."
Claudia, no entiendes," dijo Xochitl, su voz baja y amenazante. "No puedes deshacerte de mí. Siempre estaré aquí, en tu sombra, en tus pensamientos. Nunca estarás realmente sola."
Claudia sintió un escalofrío recorrer su espalda. "Por favor, solo vete," suplicó, su voz temblando.
Xochitl se levantó lentamente, su mirada fija en Claudia. "Nos veremos pronto," dijo antes de salir, dejando a Claudia con un nudo en el estómago y las manos temblorosas.
Claudia sabía que esto no había terminado. La orden de alejamiento era solo una barrera frágil contra la obsesión implacable de Xochitl. Debía encontrar una manera de poner fin a esta pesadilla, antes de que consumiera completamente su vida.
Esa noche, Claudia se encerró en su habitación, bloqueando la puerta con una silla. Sabía que no podía seguir viviendo así, pero no veía una salida. Su única esperanza era que las autoridades pudieran intervenir de manera más efectiva, pero hasta entonces, el miedo y la paranoia eran sus constantes compañeros.
Mientras intentaba dormir, escuchó un golpe suave en la ventana. Se levantó lentamente, temblando, y se acercó. No había nadie allí, pero el sonido persistía en su mente, un recordatorio de que la sombra de Xochitl siempre estaba cerca, acechando, esperando el momento perfecto para atacar.
Claudia estaba en su casa, disfrutando de una tranquila tarde de domingo, cuando escuchó el timbre. Al abrir la puerta, se encontró con Xochitl, quien parecía más determinada de lo habitual. "Hola, Xochitl," dijo Claudia con una sonrisa forzada. "¿Qué haces aquí?"
Xochitl sonrió, pero había algo en su mirada que hizo que Claudia sintiera un escalofrío recorrer su espalda. "Hola, Claudia. Pensé en pasar a verte. Quería hablar contigo sobre algo importante."
Claudia dudó por un momento, pero luego asintió y la dejó entrar. Se sentaron en la sala, y Claudia notó que Xochitl llevaba una mochila que nunca solía traer consigo. "¿Qué es tan importante?" preguntó Claudia, tratando de mantener su tono casual.
Xochitl tomó una profunda respiración y comenzó a hablar, pero su voz estaba cargada de una intensidad que Claudia nunca había visto antes. "Claudia, he estado pensando mucho en nosotras," dijo Xochitl, su mirada fija en Claudia. "Sé que hemos tenido nuestras diferencias, pero estoy segura de que podemos superar esto juntas."
Claudia sintió un nudo en el estómago. "Xochitl, hemos hablado de esto antes," respondió con calma. "No podemos forzar algo que no existe. Necesito tiempo y espacio para encontrar mi propio camino."
Pero antes de que pudiera decir más, Xochitl se levantó bruscamente, y Claudia vio un destello de desesperación en sus ojos. "No, Claudia," dijo Xochitl con voz temblorosa. "No puedo dejarte ir. No puedo soportar la idea de perderte."
Antes de que Claudia pudiera reaccionar, Xochitl sacó algo de su mochila: una jeringa. "¿Qué estás haciendo, Xochitl?" exclamó Claudia, su voz llena de pánico mientras retrocedía.
"Te lo prometo, esto es por nuestro bien," dijo Xochitl con lágrimas en los ojos, avanzando hacia Claudia. "Solo necesito que entiendas cuánto te amo. Necesito que estés conmigo."
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El Rostro de la Obsesión
FanfictionEl Rostro de la obsesión es una escalofriante historia de deseo y obsesión, que muestra cómo el amor puede transformarse en una peligrosa fijación.