Capítulo 8: Las Garras del Miedo

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Claudia sintió una oleada de rabia. "¡No somos perfectas juntas! ¡Eres una psicópata! ¡Déjame ir!"

Xochitl cerró los ojos y tomó una respiración profunda, como si intentara calmarse. "Voy a hacer que veas, Claudia. Lo que siento por ti es puro. No puedes huir de ello."

Esa noche, Xochitl se sentó junto a Claudia, mostrándole álbumes de fotos que había creado. "Mira, Claudia. Aquí estamos en nuestra casa. Y aquí, en nuestro primer viaje juntas."

Claudia miró las fotos, su estómago revolviéndose. Las imágenes eran montajes mal hechos, con fotos de ellas en lugares que nunca habían visitado juntas. "Esto no es real," dijo, con voz quebrada. "Nada de esto es real."

"Lo será," respondió Xochitl suavemente. "Lo será si lo permites."

Una noche, mientras Xochitl dormía profundamente, Claudia intentó nuevamente liberar sus ataduras. Esta vez, en lugar de luchar abiertamente, comenzó a trabajar en silencio, deshaciendo pacientemente los nudos. Sentía que cada movimiento era una pequeña victoria contra la prisión en la que estaba atrapada.

De repente, Xochitl se movió en su sueño y murmuró algo ininteligible. Claudia se detuvo, conteniendo la respiración. Después de unos segundos que parecieron eternos, Xochitl volvió a dormirse profundamente. Claudia continuó trabajando, sus manos temblorosas pero determinadas.

Finalmente, logró liberar una mano y, con cuidado, desató la otra. Se levantó lentamente, observando a Xochitl para asegurarse de que no se despertara. Se acercó a la puerta del sótano, pero al intentar abrirla, se dio cuenta de que estaba cerrada con llave desde fuera.

Claudia buscó frenéticamente algo que pudiera usar para forzar la cerradura. Encontró un destornillador entre algunas herramientas y comenzó a trabajar en la cerradura. Justo cuando creía que lo lograría, escuchó el sonido de Xochitl levantándose.

"¿Qué crees que estás haciendo?" La voz de Xochitl era un susurro frío y mortal.

Claudia se giró lentamente, el destornillador aún en su mano. "No puedo seguir así, Xochitl. Necesito salir de aquí."

Xochitl se acercó lentamente, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza y furia. "Lo siento, Claudia. Pero no puedo dejarte ir."

Antes de que Claudia pudiera reaccionar, Xochitl la agarró y la empujó contra la pared. El impacto la dejó sin aliento y el destornillador cayó de su mano.

"Esto tiene que parar," dijo Xochitl, con lágrimas en los ojos. "No puedo permitir que te hagas daño."

Claudia, temblando, respondió: "Si realmente me amaras, me dejarías ir."

El silencio que siguió fue denso y pesado. Xochitl finalmente apartó la mirada, pero no la soltó. "Nunca te dejaré ir," susurró. "Nunca."

Esa noche, Claudia supo que su situación era más desesperada de lo que había imaginado. Xochitl estaba completamente convencida de su distorsionada visión del amor, y no había señales de que fuera a cambiar. Claudia debía encontrar una forma de salir, antes de que su espíritu se quebrara por completo.

El ambiente en el sótano estaba cargado de tensión. Cada momento que pasaba en la compañía de Xochitl, Claudia sentía que la esperanza de escapar se desvanecía un poco más. Xochitl parecía más controladora y vigilante que nunca, decidida a no dejar ningún margen para un nuevo intento de huida.

Una tarde, mientras Xochitl cocinaba, Claudia estaba sentada en la esquina del sótano, fingiendo leer un libro. Su mente estaba en otra parte, planeando su próxima jugada. Necesitaba un plan más sólido, algo que no pudiera fallar.

"Claudia," llamó Xochitl desde la cocina. "Ven aquí, por favor."

Claudia se levantó con reluctancia y se acercó. Xochitl estaba preparando una cena que parecía excesivamente elaborada para el lugar en el que estaban. "¿Qué quieres?" preguntó Claudia, tratando de mantener su voz neutral.

"Quiero que cenemos juntas, como una pareja normal," respondió Xochitl, sonriendo. "Hoy es una noche especial."

Claudia sintió un nudo en el estómago. "¿Especial por qué?"

"Porque hoy celebraremos nuestro amor," dijo Xochitl, acercándose más a Claudia. "Quiero que esta noche sea inolvidable para ambas."

Claudia se sintió mareada de la ansiedad. "¿No crees que esto está yendo demasiado lejos?" preguntó, su voz temblando. "No podemos seguir así."

Xochitl la miró con ojos llenos de una intensidad casi febril. "No, Claudia. No está yendo demasiado lejos. Esto es solo el comienzo de nuestra vida juntas."

Claudia se sintió mareada de la ansiedad. "¿No crees que esto está yendo demasiado lejos?" preguntó, su voz temblando. "No podemos seguir así."

Xochitl la miró con ojos llenos de una intensidad casi febril. "No, Claudia. No está yendo demasiado lejos. Esto es solo el comienzo de nuestra vida juntas."

La cena fue tensa, con Xochitl tratando de mantener una conversación normal mientras Claudia apenas podía comer. Cada movimiento de Xochitl la hacía sentir atrapada, y la idea de una "noche especial" solo aumentaba su pánico.

Después de la cena, Xochitl se levantó y caminó hacia Claudia. "Ven conmigo," dijo, tomando la mano de Claudia y llevándola a una pequeña sala en el sótano que había decorado con velas y flores.

El Rostro de la ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora