Capítulo 4: El Círculo Se Cierra

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La presión en su brazo era suave pero firme, y Claudia sintió un escalofrío recorrer su columna. "De verdad, tengo prisa. Hablamos luego," insistió, liberándose de su agarre.

Salió de la librería a toda prisa, sintiendo los ojos de Xochitl clavados en su espalda. Afuera, respiró hondo, tratando de calmar su acelerado corazón. No podía seguir así, viviendo en constante miedo. Decidió que debía hablar con alguien que entendiera de leyes y pudiera asesorarla sobre cómo obtener una orden de alejamiento.

Esa tarde, Claudia se reunió con un abogado, quien le explicó el proceso y los requisitos para obtener una orden de alejamiento. "Necesitarás pruebas contundentes de acoso y amenazas," le dijo el abogado, con tono profesional. "Las imágenes de las cámaras son un buen comienzo, pero necesitarás más."

Esa noche, mientras revisaba nuevamente las grabaciones de las cámaras, notó algo extraño. Una figura se movía en el perímetro de su casa, más cuidadosa esta vez, como si supiera dónde estaban las cámaras. Claudia ajustó la vista y su corazón se hundió. Era Xochitl, otra vez.

Claudia asintió, sintiendo una mezcla de esperanza y desesperación. Sabía que obtener más pruebas significaba exponerse más a Xochitl, pero no veía otra opción.

Decidió no llamar a la policía de inmediato. En cambio, esperó y observó. Xochitl se acercó lentamente a una de las ventanas, miró adentro y, para sorpresa de Claudia, dejó algo en el alféizar antes de desaparecer en la oscuridad.

Con el corazón latiendo con fuerza, Claudia salió de su casa y se acercó a la ventana. Allí, en el alféizar, encontró una caja pequeña, envuelta en un papel decorativo. La abrió con manos temblorosas y encontró una nota junto con un objeto que la hizo retroceder: un mechón de su propio cabello.

La nota decía: "Siempre estaré cerca. No puedes escapar de mí."

Claudia sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Esta era la prueba que necesitaba, pero también un recordatorio escalofriante de que Xochitl estaba dispuesta a todo.

Decidida a no dejarse intimidar, Claudia guardó la caja y la nota como evidencia y llamó a Laura. "Necesito que vengas," le dijo, su voz temblando. "Tengo algo que mostrarte."

Laura llegó poco después, y Claudia le mostró la caja y la nota. "Esto es suficiente," dijo Laura, su voz firme. "Vamos a la policía ahora mismo."

En la comisaría, Claudia entregó la caja y la nota, explicando todo lo que había sucedido. Los oficiales tomaron la situación con más seriedad esta vez. "Presentaremos esta evidencia al juez," dijo uno de ellos. "Esto debería ser suficiente para obtener una orden de alejamiento."

Claudia sintió una pequeña chispa de esperanza. Tal vez, solo tal vez, podría recuperar su vida.

Esa noche, Claudia intentó relajarse, pero el miedo aún la acechaba. Se aseguró de que todas las puertas y ventanas estuvieran cerradas y se sentó en su sala, esperando noticias de la policía.

Horas después, recibió una llamada. "Se ha emitido la orden de alejamiento," le informó el oficial. "Si Xochitl se acerca a ti, será arrestada."

Claudia colgó, sintiéndose un poco más segura, pero aún nerviosa. Sabía que Xochitl no se rendiría fácilmente. Debía estar atenta, siempre vigilante.

Mientras se acurrucaba en su cama, una pregunta persistía en su mente: ¿Hasta dónde estaría dispuesta a llegar Xochitl? La respuesta, temía, podría ser más aterradora de lo que nunca había imaginado.

El alivio que Claudia sintió tras recibir la noticia de la orden de alejamiento fue efímero. Sabía que un simple papel no detendría a alguien tan obsesionada como Xochitl. Esa noche, intentó dormir, pero cada sonido en la casa parecía amplificarse, cada crujido la hacía sobresaltarse. Sus pensamientos eran una tormenta de miedos y preocupaciones.

A la mañana siguiente, decidió que era mejor no quedarse sola. Laura se había ofrecido a acompañarla a hacer las compras, y Claudia aceptó con gratitud. Mientras paseaban por el mercado, Claudia intentaba relajarse, pero no podía sacudirse la sensación de ser observada.

¿Estás bien?" preguntó Laura, notando la tensión en su amiga.

"Sí, solo estoy un poco paranoica," respondió Claudia, forzando una sonrisa. "Es difícil no estarlo después de todo lo que ha pasado."

Laura apretó su mano. "Lo entiendo. Pero recuerda, ahora tienes una orden de alejamiento. Si Xochitl se acerca, la policía la detendrá."

Claudia asintió, pero una parte de ella seguía escéptica. El miedo que sentía era más profundo que la simple lógica. Sabía que Xochitl era capaz de burlar cualquier barrera.

Esa tarde, de regreso a casa, Claudia revisó las cámaras nuevamente. Todo parecía tranquilo, pero su corazón no dejaba de latir con fuerza. Decidió que una ducha caliente la ayudaría a relajarse. Mientras el agua corría sobre su cuerpo, intentó olvidar la constante sensación de peligro.

De repente, escuchó un golpe suave en la ventana del baño. Se quedó paralizada, el agua aún corriendo sobre ella. Lentamente, giró la cabeza hacia la ventana empañada y vio una figura borrosa. El pánico la inundó, y salió de la ducha apresuradamente, resbalando en el proceso.

El Rostro de la ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora